
Educación emocional, una habilidad para la vida profesional
“La educación emocional es la habilidad que tienen los seres humanos para reconocer y regular sus emociones en el momento que están presentes, sin ocultarlas. Es identificar, gestionar y trabajar con ellas”, explica la psicóloga y maestra Lulú Mata.
Aprender a convivir con cada una de las emociones no es algo que se dé por sí solo, hay que trabajarlo tanto en la casa como en la escuela y para que se logre el éxito, el papel que desempeñan los padres y docentes es primordial.
En ese sentido, que en cada institución exista una escuela para padres ayuda a que se logre este proceso, ahonda la maestra Lulú: “Hace poco que hice un estudio sobre la educación emocional en los primeros años de vida, me di cuenta que hay un abismo enorme en cuanto a la atención a los maestros. Es decir, no se les brinda a ellos la educación emocional, que yo creo que son la primera fuente de donde debe llegar este gestionamiento de emociones”, explica.
Por tanto, el primer paso para que los niños, niñas y jóvenes aprendan a regular sus emociones, sería que en su escuela se proveyera tanto a ellos como a sus maestros un departamento enfocado a la psicopedagogía, que esté al servicio de la contención emocional.

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Regular las emociones es una actividad que se puede enseñar y aprender desde que los niños están en edad de preescolar, pero es importante que los profesores sepan cómo realizar este acercamiento, desde la apertura, el respeto y la reflexión.
“En el aula, las maestras se convierten en estas hadas madrinas fabulosas que el niño o la niña aman y siguen, porque al final de cuentas es como la artista de su historia en el momento del preescolar. Son ellas quienes tienen en su palabra el don de transmitir el control de emociones.
“Por ejemplo, si llega un niño que llora todo el tiempo, lejos de decirle: ‘ay, ya viene Panchito –que todos tenemos un panchito en las escuelas– y viene llorando’, y haces los ojos para arriba, como de fastidio, ¿qué aprende el niño automáticamente? A rechazar a Panchito. Es decir, están aprendiendo a rechazar la emoción, porque das una idea de que tienes que llegar bien. En cambio, tanto el lenguaje oral como el corporal deberían hablar. ‘Panchito, ¿estás triste? Yo también lloré cuando era niña’. O sea, arropar y contener esa emoción, cualquiera que sea, no necesariamente la tristeza”, afirma Mata.

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Desde las instituciones educativas, ofrecer un espacio de reflexión para los padres de los alumnos, puede ser una oportunidad para ellos y los maestros. En la escuela para padres, por medio de pláticas, conferencias y talleres se puede abordar la educación emocional.
“Este tipo de educación también se ve reflejada en un apego seguro, que fortalece a los estudiantes. Si desde la casa, entre los familiares se habla con asertividad, con respeto, con amor, desde ahí vas a entregar al mundo a un individuo lleno emocionalmente, que no va a tener la necesidad de estar buscando en los demás lo que ya tiene, porque lo dotaron en su casa”, explica la psicóloga, quien además enfatiza en la importancia del papel que tienen los profesores dentro del aula.
“Trabajar con las emociones, desde edades tempranas, debería ser uno de los principales objetivos en la educación. Enseñarle al niño a identificar, atender y gestionar sus emociones es sin duda el principio de la inteligencia emocional que le acompañará durante su vida, fomentándola desde la imitación en un primer momento para que en un futuro, por decisión propia, sea un estilo de vida que se elija. Podría sonar como una utopía, pero es lo que padres de familia y docentes deberíamos tener presentes: humanizar al alumno desde sus primeros años de vida”, concluye Mata.

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