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La Internacional Situacionista: juego, ciudad y revolución contra la sociedad del espectáculo

Se trata de uno de los movimientos artísticos más radicales del siglo XX. Bajo la premisa de que la transformación social debía hacerse a través de actos cotidianos, buscaba intervenir en el espacio público para resignificarlo.

Le rouge (1968), de Gérard Fromanger. Foto: beauxarts.com

Le rouge (1968), de Gérard Fromanger. Foto: beauxarts.com

AURORA HERNÁNDEZ

La Internacional Situacionista (IS) fue una de las propuestas más influyentes para la práctica política revolucionaria y la crítica artística del siglo veinte. Su pensamiento y ejercicio se apartaron de todos los modos anteriores de hacer arte y política, postulando la completa transformación de la vida cotidiana como base para la revolución. 

Desde la denuncia mordaz de la sociedad del espectáculo descrita por Guy Debord hasta las derivas urbanas de la psicogeografía, la IS apuntaba a articular el deseo, el espacio y el tiempo como sitios de lucha. ¿Puede el arte funcionar como un medio de rebelión cotidiana? Los situacionistas lo hicieron; al menos, apostaron todo al cambio a través del juego, la ciudad y la crítica radical del entretenimiento como control. 

SE LLAMA A UNA NUEVA REVOLUCIÓN 

La IS nació en un período de profunda crisis para la teoría revolucionaria clásica. El colapso del movimiento obrero después de 1968, la decepción del comunismo soviético como un proyecto de emancipación y la integración de la clase trabajadora en las relaciones de producción —ahora como consumidores en el nuevo estado de bienestar keynesiano—, hacían que las estrategias heredadas del siglo XIX para la transformación social parecieran obsoletas. La izquierda institucionalizada, tanto en su versión socialdemócrata como comunista, abandonó el horizonte transformador en favor de modelos administrativos del orden existente. 

La respuesta de los situacionistas consistió en un abandono total del proyecto revolucionario moderno. Entendieron que el cambio social debía ocurrir a nivel de la vida diaria. Ya no se llevaría a cabo a través de la toma de instituciones políticas, sino en los gestos sociales, afectos y experiencias que componen la cotidianidad. O como lo expresó Debord: “No es el arte de vanguardia el que sirve a la revolución, sino la revolución la que sirve al arte”. 

Detrás de la IS estaba un conjunto de colectivos de vanguardia interrelacionados que planteaban preguntas sobre el arte, la ciudad y la vida ordinaria. Por ejemplo, la Internacional Letrista tenía sus raíces en el letrismo de Isidore Isou — quien abogaba por el valor sonoro sobre el significado de las palabras en la poesía—, pero adoptó una posición más radical y rupturista. 

Por otra parte, los líderes del Movimiento para una Bauhaus Imaginista, como Asger Jorn, se oponían a la tendencia modernista hacia la estandarización del pensamiento y la eliminación del impulso, por lo que buscaban una forma creativa más lúdica. 

Pintura colectiva situacionista (1961), varios artistas. Imagen: GIBCA
Pintura colectiva situacionista (1961), varios artistas. Imagen: GIBCA

La Internacional Situacionista se desarrolló a partir de este intercambio de experiencias comunes, ideas y estrategias. Todos rechazaban el arte oficial, que se había degenerado a poco más que una mercancía capitalista. Inspirados por el dadaísmo y el surrealismo, pero especialmente por el pensamiento de Henri Lefebvre, estos colectivos pretendían liberar el potencial de un arte que estaría directamente entrelazado con la cotidianidad. 

PSICOGEOGRAFÍA Y LA NUEVA BABILONIA 

El núcleo creativo de este movimiento era la generación de situaciones, es decir, momentos intensos que interrumpían temporalmente la alienación de la vida diaria bajo el capitalismo. Estas situaciones eran construidas a través de operaciones como la dérive (vagar por las calles) y el détournement (desvío de elementos culturales), que permitieron la resignificación del espacio urbano y la subversión de los signos de la cultura dominante. 

La dérive consistía en recorrer la ciudad sin un fin predeterminado. En el proceso, los mecanismos ocultos del poder urbano se hacían visibles y se inventaban nuevos modos de percibir y moverse a través del espacio. Por el contrario, el détournement resignificaba representaciones, léxicos y discursos de poder tomados de la cultura de masas. 

En 1958, con motivo del Congreso Internacional de Críticos de Arte en Bruselas, Guy Debord, Asger Jorn y otros miembros de la IS organizaron un acto de vandalismo en su contra. Distribuyeron un panfleto que condenaba a la crítica oficial de ser cómplice del orden burgués y calificaba a dicha asamblea como una atracción de feria. La incursión fue breve y subversiva, fiel al rechazo situacionista de todas las instituciones artísticas y a su afinidad por las prácticas de ruptura radical. 

