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Autoexploración infantil

Forma natural de conocer el cuerpo propio

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PRISCILA CASTAÑEDA

Tener conocimientos limitados en la vida adulta acerca de la sexualidad puede llevar a generar tabúes o creencias irracionales. Tal es el caso de la exploración genital infantil, considerada por muchos “masturbación”.

La sexualidad en edades tempranas suele tener una connotación oscura a la que los adultos temen. Sin embargo, el abordarla con naturalidad permitirá tener un manejo más oportuno ante las dudas de los pequeños y abrirá la posibilidad de la educación en los adultos.

Desde que el infante, alrededor de los cinco meses, tiene la posibilidad de agarrar objetos voluntariamente con su mano, es esperable que inspeccione sus genitales. Esta etapa de exploración tiene lugar antes de los cuatro años de edad, y tiene finalidades meramente placenteras. No puede considerarse dentro de la misma connotación adulta, pues responde a un mero impulso que busca ser satisfecho, y no a un deseo sexual.

La exploración entre los cuatro y los siete años podría incluir la examinación de los genitales de los otros niños siempre y cuando tengan la misma edad, sin embargo, es hasta la llegada de la pubertad cuando existirá un componente sexual y podremos entonces hablar de masturbación propiamente dicha.

Recordemos que, en los infantes, el descubrimiento del mundo se da a través del juego y la curiosidad. Entre estos descubrimientos, uno de los más importantes es el del propio cuerpo, pues es la manera en la que todos los ahora adultos comprendemos peculiaridades anatómicas y de sensibilidad. A través de esta práctica lúdica se adquiere un desarrollo psicosexual saludable.

Que los padres se escandalicen acerca de sus hijos tocándose suele ser frecuente, sobre todo en el caso de familias conservadoras o con estatutos morales o religiosos muy fuertes. Sin embargo, esto no reduce lo habitual del comportamiento ni lo placentero que puede llegar a ser, y es aquí donde es importante acentuar que, en la infancia, la autoexploración no es erótica, porque simplemente responde a la obtención de bienestar, equivalente en los adultos a rascarse en cualquier parte del cuerpo.

Consultar a un profesional es a veces la idea que tienen los padres cuando descubren a sus hijos explorándose, aunque en ocasiones ni siquiera sepan a quién acudir. Es difícil para ellos discernir cuando es una conducta natural y cuando es una conducta nociva, especialmente cuando entra en juego la imagen que como familia se pretende dar a la sociedad, buscando siempre tener hijos “que se porten bien”. El abordaje de la sexualidad infantil y del adolescente casi siempre tiene connotaciones fisiológicas, hormonales y hasta reproductivas, pero rara vez tiene un enfoque como parte del bienestar integral de la persona, como algo que está presente en todos los seres humanos y es tan importante como la salud física y mental.

Acudir a un profesional, casi siempre un médico o un psicólogo, es una excelente opción cuando percibimos que esta práctica está interponiéndose en las actividades comunes de nuestros hijos. Si tocar los genitales se lleva a cabo de forma compulsiva puede llegar a lastimarles por fricción o por infección si lo hacen con las manos sucias. Si percibimos esto, es importante descartar que esté habiendo procesos ansiosos que sean sintomatología de alguna otra dificultad emocional, y que el niño esté tratando de calmarse de esa manera.

Fuerzas psíquicas

La teoría psicoanalítica sostiene que esta búsqueda de placer también tiene un tiempo para ser inhibida: en algún momento entran en juego construcciones morales como el asco, la vergüenza, la estética y la moral. Todas estas construcciones dan lugar a “diques psíquicos” que crean mecanismos sublimatorios ante los impulsos. Esto de ninguna manera es nocivo cuando se da de forma natural, sino que permite al infante adaptarse a un mundo donde deben seguirse reglas, por ejemplo, el ámbito escolar o público.

La construcción del concepto de sexualidad en el infante nos permite avanzar en la prevención de trastornos en el adulto. Esto, aunado a hablar del tema abiertamente, evitará enviar el mensaje de que la autoestimulación es algo vergonzoso o malo; en su lugar se ha de incitar a que esta fase de descubrimiento se dé desde la intimidad. Esta práctica, siempre que sea deseada y privada, no da lugar a ningún riesgo emocional ni para la salud.

¿Qué hacer cuando esta práctica sale de lo privado?

Es común que los padres o maestros muestren preocupación cuando ven que los pequeños se frotan contra la silla en el caso de las niñas, o que los niños toquen sus genitales por dentro del pantalón en la clase. Enfaticemos que es importante no regañarlo, castigarlo y mucho menos golpearlo, sino redirigir la conducta hacia la actividad que esté haciendo en clase, o buscar actividades alternativas si se encuentra en otro sitio.

Hablar de dicha práctica reduce de manera inmediata la ansiedad que esto pueda generar en el infante: estimularse no es un factor ansiogénico per se, sino las reacciones que pueda generar en ámbitos como el familiar o el escolar. Es importante que el abordaje con los niños se dé de una manera segura, privada y personalizada, evitar hacer calificativos que los lleven a considerar esta exploración como algo sucio o inmoral, y sobretodo hacer énfasis en los cuidados que debe tener hacia su propio cuerpo.

¿Relación con el abuso?

No es raro que los padres crean que las charlas acerca de la sexualidad con los niños pueden predisponerlos a tener actividad sexual de manera precoz o a ser abusados: nada más alejado de la realidad. Entre más pequeños se despejen sus dudas, más lejos los mantendremos de las fuentes de información poco veraces: hablar de los genitales por su nombre no los predispone a “buscar” ni a “exponerse”, sino que reporta autonomía sobre el propio cuerpo; que un niño comprenda la importancia de su organismo y sienta un ambiente de confianza con sus padres o con sus cuidadores hará que no solamente sepa establecer límites sanos en cuanto a sí mismo y hacia los demás, sino que sienta las bases para una sexualidad sana en todas las etapas de su vida. El abordaje de la sexualidad en los niños no necesariamente debe tener tintes erotizados, sino que ha de hacerse con un lenguaje que conteste exactamente lo que el menor necesita saber.

Un fuerte componente de creencias o tabúes al respecto, son las propias construcciones de los adultos. Aquí entran en juego sus propias prácticas y necesidades, sin embargo es importante que los adultos también llevemos a cabo un proceso de introspección y comprensión que ponga en juicio nuestros propios aprendizajes, además de la sensibilización ante este tipo de temas.

Recordemos que la autoestimulación de los infantes es una de sus muchas etapas, tan importante como cualquiera de las demás, ni buena, ni mala ni obligatoria. El atravesar acompañados por esta fase dará lugar a sexualidades más sanas en el futuro. Es responsabilidad de los adultos ser esta compañía y brindar un ambiente de seguridad y confianza.

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