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Los peligros de la hipergamia. Desbalances de poder en la pareja

Cuando una relación inicia bajo una dinámica transaccional donde lo único que se busca es utilizar al otro para elevar el estatus social o económico propio, es fácil generar resentimientos que poco a poco erosionan la intimidad.

Foto: Freepik

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SILVESTRE FAYA

En el caso de prácticamente todos los animales, la posibilidad del macho de inseminar a múltiples hembras se enfrenta a la restringida capacidad reproductiva de esta, a quien, incluso si copula con varios, sólo uno puede embarazarla. 

Esta situación, en los humanos, da paso a la formación de un “Yo social” al que ambos géneros acceden y que pretenden manipular. Así, impulsada por esta construcción social, la mujer actúa en función de su necesidad de encontrar un hombre que le garantice estabilidad económica, estatus y la certeza de ser un buen padre, proveedor y protector. A esto se le conoce popularmente como hipergamia. 

Superficialmente vista, dicha conducta puede interpretarse como una intención deliberada de sacar ventaja de la atracción del varón hacia ella, pero la realidad es que el origen de este comportamiento no es meramente racional. La biología evolutiva ha estudiado las prácticas de cortejo en diferentes especies y ha concluido que las hembras son quienes deciden con qué macho se aparean, para lo cual toman en cuenta la fortaleza física, vistosidad u otros atributos que aseguren un mejor desarrollo de su progenie. 

En la naturaleza, por ejemplo, las aves macho muestran la belleza de su plumaje para atraer a una potencial pareja. En concordancia, los varones humanos dejan ver signos de poder adquisitivo, incitando a la mujer a apropiarse del mismo. 

Entre nuestra especie, los rituales de cortejo se manifiestan como conductas sociales de cortesía y etiqueta. Por ejemplo, invitaciones a restaurantes, no permitir que la mujer pague la cuenta, dejar que ella elija los platillos, así como otras actitudes de galanteo. 

Cabe mencionar que la hipergamia no es exclusivamente femenina; también se observa en los hombres que buscan a mujeres dispuestas a contribuir sexualmente y con sus atenciones a su proyecto de vida, permitiéndole mejorar su estatus y descendencia. 

Cualquier género y orientación sexual es propenso a enmarcarse en un entorno social donde culturalmente se aceptan y promueven este tipo de comportamientos para encontrar con quien compartir la vida. Pero la discrepancia en estos criterios puede llevar a crisis de poder entre ambos sexos y romper el frágil equilibrio que muchas parejas construyen, donde una parte asume ser dominada por aquella que “aporta más a la sociedad conyugal”, llegando a ser incluso objeto de maltrato, inequidad e insatisfacción sexual o personal. 

Bajo los preceptos de la hipergamia, los hombres suelen mostrar su poder económico para atraer mujeres. Foto: Unsplash/ Brock Wegner
Bajo los preceptos de la hipergamia, los hombres suelen mostrar su poder económico para atraer mujeres. Foto: Unsplash/ Brock Wegner

DINÁMICAS INSANAS 

En la balanza de poderes en una relación es necesario un equilibrio que oscile alternativamente de un lado al otro, a fin de que uno no obtenga ventajas desmedidas sobre el otro. Para ello es importante evitar “perder” como forma de manipulación. También es vital impedir el sometimiento de quien se considera de menor rango social, económico, intelectual o moral, así como eliminar la minimización de los logros personales de cada uno. Las parejas que asumen la desventaja como algo insuperable estarán condenadas a vivir frustradas e insatisfechas. 

Quienes no logran esa independencia emocional seguirán viéndose afectados por la sensación de ser ninguneados, como si sus pensamientos, aportaciones o triunfos no valieran nada. 

El minusvalidarse es un mecanismo psicológico peligroso que perpetúa conductas de sometimiento. Estas pueden producir intensos resentimientos que, a su vez, suelen desembocar en la búsqueda de experiencias sexuales fuera de la relación, como una forma de demostrar la valía propia. 

Una vez agotada la esperanza de salir airoso de estos conflictos, el pensamiento derrotista tiende a obstaculizar la reconciliación entre ambas partes. 

IMPACTO SEXUAL 

La lucha de poder que ocurre a menudo en las relaciones que iniciaron en medio de una hipergamia insana, impacta negativamente la vida sexual en diversos aspectos. 

Por ejemplo, un reclamo común entre las mujeres que viven este tipo de dinámica es: “Sólo me quiere para tener sexo, no le importa lo que siento. Todo lo que hace, desde ayudarme en la casa hasta llevarme a cenar, tiene como único propósito tener relaciones”. En estos casos, los encuentros pasionales se abordan como un acontecimiento obligado y no como una decisión consensuada, lo que los despoja de cualquier sensación placentera y genera tanto resentimiento hacia la pareja como culpa hacia la persona misma por no ser capaz de cambiar la situación. 

Dejar de lado el enfoque transaccional permite que la pareja construya una relación sana y fortalecida. Foto: Unsplash/ Ana Curcan
Dejar de lado el enfoque transaccional permite que la pareja construya una relación sana y fortalecida. Foto: Unsplash/ Ana Curcan

De este modo, la víctima de manipulación, desvalorización o cosificación puede experimentar un aletargamiento en su deseo sexual e incluso perderlo, en ocasiones de manera definitiva. Para quien se asume superior, la falta de pasión por parte del otro llega a apagar cualquier impulso de iniciar un acto de intimidad, dado que con frecuencia es rechazado o tiene que lidiar con la actitud excesivamente pasiva de su compañero. 

La frustración puede llegar al extremo de que alguno de los dos considere padecer algún trastorno orgánico que justifique su ausencia de deseo o placer sexual, así como esa total inhibición de la intimidad. Sin embargo, al evaluar médicamente a estas personas, en su mayoría mujeres, los resultados no apuntan a ninguna causa fisiológica. 

Además, si existen resentimientos por acciones u omisiones que constantemente se sacan a colación ante cualquier inconformidad, entonces la semilla del displacer enfría con mayor rapidez el vínculo afectivo. 

HAY ALTERNATIVAS 

“Yo valgo, tú vales” es la posición de equidad que se requiere para salir de la carrera del sexo transaccional, regida por el “me das, te doy”. Sólo así se puede construir una relación igualitaria donde el valor de cada quien lo determina lo que es, sin importar su estatus social, económico, académico o de cualquier otra índole; donde un género no es de mayor rango que el otro. Ni encima ni abajo; al parejo. 

Esto exige una revisión de los mitos con que cada uno llegó a la relación. Los mitos de superioridad económica, educación, formación religiosa o experiencia sexual previa deben dejar de determinar el vínculo entre dos individuos. 

Si uno discrepa de la forma de pensar del otro, no se tiene por qué recurrir a aplastarle con críticas destructivas o insultos cargados de prejuicios. La escucha activa es de gran valor, y tanto la autoaceptación como la aceptación del otro marcarán una diferencia sustancial en la pareja. 

Ambos necesitan identificar esos espacios oscuros que forman sus prejuicios y comprender la necesidad de recibir asesoría psicológica y sexual para resolverlos. 

Fincar la relación en el amor y respeto mutuo, donde cada uno experimente la libertad de ser, pensar y sentir, brindará una estructura sólida que permitirá que esta se fortalezca día con día.

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Escrito en: Silvestre Faya hipergamia

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