La IS también concibió una forma de urbanismo diferente a la del status quo: el urbanismo unitario, que ofrecía una visión de la ciudad como una serie de entornos diferenciados que servían para incitar sensaciones emocionales e inducir cambios de comportamiento. En contraste con la racionalización funcionalista de Le Corbusier, Constant Nieuwenhuys imaginó una ciudad abierta, lúdica y nómada: Nueva Babilonia, la cual cambiaría permanentemente y podría moverse junto con su población migrante, así como expandirse en cualquier dirección sin límites fijos. En esta utopía, nadie sería un trabajador o un consumidor per se, sino un nómada del deseo que podría explorar y dar forma a su entorno libremente. 

The Naked City, cartografía psicogeográfica de París realizada por Guy Debord en 1961. Imagen: Revista URBS
The Naked City, cartografía psicogeográfica de París realizada por Guy Debord en 1961. Imagen: Revista URBS

PERFORMANCE CONTRA LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO 

Uno de los conceptos clave de la IS fue la sociedad del espectáculo, tal como lo describió Guy Debord en su libro de 1967 del mismo título. Para el autor, el capitalismo tardío no sólo domina la producción material, sino que convierte toda la vida humana en una representación. 

El espectáculo es la victoria de la imagen sobre la vida. Pero no es una mera serie de imágenes aisladas, sino una relación social mediada por imágenes, donde lo real se degrada y se transforma en un pseudo-mundo relegado a la contemplación pasiva. El sujeto se coloca como un mero observador; está desprendido de sus deseos, de su tiempo, de otras personas y de sí mismo. La mediatización se filtra en todo tipo de experiencia colectiva cotidiana y el extrañamiento se vuelve entonces extremo. 

En respuesta a esta alienación, los situacionistas sugerían la autonomía comunal a partir del deseo en el arte revolucionario. Para eso, era necesario romper con los mecanismos de representación, tanto en el arte como en la política organizada, y producir momentos de experiencia directa, de intensidad vivida. La construcción de situaciones era la reversión de las condiciones existentes y el restablecimiento de la subjetividad a través de la acción, el sentimiento y la construcción del mundo con personas actuando en él, en lugar de ser abstraídas. 

La naturaleza efímera, corporal y no comercializable de las intervenciones situacionistas prefiguró mucho de lo que sucedería con el performance. La IS es, de alguna manera, precursora del género. Cuando el arte corporal apenas comenzaba a aparecer en Estados Unidos, en Europa ya se había desarrollado un arte de acción simbólico y cuestionador. 

No eran esfuerzos para representar el mundo, sino para participar en él. El cuerpo, el espacio y el tiempo eran materias primas para la creación y la manifestación política. El arte ya no se veía como una cosa o un evento, sino más bien como algo compartido. La IS, por lo tanto, antecedió al activismo cultural y la crítica institucional actuales.

Grafiti francés con el eslogan de 1968 'Prohibido prohibir'. Foto: Wikimedia Commons
Grafiti francés con el eslogan de 1968 "Prohibido prohibir". Foto: Wikimedia Commons

MOVILIZACIÓN ACTIVISTA 

El poder de este movimiento estaba en su apogeo durante el Mayo francés de 1968. Muchos de los eslóganes que se extendieron por las paredes de París —“La imaginación al poder”, “Prohibido prohibir”, “La vida está en otra parte”— eran traducciones directas de pensamientos situacionistas. A pesar de que la IS misma no fungió como fuerza motriz de las protestas, sus ideas permearon la atmósfera de insurrección y apetito por un cambio radical. 

Sus enfoques resonaron con experiencias como la de Black Mask, un grupo de Nueva York que fusionó la acción directa con una apuesta por desestabilizar el orden simbólico; o la pintura de Gérard Fromanger, que capturó el pulso visual y político de Mayo del 68, cruzando el dominio del arte, la calle y la militancia. 

Al rechazar los requisitos pasivos y vacíos del espectáculo para asegurar una experiencia activa y constante de la vida, desprovista de tiempo muerto, la Internacional Situacionista quiso reescribir el mundo desde cero. 

Su insistencia en abolir la división entre arte y vida, entre energía e instante, entre pasiones y acción, entre política y experimento, sigue ofreciendo uno de los programas más audaces del siglo XX. 

Para el mundo cada vez más comercializado, mediatizado y fragmentado, el llamado de la IS sigue siendo muy atractivo: construir situaciones, intensificar la vida y destruir el espectáculo.

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Escrito en: Aurora Hernández Internacional Situacionista sociedad del espectáculo Guy Debord Asger Jorn derivé psicogeografía Nueva Babilonia

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