Ya una vez había pasado por estas tierras ese peculiar violinista, un hombre que suele hacer de la música toda una experiencia y que parece que lo clásico no le va, pero forma parte de su ser; un libanés de inconfundible cabellera que hace reír, para luego conmover y sorprender al tocar sus cuerdas enérgicas. Ara Malikian estaba de regreso en Durango.










