
El exotismo hollywoodense: retratos absurdos en la ficción
Que el recibimiento de una película por parte del público dependa de lo bien o mal representada que está una cultura en ella pareciera ser un fenómeno exclusivo de los tiempos que corren, donde los esfuerzos por incluir cierta diversidad social se han mantenido ya por un tiempo en Hollywood. Sin embargo, otras épocas también se han distinguido por el cuidado en este sentido.
CONTRA LOS ESTEREOTIPOS MEXICANOS EN PANTALLA
El Departamento de Supervisión Cinematográfica de México, creado en la década de los cuarenta, tenía como principal objetivo la defensa de las “buenas costumbres” y la moral en el cine. Este propósito, que a día de hoy puede parecer anticuado, incluía una campaña para proteger la imagen del país y de sus habitantes en el extranjero.
A través de embajadas y consulados mexicanos en Estados Unidos, esta institución revisaba los guiones y determinaba si incluían representaciones ofensivas o burdas de los mexicanos y su cultura. Si era así, se solicitaban cambios. En cuanto a las películas en las que no se pudiera llegar a un acuerdo, se prohibía su distribución en México, lo que representaba pérdidas para las compañías productoras hollywoodenses.
Entre los estereotipos considerados dañinos estaba el retratar a los personajes mexicanos como perezosos, traicioneros, peligrosos o como una figura ridiculizada. Por ejemplo, si aparecían en un western como villanos poco inteligentes, burlados y derrotados con facilidad, era poco probable que la cinta llegara a las salas de cine en México, un país con una industria cinematográfica fuerte en aquella época.
El Departamento de Supervisión Cinematográfica actuaba bajo la premisa de que el séptimo arte era (y sigue siendo) un medio de comunicación poderoso, capaz de moldear la realidad. La imagen proyectada sobre los mexicanos y sus costumbres, entonces, podía influir en la visión de otros países sobre nuestra cultura.
La presión hacia Hollywood para representar dignamente a los mexicanos era considerable; incluso en algunos casos se realizaban protestas contra los estereotipos nocivos.
LA REPRESENTACIÓN CULTURAL EN UN MUNDO GLOBALIZADO
Emilio Portes Gil, presidente de la República a finales de los años veinte y principios de los treinta, abogó porque se prohibieran los intertítulos en inglés en las películas silentes. Años después, El Universal hizo su parte lanzando una campaña contra la proliferación de filmes sonoros estadounidenses, pues existía la preocupación de que el idioma español perdiera relevancia. Tanto revistas y periódicos, como críticos y escritores creían en este posible impacto, por lo que se sumaron enérgicamente a dicha oposición.
Si bien estas controversias parecen superadas en un mundo que se volcó rápidamente hacia la globalización y al aprendizaje del inglés en las escuelas, los esfuerzos por defender las representaciones culturales de ciertas poblaciones tenían un significado importante.
La manera en que hoy se ha permitido la exotización de México y otros territorios en el cine hollywoodense deja entrever la manera sesgada en que muchos escritores y directores ven a otras culturas, visiones erróneas que se perpetúan en el mundo a través de las salas de cine y los servicios de streaming.
Actualmente, México es uno de los países con más boletos vendidos en taquilla para ver cine de Hollywood. Según El Financiero (2015), se posiciona como el cuarto lugar en la taquilla mundial. Ni siquiera gracias a ese dato el país se salva de ser retratado con un filtro sepia en producciones de gran alcance o de que películas como Emilia Pérez (2024), que exotiza al país y ridiculiza sus problemáticas sociales, sea nominada y premiada por la Academia. Filtro sepia y narcotraficantes representados como reguetoneros en la serie Breaking Bad.
EL “SALVAJE”
Es común que el género western, en obras como Stagecoach (1939) o The Searchers (1956), maneje el estereotipo del indígena salvaje y sanguinario. Estos personajes son presentados como antagonistas o meros obstáculos para la civilización occidental, considerada más “avanzada”. Esta narrativa ha sido apoyada por el cine de Hollywood durante décadas, ya sea consciente o inconscientemente, olvidando que la expansión del progreso propio de Occidente se basa en la exclusión y destrucción de muchas culturas originarias.
