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CLAUDIA RIVERA MARÍN

LA CULTURA ORGANIZACIONAL: UN ACTIVO ESTRATÉGICO

A pesar de su papel estratégico en la organización, es frecuente restarle valor al impacto de la cultura organizacional en el éxito y la competitividad de la empresa, así como en sus colaboradores. El doctor Elliott Jaques fue uno de los pioneros en este tema, ya que en su libro La cultura cambiante en una fábrica (1951), afirmó que "las personas compartían una forma de pensar y hacer las cosas que facilitaba el compromiso con la organización y el logro de los objetivos comunes", a lo que denominó cultura organizacional. Y sí, es un hecho que en cada empresa existe una, fundamentada en los valores, principios y conductas que inicialmente establece la alta dirección, pero que al paso del tiempo se va nutriendo con aportaciones de otros miembros. Es el tejido invisible que une a las personas, guía su comportamiento y define la identidad corporativa. Uno de los beneficios de una cultura organizacional sólida y bien definida es que fomenta la cohesión interna y el sentido de pertenencia; el compromiso y motivación de los aumentan cuando se identifican con los valores de la empresa, su compromiso y motivación aumentan, lo que incide directamente en su desempeño y productividad.

La cultura incluye valores, pero también antivalores. Esto significa que así como puede contribuir a acrecentar la motivación de un empleado, también puede perjudicarlo. La organización es nuestra segunda casa, el lugar en donde pasamos por lo menos ocho horas de nuestra jornada diaria por lo que constituye un espacio de aprendizaje, tanto de conductas positivas como destructivas. Si en ese espacio se promueven buenos hábitos (como la limpieza, la puntualidad, la responsabilidad) y valores (como el respeto a la persona y al medio ambiente), será muy factible que llevemos a casa estas prácticas. Si por el contrario el ambiente laboral es tóxico y hostil, en el que se viven abusos al empleado, hacia los clientes, los proveedores, las leyes o la comunidad, de igual manera lo llevaremos a nuestra vida personal, porque es lo que vivimos cotidianamente.

Así como la cultura organizacional puede atraer talento también puede hacer que se vaya, por lo que no sería raro que en las empresas con alta rotación sea un factor por analizar. En conclusión, este elemento no es una moda o un cartel que expresa valores, sino un activo estratégico que puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de una empresa. Cultivar una cultura organizacional sana, coherente y orientada al crecimiento no sólo mejora el clima laboral, sino que también impulsa la innovación, la eficiencia y la sostenibilidad a largo plazo. Como colaboradores, debemos contribuir a crear y mantener una cultura que construya positivamente y brinde estabilidad a los compañeros, en lugar de fomentar prácticas nocivas que afecten su productividad o que los hagan sentir poco valorados. La reflexión para cada trabajador debería ser: ¿qué tanto comulgo con los valores de la empresa? ¿cómo los promuevo?, ¿contribuyo a construir un ambiente positivo o tóxico?


               
               

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Escrito en: columnas Editorial

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