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Música en un suspiro

Manual de comportamiento básico en un concierto

MIGUEL ÁNGEL GARCÍA

Curiosamente la ética y la moral comparten el mismo significado en su etimología. Por un lado, Ética viene del griego "ethos" y moral viene del latín "mos, moris". Ambas raíces etimológicas significan "la manera de hacer las cosas", costumbre o hábito". Sin embargo y pese a que significan lo mismo, la Ética es la rama de la filosofía que estudia y analiza la moral, las normas y la conducta humana en la sociedad; Por su parte la moral se refiere a las reglas que se aplican a un grupo o sociedad determinado, estableciendo lo que está bien, mal, lo aceptable o lo correcto. En resumen, la ética es una reflexión sobre por qué algo es bueno o malo y moral nos dice lo que es bueno o malo… ¡uf!, complicada la cosa ¡eh!

Bueno, y ¿por qué hablar de ética en Música en un Suspiro? Pues porque analizaremos la conducta que debiéramos considerar cuando asistamos a un concierto.

Iniciemos por lo más básico: el silencio. Como ya vimos, la moral de comportamiento ha cambiado drásticamente en las salas de conciertos en el tiempo. Por ejemplo, en el siglo XVII, asistir a una ópera era una experiencia muy similar a la de entrar a una función de lucha libre hoy día. La moral de la época dictaba que se podía entrar con viandas de comida, entrar a platicar, a hacer negocios e incluso a hacer el amor.

Bueno, en la lucha no sé si se haga todo esto, pero al menos era un ambiente muy parecido. Por su naturaleza, la música de concierto demanda absoluto silencio. Y ya que hablamos de lucha libre, diré que una sala de conciertos con el más mínimo murmullo sería comparable con tener un ring sin cuerdas.

Así las cosas, la moral actual nos dicta que debemos silenciar los teléfonos celulares antes de entrar. Sobra decir que es de pésimo gusto hablar por teléfono en medio de una sinfonía. Recuerda que no estamos en el siglo XVII, así que no debemos comer en el concierto. No hay cosa más repugnante que escuchar la espiritual cadenza del concierto para violín de Beethoven y tener a un vecino peleándose con la envoltura de un dulce.Siguiendo con el tema del silencio, es terriblemente desagradable escuchar a alguien tararear una pieza, porque "ya se la sabe". Por eso odio ir a escuchar las Cuatro estaciones de Vivaldi en vivo. Es importante guardar silencio y no cuchichear pues arruinamos la experiencia de nuestros vecinos.

El aplauso. Una forma de reconocer un público conocedor es el aplauso. Es común asistir a conciertos en donde el público aplaude al final de cada interpretación. Una sinfonía normalmente está compuesta de cuatro movimientos, por lo que es hasta entonces cuando hay que aplaudir. Sin embargo, no todas las obras tienen la misma estructura. Por ejemplo, oberturas de ópera que a menudo se programan para iniciar un programa, son de un movimiento por lo que el aplauso vendría inmediatamente. En este sentido, el programa de mano es de gran ayuda. Observar al director es otra opción, pues con su lenguaje corporal anuncia que la obra ha terminado. Y bueno, de plano, la mejor alternativa es esperar a que el grueso del auditorio aplauda y entonces, hacer lo propio. Si nos apasionó cierta interpretación es válido, de buen gusto y divertido solicitar un "encore", es decir, que repitan parte del programa o bien una pieza corta y virtuosa. No es válido gritar "¡otra, otra!".

El "encore" se pide aplaudiendo con un ritmo controlado. Si fue una interpretación excelsa y estás vuelto loco, te pido no chiflar y a cambio de ello te propongo gritar: "¡Bravo, maestro!". 

Te das cuenta, es fácil, tanto arruinar como disfrutar un concierto. Este suspiro es un mero código de comportamiento elemental… tercera llamada… ¡principiamos!

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Escrito en: Columnas editorial

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