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La edad del desconsuelo: La crisis que emana de la rutina adulta

Cuando Dave escucha a su esposa decir que ya no volverá a ser feliz, hace todo lo posible por evadir enfrentarse a esa realidad y por mantener el equilibrio que hasta entonces se había sostenido en su hogar.

La novela aborda las dificultades para lograr un balance entre el matrimonio y la paternidad. Foto: Unsplash/ Wesley Tingey

La novela aborda las dificultades para lograr un balance entre el matrimonio y la paternidad. Foto: Unsplash/ Wesley Tingey

ANA SOFÍA MENDOZA DÍAZ

La vida de Dave, el protagonista de esta novela, cumple cabalmente con la definición de éxito más aceptada por la sociedad: dirige, junto con su atractiva e inteligente esposa Dana, su propia clínica dental, la cual les deja ganancias suficientes para vivir de manera bastante holgada y cubrir todas las necesidades de sus tres bellas y amadas hijas, Lizzie, Stephanie y Leah. 

Sin embargo, nada parece evitar “la edad del desconsuelo”, aquella en que por fin ha llegado el futuro que tan prometedor se presentaba en la juventud; pero ya no cargado de ilusiones, sino de una rutina que parece haber devorado la chispa de vitalidad que antes hacía del presente y del porvenir un mundo de posibilidades. 

“No es sólo que sepamos que el amor se acaba, que nos roban a los hijos, que nuestros padres mueren sintiendo que sus vidas no han valido la pena. No es sólo eso, a estas alturas tenemos muchos amigos y conocidos que han muerto; todos en cualquier caso, tendremos que enfrentarnos a ello, antes o después. Es más bien que las barreras entre nuestras propias circunstancias y las del resto del mundo se han derrumbado a pesar de todo, a pesar de toda la educación recibida”, reflexiona Dave al admitir que tiene 35 años y el desconsuelo se ha instalado en su ser. 

Es preciso mencionar que el título original de la novela es The Age of Grief. Esta última palabra se traduce de forma más literal como “duelo”, haciendo referencia a la pérdida de lo que fue o pudo haber sido. En el caso de Dave es como si hubiera enterrado al universitario impulsivo y seguro de sí mismo que no sólo logró conquistar a la única mujer en la facultad de odontología, sino que la hizo su esposa. En cuanto a lo que pudo ser, tiene que hacerse a la idea de que el amor y la armonía familiar no permanecerán intactos para siempre. 

Su entrada a la edad del desconsuelo está marcada por un momento que lo coloca frente a frente con la pérdida. Regresando a casa de un recital en que Dana participó, ella se ensimisma y deja escapar en voz alta, sin darse cuenta, uno de sus pensamientos: “Nunca más volveré a ser feliz”. Desde el volante, Dave cobra conciencia de que su matrimonio se le escapa de las manos y llega a la conclusión de que su esposa está enamorada de otro. 

El periodo que abarca el relato va de este instante a aquel en que Dana debe tomar una decisión respecto a su sentir. La novela, más que centrarse en el drama de la infidelidad, se enfoca en los intentos de Dave por mantener el delicado equilibrio en la vida familiar, confiando en que si evade el tema todo se mantendrá como siempre. 

Externamente así sucede: la pareja se divide las tareas relacionadas con la clínica, el hogar y la crianza de las niñas como siempre lo han hecho; incluso mantienen una actividad sexual regular y organizan viajes familiares a la casa de campo. Sin embargo, pequeños detalles trastocan esa estabilidad, dando paso a una incertidumbre que crece como avalancha y que amenaza con sepultar a Dave. 

EL DRAMA COTIDIANO 

Esta obra, de la prolífica escritora estadounidense Jane Smiley, fue publicada por primera vez en 1987 como parte de una antología de relatos cortos de la misma autora y con el mismo título que la novela. Cinco años después, Smiley ganaría el Premio Pulitzer de  Ficción por Heredarás la tierra —una reinterpretación de El rey Lear, de Shakespeare—, que sigue las tensiones que surgen dentro de la familia Cook cuando el patriarca decide heredar sus campos a sus hijas. 

