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Como parte de su desarrollo infantil, los niños y las niñas pasan por una etapa, aproximadamente alrededor de los ocho meses, en donde sienten miedo o angustia de no ver a su cuidador principal cerca y estar separados de ellos.
Conforme crecen y logran ubicar a las personas a su alrededor, papá y mamá principalmente, la falta de una de estas figuras produce temor y se sienten seguros y amenazados por su ausencia. Esto se suele ver reflejado cuando mamá sale de la habitación y el niño llora, o cuando dejan al pequeño en la guardería y las lágrimas no tardan en salir.
Según la psicóloga Carmen Villanueva Suárez, en su texto Ansiedad de separación: delimitación conceptual, manifestaciones clínicas y estrategias de intervención, entre los factores que determinan cuál es el principal cuidador del niño está “la cantidad de tiempo que el niño pasa con la persona que le cuida; la inversión emocional del adulto respecto al niño; y la frecuencia con la que la persona reaparece”.
La figura de apego
Al ser una fase normal del desarrollo de los bebés, el pequeño suele recurrir a un objeto que se denomina “objeto transicional”, que en la mayoría de los casos es otorgado por el cuidador principal, ya sea una manta o un peluche, por ejemplo.
“Estos objetos hacen más tolerable esta ansiedad de separación. Suele terminar hacia los 14 meses de edad, cuando los niños empiezan a entender que los padres siguen existiendo aunque ellos no puedan verlos y que van a volver más tarde.
“Por tanto, a esta edad es cuando los niños empiezan a querer ser más autónomos y explorar el ambiente que los rodea con más libertad. Son capaces de separarse de sus padres y estar varias horas lejos de ellos, porque han aprendido que los padres siguen estando ahí y volverán a verlos pronto. Ya han desarrollado una sensación de seguridad en sus cuidadores y su ambiente y son capaces de confiar en otras personas además de sus padres”, expone Villanueva.
¿Qué hacer?
No es necesario llevar a cabo un tratamiento específico para la ansiedad por separación, ya que es una etapa esperada durante la infancia, a menos que sea algo más agravado, como un Trastorno de Ansiedad por Separación, cuya preocupación y temor en el niño son excesivas.
En este caso, lo recomendable es acudir con un psiquiatra infantil y otro profesional de salud mental calificado en el diagnóstico de este trastorno.