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Canto Cardenche: voces del alma que resisten en el desierto

Abril Olvera, vecina de Don Guadalupe Salazar y habitante de Sapioriz, comparte junto a Vilma Guerra, a través de este reportaje, una mirada íntima sobre el presente de una tradición musical ancestral que, pese a haber sonado en escenarios internacional

Canto Cardenche. (EL SIGLO DE TORREÓN)

Canto Cardenche. (EL SIGLO DE TORREÓN)

ABRIL OLVERA | VILMA GUERRA

"De niña no sabía que mi localidad, llena de cerros y formaciones rocosas, era parte fundamental de la identidad cultural de la Comarca Lagunera. No sabía que en las raíces de su tierra emergió algo llamado cardenche, y que no, no estaba relacionado con ningún tipo de planta".

La que habla es Abril Olvera, pobladora de Sapioriz y vecina de Don Guadalupe Salazar, uno de los pilares vivos de una tradición ancestral que hoy está al borde del olvido.

La memoria de la comunidad, un pequeño poblado clavado en la aridez de Durango, se teje con los hilos de un canto ancestral que cruzó fronteras transportado en la garganta de cuatro de sus habitantes.

"Era muy pequeña cuando escuché que en mi pueblo habitaban cuatro hombres de cabello cano que cantaban canciones antiguas, y que por ellos el nombre Sapioriz, hacía eco hasta en otros países".

El cuarteto conocido como Los Cardencheros de Sapioriz antes conformado por: Fidel Elizalde, Genaro Chavarría, Antonio Valles y Guadalupe Salazar, se convirtió en un faro cultural que atrajo al pueblo, según los ojos de Abril: "a gente extraña con cámaras colgadas en sus cuellos que llegaban a preguntar por ellos".

Sin embargo, la paradoja de la fama internacional contrastaba con una cierta indiferencia local. La niña Abril se preguntaba, por ejemplo, por qué los propios habitantes del pueblo mostraban poco interés por su arte.

"Algunos hasta se referían a ellos y a su canto como algo aburrido y que sonaba como algo del pasado, y que cuando ellos ya no estuvieran, las letras que salían de sus bocas se perderían".

El 8 de agosto del 2017 se inauguró el primer espacio dedicado a este canto, ahí, en el mismo Sapioriz. (CORTESÍA)
El 8 de agosto del 2017 se inauguró el primer espacio dedicado a este canto, ahí, en el mismo Sapioriz. (CORTESÍA)

El eco de su canto, sin embargo, fue tan potente que, tras resonar en latitudes lejanas, impulsó la construcción del primer espacio dedicado a esta tradición en Sapioriz: El Recinto al Canto Cardenche. La idea fue gestada por estudiantes de la Universidad La Salle Laguna. Luego de aproximadamente dos años de trabajo comunitario y académico, el inmueble fue inaugurado oficialmente el 8 de agosto de 2017.

En aquel día memorable, los propios Cardencheros, Genaro Chavarría, Guadalupe Salazar, Antonio Valles y Fidel Elizalde se erigieron como guardianes de su historia.

Con la sabiduría de sus voces, en el evento de apertura, recuperó Abril, desentrañaron el misterio de su canto, explicando que esta tradición, nacida en el norte de México en los albores de la Revolución Mexicana, fue un bálsamo para los peones de las haciendas algodoneras y mineras.

En medio de la esclavitud y las jornadas extenuantes, encontraron en el canto a capella una vía para eludir la realidad y expresar sus sentimientos. La lírica, cargada de tristeza, dolor, desamor y lucha, dio nombre a la expresión: el cardenche, una cactácea desértica cuyas espinas al clavarse causan un dolor atroz, y más aún al ser extraídas.

"Se trata de una metáfora", sentenció el cardenchero Fidel en la inauguración del recinto: "una comparación entre el dolor que causa la espina y el dolor que causa el amor. Pues tanto la espina como el amor son muy fáciles de entrar al cuerpo, sin embargo, al sacarlos, irremediablemente, detonan el sufrimiento".

Para Abril, aquella noche fue reveladora. Los asistentes, en especial los habitantes de Sapioriz, incluida ella, ese día lo entendieron todo: "pensamos que lo mejor que podíamos hacer era abrazar la tradición y sembrar en las nuevas generaciones la importancia de su preservación. Por eso, hoy a través de este reportaje, intento retratar en palabras, el eco infinito del Canto Cardenche: el sonido endémico de mis raíces".

