Hace más de dos décadas, cuando recién llegué a vivir a esta ciudad, comprendí que hay bebidas que calman la sed, y otras que asientan el alma.
El agua Celis con limón pertenece a la segunda categoría. En Torreón, Coahuila, hay quienes cruzamos la ciudad entera solo para tomarnos un vaso bien frío de esta bebida salada, gasificada, que desde hace un siglo forma parte de la memoria gastronómica de la Comarca Lagunera. No es solo un refresco, es un símbolo.
La historia de esta bebida está íntimamente ligada a la del estanquillo El Casino, ubicado en la Plaza de Armas, que desde 1929 se mantiene en pie como un testigo del paso del tiempo. Francisco de Haro, profesor de la licenciatura en Derecho de la Ibero Torreón y nieto de don Bonifacio Ahumada Palacio —uno de los fundadores del puesto—, me contó con orgullo que la receta es sencilla en apariencia, pero requiere “su toque”. El agua es gasificada al momento, se le añade limón y sal.
“El agua Celis es la bebida más vendida, aunque también se venden otros sabores”, me dice Francisco, “porque es la única del menú que es salada. La gente la toma para refrescarse del calor, para hidratarse o, simplemente, porque sabe a casa”. Esa frase resume mucho más que una preferencia culinaria. Porque, como lo diría el sociólogo Gilberto Giménez, la identidad no solo se hereda, también se asimila a través de la gastronomía y el territorio. Esta bebida típica es una forma simbólica que articula lo cotidiano con la cultura de la región.
Lo interesante del agua Celis no es solo su sabor, sino su capacidad para funcionar como marcador cultural. En palabras de Giménez, una identidad regional se construye en torno a elementos comunes que dan forma a una “voluntad de vivir colectiva”. En este caso, el estanquillo y sus aguas son punto de encuentro, de charla breve entre transeúntes, de memoria familiar. No hay receta escrita ni origen confirmado, pero sí una certeza compartida: esa bebida solo sabe así de espectacular aquí, bajo el sol lagunero.
En una época en la que todo parece homogéneo y de cadena, conservar estos espacios de autenticidad es un acto de resistencia cultural. Por ello el estanquillo El Casino es más que un negocio, es un patrimonio vivo que merece ser conservado.
Así que la próxima vez que pases por el centro de la Ciudad, no dejes de probar una Celis con limón, porque estarás bebiendo un sorbo de identidad lagunera, y tal vez por eso se hace realidad la leyenda de que quien toma de ella, siempre vuelve a Torreón (o se queda para siempre como yo).