Ortodoxos recuerdan el bautismo de Cristo en aguas heladas
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Foto: AP, EFE, Reuters
19 de enero de 2004.
Quienes más saben dicen que el bañista ocasional en aguas heladas debe emplear dos minutos en desvestirse, veinte segundos en sumergirse y salir, y otros dos minutos en secarse y abrigarse. Los menos ortodoxos recomiendan un buen trago de vodka para calentar el cuerpo y limpiar las últimas máculas de pecado. Lo más curioso es que, según los médicos, después del 19 de enero no hay un aumento de casos de neumonía o pulmonía en los hospitales, como podría suponerse tras una práctica tan curiosa como espartana.Los más fuertes o temerarios, enganchados a una escalerilla o unas barandas habilitadas para la ceremonia, realizan varias inmersiones mientras recitan una jaculatoria. Sin embargo, la mayor parte entra y sale del estanque como alma que lleva el diablo, limpios de espíritu pero ateridos, y alguno que otro amoratado.Mientras, se ha ido formando una hilera de valerosos creyentes en paños menores, bañador o, a lo sumo, en camisola blanca (tal y como mandan los cánones), que, a continuación, se sumergirán totalmente en el seno del lago o río de rigor.En el ritual, primero unos voluntarios rompen la espesa capa de hielo y abren un claro en forma de cruz, rectángulo o estrella. Después, en medio de letanías y cantos, un religioso bendice las negras y gélidas aguas introduciendo en ellas un crucifijo de la plata más pura.La ceremonia mostró una pauta similar en toda Rusia, aunque en algunas regiones, como Buriatia, en la frontera con Mongolia, donde las temperaturas bajaron a 52 grados bajo cero, los fieles se guardaron mucho de exponer sus carnes a la intemperie y menos aún remojar sus pecados.Pero más valor que los devotos que soportaron frío y nieve en filas kilométricas lo mostraron los animosos que se sumergieron en las pozas "jordanas" abiertas para la ocasión, recordando en sus ateridas carnes el bautismo de Cristo en latitudes mucho más cálidas que éstas.En algunos lugares, la picaresca llegó al punto de venderse a la entrada de los templos el agua bendita a precio de refrescos y no fueron pocos quienes pagaron para eludir el sacrificio "obligado" de aguantar turno a la intemperie.La bendición de las aguas comenzó de madrugada y las televisiones rusas mostraron filas interminables de creyentes que acudían a los oficios en todo el país, desde Vladivostok, a orillas del Pacífico, hasta Kaliningrado, en el Báltico.Por eso, a los fieles no les importa que los religiosos los rocíen a estas alturas del invierno con el agua consagrada y menos aún aguantar horas y horas para llevarse a sus casas algunos litros, pues, según aseguran, permanece fresca durante años.Y es que, según la creencia popular, el agua de ríos, lagos y estanques, así como la nieve, adquiere un especial "magnetismo" y, tras ser bendecida, puede ser empleada para aliviar todo tipo de enfermedades.El presidente ruso, Vladímir Putin, felicitó a Alexis II y al resto de miembros de la Iglesia Ortodoxa Rusa (mayoritaria en el país), a quienes deseó "paz, bienestar y una salud fuerte".El centro de la festividad fue la catedral de la Epifanía, donde el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Alexis II, ofició la consagración de las aguas para rememorar el Bautismo de Cristo y recordar "la necesidad de renovación espiritual" de los creyentes.Según el diario "Moskovskii Komsomólets", sólo en Moscú se repartirán entre seis y ocho millones de litros de agua, muchas veces bendecida en los propios ríos, lagos y estanques capitalinos por sufridos popes.Millones de rusos acudieron a las iglesias para recoger en botellas, bidones y cualquier otro recipiente el agua bendecida en tan señalada fecha, que recuerda el Bautismo de Jesucristo por San Juan Bautista en el río Jordán.La Rusia Ortodoxa celebró la festividad del Bautismo de Cristo con la "bendición del agua" en sus iglesias y el escalofriante ritual de abrir pozas en ríos y lagos helados donde los más piadosos limpian sus pecados a temperaturas bajo cero.
Ortodoxos recuerdan el bautismo de Cristo en aguas heladas