Constantemente vemos, por ejemplo, cómo esta industria muestra a los gitanos como personajes alocados y bohemios, siempre con una especie de halo de misterio y peligro. Lo desconocido, lo subalterno, es recibido con miedo y cierta admiración.
El “extranjero” es constantemente retratado como un ser casi irracional que repite la misma frase en un idioma descononcido, gritando y haciendo ademanes. Esto ocurre en Niños del hombre (2006) con un personaje incidental, una mujer de avanzada edad que resulta ser de ayuda para ocultar a un bebé durante la guerra. Extrañamente, este estereotipo se cumple a pesar de que la película aborda la problemática migratoria como elemento importante y está dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón.
Por supuesto, en el cine estadounidense más idiosincrático los estereotipos se presentan con mayor ahínco, como sucede en Thinner: la maldición gitana (1996). Se trata de la adaptación de una novela del escritor de horror contemporáneo por excelencia, Stephen King. Narra el adelgazamiento extremo e inexplicable de un abogado después de haber perjudicado a un grupo de gitanos que, por cierto, más bien se ven como un montón de hippies representados por actores aficionados.
El director Robert Eggers parece ser consciente de la constante representación exagerada de este grupo poblacional, y lo deja claro en su último largometraje, Nosferatu (2024). Drácula, novela en la que se basa la película, muestra a los gitanos como portadores de males inenarrables, monstruos que viajan para aterrorizar al mundo occidental. Eggers, en un intento por utilizar esta caricaturización de forma consciente, representa a los rumanos como personajes que se quedan viendo fijamente a quien viene de otro país, que bailan en todo momento y le roban al viajero mientras duerme.
LA NARRATIVA GIBSONIANA
El caso de Mel Gibson es especial. Desde su perspectiva, según se muestra en sus películas, el heroísmo se tiñe de una fe religiosa, ciega y poderosa que lleva al ser humano a cambiar el mundo, no sin olvidarse de presentar en pantalla una dosis apabullante de violencia espectacular y gráfica.
Hasta el último hombre (2016), escrita por Andrew Knight y dirigida por Gibson, se basa en la historia real de un médico militar que, durante la Segunda Guerra Mundial, decide no utilizar armas para ser fiel a sus principios religiosos. Avanzando a contracorriente, sus compañeros de pelotón lo critican por ponerse a sí mismo en peligro; sin embargo, logra salvar vidas de esta forma, llevando al espectador a un clímax emocionante. Pero entonces, siendo incoherente con su propia narrativa sobre fé y pacifismo, en las escenas finales el director decide mostrar planos de soldados japoneses siendo asesinados en cámara lenta. Al ser asiáticos, son lo suficientemente ajenos como para volcar sobre ellos las partes más violentas del filme.
Apocalypto (2006), también de Gibson, fue criticada duramente por presentar a los antiguos mayas con una enorme brutalidad, haciéndolos responsables de invasiones, sacrificios y persecuciones que eran más propias de los mexicas, y dejando de lado los avances científicos que alcanzó esta civilización, además de mantener inconsistencias históricas.
La historia es bastante sencilla, ya que narra la huída del protagonista de sus captores, a través de hazañas sobrehumanas, en medio de aventuras y bastante violencia, para terminar con la aparición de un barco español. Así que, bajo esta narrativa, se interpreta que la “barbarie” prehispánica terminó con la Conquista, que “salvó” y “civilizó” a estas poblaciones indígenas.
EXOTISMO MUSICAL
El género musical llamado “exótica”, vendido como “turismo sonoro”, representa bastante bien los valores en los que se sustenta la mala representación que se ve en el cine. Es una variante del pop de los años cincuenta y sesenta que se utilizaba como soundtrack en producciones cinematográficas. Se basaba en música polinesia, del este de Asia, Sudamérica y África.
El resultado era una interpretación ingenua de estas sonoridades, que las transformaba para hacerlas más fácilmente escuchables, es decir, más dóciles. Las temáticas alrededor del género “exótica” rayan en el racismo y lo colonial, pues normalmente acompañaban a historias de viajeros que, en busca de aventuras, se internaban en territorios ajenos y “salvajes”.
Es así como la visión hegemónica, en que Estados Unidos y Europa son el centro del mundo, sesga y deforma otras realidades, generalmente de una manera ingenua que resulta en una especie de kitsch que limita la mente del espectador y los horizontes narrativos de la industria cinematográfica.