Grande fue la sorpresa, y mayor el enojo de don Poseidón cuando vio a Glafira, su hija, efectuando en la sala con su novio el antiguo rito de la generación. Antes de que el pasmado e iracundo genitor pudiera articular palabra le dijo el mozalbete: "No piense mal, señor. Estamos practicando para nuestra noche de bodas". El disgustado cliente le reclamó al mesero: "Esta carne tiene muchos nervios". "Compréndala por favor -le pidió el hombre-. Es la primera vez que se la van a comer". La Catedral de Saltillo es el templo más importante de la catolicidad universal, seguido muy de cerca -lo reconozco- por la Basílica de San Pedro en Roma. Se construyó con materiales que los propios saltillenses aportaron. Alguien les dijo que con cada piedra labrada que entregaran se quitarían un día de purgatorio. Mucho habrían pecado, el caso es que trajeron gran cúmulo de piedras. Con las que sobraron se formó la sierra de Zapalinamé, extensa y elevada cadena montañosa que limita por oriente el fértil valle donde se encuentra mi ciudad. Llevo conmigo muchos calendarios, tantos que recuerdo aún cuando en la Catedral se sentaban las mujeres de un lado y los hombres del otro. No olvido al padre Jáuregui. Un día estaba confesando a cierta dama, y salió de pronto del confesonario al tiempo que exclamaba con su voz de trueno: "¡Ah bárbara! ¡Déjame ver quién eres!". Evoco en igual forma al señor cura García Siller, quien pronunció el que es seguramente el sermón más breve en los anales de la oratoria sagrada de todos los tiempos. El Evangelio del domingo narraba la curación de los leprosos por Jesús. Dijo el párroco: "Los leprosos son los pecadores". Y siguió adelante con la misa. ¿Habrá dicho algún predicador una homilía más corta que ésta de cinco palabras? Extraños misterios guarda el recinto catedralicio. La luz entra por una de las ventanas de su fachada, y por un raro fenómeno de óptica proyecta en la pared, como una película, lo que sucede en la Plaza de Armas de enfrente, sólo que al revés. Las campanas de la Catedral tienen voz clara y sonora: cuando estaban siendo fundidas apareció doña Josefa Báez Treviño, viuda de un riquísimo minero, seguida por un largo cortejo de sirvientes que arrojaron barras de oro y plata en el crisol donde se estaba fundiendo el metal para hacer las campanas. Digo todo esto porque antier asistí a un acto en el cual se anunció que con la participación de la empresa española Iberdrola, del Gobierno de Coahuila y del Municipio de Saltillo se dotará de una nueva iluminación al máximo templo de mi ciudad, para que por las noches luzca sus bellezas en todo su esplendor. Así lo dijo Katya Somohano, directora de Iberdrola en México, gentil y talentosa dama quien tuvo para Saltillo y para su Catedral conceptuosos términos. El alcalde Javier Díaz, quien en su breve gestión ha hecho mucho bien a la comunidad, relató en su discurso: "Al llegar aquí le pregunté al maestro Catón su opinión sobre esta obra. Respondió: 'Me alegra saber que se va a iluminar lo que siempre nos ha iluminado'". El numeroso público aplaudió esa frase. María Bárbara Cepeda Boehringer hizo en forma amena la historia del recinto. Saltillo es ciudad rica tanto en gente buena como en paisaje urbano. Su Catedral, que tanta luz irradia, tendrá nuevo brillo con esta nueva luz. Por mi parte hago propicia la ocasión para repetir mi conocido lema: "Yo no quiero irme al Cielo. Vivo en Saltillo"... Dulcibel le informó a su galán: "Recibí el resultado del análisis de laboratorio, y debo decirte, Pitorrango, que estaba yo equivocada: no todo ha terminado entre nosotros". FIN.