Se impone la necesidad de hacer un paréntesis en este convulsivo momento que estamos viviendo; hagamos una pausa, así sea fugazmente, en la problemática que enfrenta el país, tanto en el ámbito nacional, como a nivel internacional; aflojemos un poco la tensión y hablemos de temas agradables que sirvan de bálsamo al espíritu.
No tenemos que acudir a la profundidad y trascendencia del pensamiento socrático ni a los extensos tratados de Platón y Aristóteles, pilares fundamentales de la filosofía, padres del conocimiento universal, para encontrar la verdad de las cosas y la explicación de los hechos y fenómenos más comunes, sean sociales o naturales y por lo mismo más importantes, pues en la gente sencilla, la auténtica, la que no tuvo oportunidad de cursar estudios profesionales, la que con esfuerzo hizo la escuela primaria, a duras penas la secundaria y muy eventualmente la preparatoria; es en esta gente en donde se halla la fuente del conocimiento.
Peluqueros, taxistas, tortilleros, estilistas, boleros, entre otros muchos oficios, están los principales transmisores de las noticias impactantes, sobre todo si en el hecho comentado interviene una persona importante o el propio acontecimiento es destacado por sí mismo; cuando participa un político, o funcionario público trascendente, éstos modestos prestadores de servicios fueron en nuestra lejana juventud y remota adolescencia, los que despertaron el interés por un tema determinado, extraído de manera natural por el comentario jocoso, irónico, hiriente, acerca de una persona, un comentario cáustico que siempre era acertado.
Simpáticos y célebres personajes de la vida cotidiana, que si los veías no causaban la mínima impresión, pero acudías a su establecimiento y sostenías una conversación, cambiabas radicalmente el concepto que tenías de ellos. Podemos citar, a manera de ejemplos a dos “maestros” peluqueros: Gonzalo Ramírez y Jesús Ceniceros.
Don Gonzalo Ramírez Milán, a quien coloquialmente llamábamos “Chalo”, porque él nos permitía así llamarlo, era propietario de la Peluquería “La Elegante” que se ubicaba por Avenida Rayón, entre las calles Patoni y Degollado; él y su hermano Elías, atendían de manera amable y cordial a la numerosa clientela, entre la que había un buen número de estudiantes con los cuales intercambiaba puntos de vista sobre la situación del mundo, del país, del continente, de nuestra región, del Estado, de la Ciudad.
A Chalo escuché decir, a propósito de las características de las personas: Si quieres saber las cualidades y virtudes, así como los vicios y defectos de un individuo, hay que aplicar aquello de “Se le ve la zanca al pollo y se calcula el peso”.
Filosofía pura; refrán que con el tiempo se popularizó, se “viralizó”, como se diría hoy en la era de la tecnología.
En nuestra época de secundaria y preparatoria acudí muchas veces a “La Elegante”, a que Chalo me cortara el cabello; su hermano Elías, poco tiempo después se dedicó a la prédica religiosa, ignoro si aún lo hace. Los hijos de Chalo heredaron el oficio de su padre, se independizaron y juntos pusieron su “Estética Gonzalo y Benjamín”, que durante largo tiempo estuvo operando en lo que fue el Hotel Villa Jardín, en Lerdo, donde hoy es la empresa comercial Sam’s; algunos años después, estos dos hermanos disolvieron la virtual sociedad que mantenían y cada quien puso su propio negocio.
Don Jesús Ceniceros Cháirez, un caballero auténtico, de carácter afable y con tendencia a polemizar sobre cualquier tema. Tenía su peluquería por la avenida Bravo entre las calles Mártires y Zarco, ya casi en el Barrio del 90. Su negocio tuvo primero el nombre de “La Ideal”, luego la llamó “Peluquería New York”; su clientela era variada, perteneciente a diferentes estratos sociales; la mayoría era de trabajadores jubilados.
Ya había yo terminado mis estudios profesionales, regresé a Gómez Palacio, instalé mi despacho jurídico e inicié el ejercicio de mi profesión de abogado. Iba regularmente a la New York a que don Jesús me cortara el cabello, mientras me daba el servicio, era una delicia escucharlo disertar sobre temas de diferente contenido, asuntos de índole política, todos muy interesantes.
Por ejemplo, ante situaciones alarmantes que inquietaban a la población, solía decir filosóficamente y en tono irónico: “pa´que son tantos brincos estando el suelo tan parejo”, verdad mi Lic.?, me preguntaba, haciéndome tendenciosamente, partícipe de su punto de vista. Su hijo es el profesor Martín Ceniceros, quien desde la segunda administración de don José Rebollo Acosta (1989-1992) hasta hoy, se desempeña bastante bien por cierto, como secretario ejecutivo de la Junta Municipal de Acción Cívica de Gómez Palacio. Si don Jesús aún viviese, estaría orgulloso de su hijo, sin duda alguna.