El talento de Smiley para la prosa ya era evidente desde La edad del desconsuelo, donde las oraciones se siguen de forma fluida unas a otras, concisas y potentes, invitando al lector a leer el libro de tirón. A eso también abona el hecho de que no hay capítulos que dividan el hilo de pensamientos del protagonista, quien narra en primera persona un lapso de alrededor de seis semanas en la vida familiar, insertando de vez en cuando recuerdos de cuando él y su esposa eran más jóvenes. 

En 2015, la editorial Sexto Piso rescató esta novela y publicó una traducción al español de Francisco González López. En las apenas 113 páginas del volumen, la autora desarrolla un retrato profundo de la familia de Dave, y lo logra sin necesidad de hurgar en complicaciones psicológicas, sino que lo hace a través de la cotidianidad en la que están inmersos los personajes. La manera en que cada uno navega ese día a día revela sus distintas personalidades, temores y deseos. Esta característica narrativa abarca tanto a la pareja de dentistas como a sus hijas, lo cual se agradece, ya que en muchas historias —en la literatura, en el cine, etcétera— los niños suelen ser representados como meros accesorios o bien como pequeños adultos. En La edad del desconsuelo, en cambio, son seres autónomos que si bien están en formación, poseen características únicas que provocan una mezcla de admiración y desconcierto en su padre, quizá porque a pesar de ser tan diferentes entre sí, en algún momento terminarán irremediablemente a merced de la aflicción que genera la vida. 

Jane Smiley. Foto: Random Penguin House/ Derek Shapton
Jane Smiley. Foto: Random Penguin House/ Derek Shapton

Lizzie, la mayor, es observadora y sensible. Esto último la vuelve vulnerable a padecer constantemente del sistema digestivo, a donde suelen ir a parar las emociones sin procesar. Stephanie, la de en medio, es todo oídos y, a pesar de ensimismada, es intrépida. Leah, la pequeña en edad preescolar, sólo parece ser capaz de absorber el mundo a través de sus manos, tocándolo todo, y está pasando por una etapa de “papitis” en la que necesita tener contacto físico con papá cada momento. 

“De modo que tengo tres remordimientos distintos. ¿Qué es lo que ve Lizzie? ¿Qué es lo que oye Stephanie? ¿Qué clase de punzada de anhelo genera mi carne sobre Leah cuando se me echa encima y pone las manos en mis hombros? No hay forma de escapar de ellas, imposible [...] No puedo dejar de tener miedo. Son tan guapas, mis hijas, tan frágiles”, se lamenta Dave, quien nota que la barrera que ha surgido entre él y Dana las afecta. Así, la novela también deja ver la intersección entre el matrimonio y la paternidad, las dificultades de nutrir ambas facetas. 

LOS PEQUEÑOS RITUALES 

La edad del desconsuelo es rica en sutilezas, como la vida misma. No hay nada de especial en esta pareja de dentistas a mitad de la treintena y, sin embargo, la desenfadada prosa de Smiley nos recuerda que el complejo entramado de las relaciones intrafamiliares se teje gracias a los pequeños rituales, aparentemente sin importancia, en que participan sus integrantes: el café de la mañana, las idas al supermercado, los tratamientos para la gripe, las conversaciones al finalizar la jornada laboral, los viajes en auto… Cada página es una ventana a esos momentos intrascendentes que constituyen la intimidad y los cimientos de un hogar, pero que también pueden llevar a su destrucción. 

No se trata, sin embargo, de una visión pesimista de la vida, sino de un retrato finamente construido de la crisis que se atraviesa cuando el individuo finalmente cobra consciencia de que ya está bien entrado en la adultez y eso reduce significativamente las opciones para el futuro. Pero, como toda crisis, tiene su fecha de caducidad. Como el mismo protagonista lo dice: “Tengo entendido que después se llega a la edad de la esperanza o, al menos, de la resignación. Pero sospecho que para eso tiene que pasar bastante tiempo”. No queda más que esperar a que el paso de los años haga lo suyo.

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