
Imagen: Shutterstock/ Joaquín Corbalan
La genética ancestral busca indagar, a través del ADN, en el pasado más profundo de la humanidad para develar el comportamiento de nuestros antepasados, pero también intenta descubrir cómo es que la migración ha influido en nuestra configuración genética actual, poniendo de manifiesto que venimos de lugares muy variados e insospechados, y no de una comunidad específica.
Entre 2004 y 2007, un equipo de arqueólogos franceses y alemanes logró reconstruir el árbol genealógico más viejo de una familia. La necrópolis investigada se encuentra en Gurgy Les Noisats, al sur de París, y tiene seis mil 700 años de antigüedad. El análisis de los restos de 94 individuos pertenencientes al Neolítico dio como resultado la identificación de dos grandes clanes familiares de la región (El País, 2023).
El estudio del genoma ha revelado una historia común de migraciones, mezclas y evolución compartida entre los grupos humanos antiguos, mostrando las posibilidades de un mosaico genético compartido por todos los miembros de la especie.
La genética ancestral trabaja por medio del análisis del ADN autosómico, mitocondrial y del cromosoma, demostrando que las poblaciones modernas comparten un origen común en África que data de 200 a 300 mil años atrás.
Según el estudio del Instituto Garvan liderado por la científica Vanessa Hayes y publicado en la revista Nature, los humanos modernos proceden de una sola población que vivió en el sur del continente africano. Esta información forma parte de la educación básica, pero aún faltan detalles al respecto, los cuales son analizados por el antropólogo Chris Stringer en una lectura filosófica donde habla de una ética que une a la humanidad en sus distintos movimientos por el mundo (El origen y evolución del homo sapiens, 2016).
TRAZAR LOS CAMINOS DEL HOMO SAPIENS
Iniciado en 2005, el Proyecto Genográfico de la National Geographic Society es un estudio amplio que utiliza muestras de ADN donadas por voluntarios alrededor del mundo, mismas que son comparadas para revelar los patrones de migración humana. Otra investigación de esta naturaleza es la realizada por el Max Planck Institute. Ambos proyectos coinciden en que no existe una población aislada o “pura”.
Hace miles de años, los homo sapiens comenzaron a migrar en diferentes oleadas por todo el planeta, adaptándose a diversos climas y ambientes, y generando adaptaciones y variaciones que se reforzaron a lo largo de las épocas. Mientras menos comunicados estaban los grupos dispersos en distintas regiones, más se reforzaban características específicas en cada uno de ellos. Sin embargo, con la globalización, los avances tecnológicos que permiten viajar con mayor facilidad y, en forma un poco más sutil, la comunicación y el acceso a la información, estas características se han mezclado nuevamente.
El color de piel, la textura del cabello y los rasgos faciales no representan diferencias sustanciales en términos biológicos; simplemente son respuestas del organismo a su entorno, por lo que la especie es una y no está dividida en razas, como se cree popularmente.
Las poblaciones actuales del sur de Asia, por ejemplo, muestran una mezcla de linajes ancestrales que las relaciona con el Irán antiguo, con pueblos de las estepas euroasiáticas y de la India. Los europeos, por su parte, poseen genes que provienen de antiguos grupos de cazadores-recolectores y agricultores provenientes de Medio Oriente (Antiguos genomas humanos sugieren tres poblaciones de ancestros para los europeos actuales, 2014).
En cuanto a América, incluso antes de la Conquista, los pueblos indígenas ya tenían una historia de migraciones y contacto con otros grupos humanos. Del otro lado del Atlántico, muchos africanos comparten parte de su ADN con comunidades euroasiáticas antiguas, debido a intercambios que ocurrieron miles de años atrás.
Todo lo anterior es abordado por el genetista estadounidense David Reich en su libro Quiénes somos y cómo llegamos aquí (2018). A lo largo de miles de años, las poblaciones humanas han estado en constante contacto: comerciando, migrando, luchando y, en resumen, mezclándose en cada proceso. Al analizar el ADN, se descubren múltiples linajes ancestrales que abarcan continentes distintos, por lo que el mestizaje es un proceso que nos relaciona a todos.
LA CUESTIÓN RACIAL Y DISCRIMINATORIA
Los descubrimientos de la genética ancestral despliegan fundamentos que nos indican que el racismo carece de una base científica. La cuestión racial es, entonces, un mito, ya que la humanidad comparte un 99 por ciento de características genotípicas, según la Asociación Americana de Biología Antropológica, en su Declaración sobre la raza y el racismo (actualizada en 2024).
La frenología, por ejemplo, es una pseudociencia que se utilizaba para indicar diferencias entre “razas” dependiendo de la morfología de los cráneos humanos, llegando a conclusiones tan erróneas como que los afrodescendientes tenían un intelecto inferior. Con tintes de darwinismo social —es decir, la aplicación equivocada de la teoría evolutiva de Charles Darwin en la sociedad—, la frenología pretendía buscar las diferencias entre distintos orígenes étnicos, siendo que las aptitudes, la inteligencia o la creatividad de una persona se relacionan más con un aprendizaje social que con lo biológico.
El 94 por ciento de la variación genética ocurre, según el artículo La distribución de la diversidad humana (1972), dentro de cada grupo y no entre comunidades distintas. Es decir, dos personas del mismo grupo “racial” pueden ser más diferentes genéticamente que dos individuos de poblaciones distintas.
Los descubrimientos en cuanto al ADN ancestral se suman a la antropología para develar algunos comportamientos de nuestros antepasados y, en algunos casos, de lo que hoy reconocemos como “humanidad”. Un estudio de 2024, publicado en la revista científica Nature Communications y liderado por el antropólogo Max Planck, identificó seis casos de síndrome de Down en restos humanos antiguos, tres de ellos en la península ibérica durante la Edad del Hierro. El hallazgo nos ayuda a dilucidar que estos antepasados reconocían y cuidaban a los individuos con esta condición.
En los últimos años, la inteligencia artificial ha sido de gran importancia para deshilvanar grandes cúmulos de información de todo tipo, lo que no deja fuera al análisis genético. Herramientas como AlphaFold, que predice la estructura de proteínas en 3D, han facilitado avances en la comprensión de enfermedades genéticas, sus patrones y el desarrollo de tratamientos personalizados.
Es cuestión de tiempo tener nuevos descubrimientos genéticos sobre nuestros ancestros y sobre los muy distintos lugares de los que venimos.