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Cuidar el hígado es la cuestión. Se trata del órgano interno más grande del cuerpo humano; representa alrededor del dos por ciento del peso total de un adulto.
Localizado en la parte superior derecha de la cavidad abdominal, bajo el diafragma y por encima del estómago, riñón derecho e intestino, el hígado es el laboratorio de la vida.
¿Qué hace por nosotros en sus instalaciones? Más de 500 funciones que inciden en la buena marcha de los asuntos orgánicos. Sintetiza bilis, líquido que facilita el transporte de desechos y la descomposición de grasas durante la digestión; transforma los alimentos en compuestos químicos y nutrientes que nuestro cuerpo necesita, y contribuye a eliminar toxinas y almacenar tanto energía como nutrientes.
También descompone los medicamentos, las drogas y el alcohol que ingerimos. Produce sustancias que el sistema inmune utiliza en el combate contra las infecciones. Como depura la bilirrubina, evita que piel y ojos adquieran un tono amarillento. Asimismo, participa de producir glucosa y mantenerla equilibrada, y de regular la coagulación sanguínea.
CARACTERÍSTICAS
Cuando el hígado está sano tiene un color marrón rojizo y su superficie externa es lisa. Sin embargo, las enfermedades modifican su aspecto. Por ejemplo, la cirrosis y el cáncer hacen que cambie de color hacia uno oscuro. En la hepatitis, y también en la cirrosis, el órgano entero aumenta de tamaño; mientras que los quistes o tumores cancerígenos provocan que crezca sólo en zonas específicas.
Su superficie se vuelve rugosa cuando el tejido hepático normal es sustituido por tejido cicatrizal, lo que ocurre a causa de males como la cirrosis o la fibrosis hepática. Si lo afectan nódulos o quistes, puede endurecerse.
Pero una de sus características más llamativas, y positivas, es que, tras haber sido dañado, e incluso cuando parte de él ha sido extirpada, puede regenerarse.
SIGNOS Y SÍNTOMAS
Es larga la lista de factores que pueden afectar la función hepática. Algunos problemas se heredan de los padres, otros son causados por virus, algunos más tienen su raíz en el estilo de vida. Unos males desaparecen solos, otros pueden durar toda la vida y causar graves padecimientos.
Algunos signos de advertencia son: dolor, hígado agrandado, cansancio extremo, náuseas, orina oscura, heces color arcilla e ictericia (color amarillo de la piel, los ojos y las membranas mucosas). Cuando se detectan estos síntomas, procede buscar atención médica.
Cabe mencionar que, por lo general, no hay signos evidentes de daño hepático hasta que la enfermedad ya está muy avanzada. De ahí la importancia de practicarse análisis que ayuden a la detección temprana de cualquier problema en curso.
¿CÓMO CUIDARLO?
Para proteger al hígado, ayudarlo a sanar y seguir gozando de los beneficios de su buen funcionamiento, basta con seguir las recomendaciones básicas dirigidas a construir bienestar: mantener un peso saludable, hacer ejercicio, alimentarse bien, disminuir el consumo de alcohol y no fumar.
También hay que informarse sobre los efectos que tienen sobre él los medicamentos o suplementos que se consumen.
Una recomendación más es evitar el contacto directo con las toxinas presentes en insecticidas y diversos químicos.
Cuando enfermedades como el cáncer, la cirrosis o el hígado graso afectan la función hepática, se ve mermada la importante actividad metabólica que realiza; esto significa que todos los procesos en los que interviene este órgano se ven trastornados. Entonces se acumulan la bilirrubina y productos tóxicos; los procesos lipídicos y glucémicos se ven alterados; los procesos de coagulación también sufren.
Conforme la función hepática se deteriora, los síntomas van empeorando y la situación del paciente no hace otra cosa que agravarse.
AMENAZAS
El hígado trabaja duro para proteger al organismo. Alcohol, drogas, virus, sobrepeso y obesidad pueden meterlo en problemas.
Por lo general, las personas ignoran el mal funcionamiento del hígado porque este puede seguir trabajando incluso si una parte de él está dañada.
Sin embargo, si llega a presentarse una condición conocida como insuficiencia hepática, el afectado sólo sobrevive uno o dos días, a menos que se someta a un tratamiento de emergencia.
Una enfermedad que por estos días es motivo de muchas consultas médicas es el hígado graso. Cuando el órgano está sano contiene apenas un poco de grasa o nada de ella. Cuando algo anda mal y se acumula grasa en las células hepáticas puede haber inflamación y daños. Con el tiempo, este exceso llega a convertirse en un diagnóstico de cirrosis, de cáncer o de insuficiencia hepática.
Beber demasiado alcohol puede causar hígado graso. Sin embargo, a últimas fechas, se ha incrementado la presencia de esta afección en personas que consumen poco o nada de alcohol. Este aumento parece estar ligado a los kilos de más.
Otra enfermedad común del hígado tiene un origen viral. Al menos cinco virus diferentes pueden causarla: los que acompañan a la hepatitis A, B, C, D y E. Cada uno de ellos puede limitar el funcionamiento de este órgano y desencadenar un caso agudo. Los virus B, C y D llegan a causar hepatitis crónica, es decir, una infección que dura un largo tiempo, a veces toda la vida.
Estos virus se introducen en el cuerpo humano a través de la exposición a alimentos o agua contaminados, a través de cortes en la piel, por inyecciones, por contacto con sangre y otros fluidos corporales o mediante el contacto sexual.
La hepatitis suele ser combatida con medicamentos antivirales. Las infecciones de los virus tipo A, B y D pueden prevenirse con vacunas.
El consumo de medicamentos también conduce a una persona a sufrir un mal en el hígado. Es particularmente perjudicial para el órgano mezclar bebidas embriagantes con paracetamol.
Cuidar del laboratorio del cuerpo es una excelente decisión. Por ahí pasan muchos de los procesos que ayudan al ser humano a vivir con salud.
A la menor señal de alarma con la función hepática, consulte a su médico.