RAÍZ MELANCÓLICA DE UN CANTO

El canto cardenche, también conocido como canciones de basurero o laboreñas, es una expresión musical que floreció en la Comarca Lagunera, una región semidesértica del norte de México.

Su origen se sitúa a finales del siglo XIX, en el contexto de las haciendas algodoneras y mineras, donde la migración de gente pobre de estados vecinos como Zacatecas, San Luis Potosí y Chihuahua, generó una composición social diversa.

En este ambiente de arduo trabajo y condiciones de vida difíciles, el canto emergió como un referente identitario y una válvula de escape para los peones.

Los hombres de campo que al trabajar como comúnmente se dice "de gallo a grillo", encontraron en este canto un refugio para descansar sus penas, sus cansancios.

La actividad se distingue por ser una interpretación polifónica a capella, es decir, sin acompañamiento instrumental, idealmente a tres o cuatro voces, aunque en su apogeo llegó a incorporar hasta cinco timbres distintos.

Los apuntes dicen que cada voz cumple un papel específico: la voz fundamental o central lleva la melodía principal; la primera voz de arrastre (también llamada "marrana") proporciona apoyo armónico y tonal en el extremo grave; la contralta o segunda añade dramatismo con su potencia vocal en intervalos superiores; y, ocasionalmente, el arrequinte o requinte aporta un matiz agudo.

En algunas agrupaciones, se añade una "quinta" en falsete para un efecto estridente, lo que se conoce como acardenchar la voz.

Para profundizar en lo anterior, Don Guadalupe Salazar, voz de arrastre, recibió a las autoras de este reportaje en la atmósfera de su casa. Una morada solitaria que guarda los recuerdos más preciados e íntimos de su camino por el canto acardenchado.

El hombre de piel tostada, en el ambiente cálido de su patio, recordó que esta técnica, la de arrastre, no era su voz natural, pero la adoptó para "hacerle la lucha" y mantener viva la tradición.

La ausencia de instrumentos no era una elección estética, sino una dura realidad. Don Guadalupe explicó que: "el peón no conocía el dinero, a ellos les pagaban con mandado. Ellos nunca tuvieron el privilegio de poder tener un instrumento, pero sí tuvieron el deseo de expresar lo que sentían".

Esta carencia se convirtió en una característica definitoria. El canto cardenche carece de un ritmo métrico fijo, permitiendo a los intérpretes gran flexibilidad en las frases, con pausas prolongadas y glissandos, que atenúan los intervalos entre notas, creando una sensación de suspenso y melancolía. El timbre áspero y quebrado de las voces refuerza la emotividad, generando un sonido que evoca un lamento continuo.

DEL 'BASURERO' A LA PROYECCIÓN MUNDIAL

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Como ya se explicó, la práctica de este canto estaba profundamente arraigada en la vida cotidiana de los peones. Fidel Elizalde explicó en el 2014, en el programa nacional Conversando con Cristina Pacheco, que, durante la época de las haciendas, a los trabajadores no se les permitía cantar cerca del casco principal para no "desvelar" a los patrones.

Por eso se reunían en los márgenes del campo, en los "basureros" (lugares donde se acumulaban desechos agrícolas como rastrojo de maíz o cañajote), encendiendo fogatas para mitigar el frío, una práctica que dio origen a la categoría popular "cantos de basura".

Ahí, acompañados de sotol, una bebida tradicional utilizada para calmar el agotamiento físico y las penas del trabajo, los peones cantaban sus lamentos y tristezas.

Don Guadalupe, sentado en una mecedora desgastada, agregó que: "trabajaban día y noche. Se iban con estrellas y venían con estrellas del trabajo".

Además de estos momentos espontáneos, el canto cardenche tenía presencia en rituales comunitarios como velorios y pastorelas, tanto en espacios religiosos como en las viviendas de los difuntos, reforzando su papel como expresión sonora de acompañamiento, consuelo y pertenencia.

En otro punto de Sapioriz, en una casa cerca del cementerio, Ofelia Elizalde, la única mujer cardenchera reforzó la idea anterior.

Relató cómo en su niñez, sin electricidad, las familias dormían en el patio para mitigar el calor, y sus padres "entonaban", bajito al amanecer, un canto íntimo y personal que se le fue "quedando en la mente, y en el corazón".

Es así que, en su voz, el canto cardenche tradicionalmente no era para el espectáculo público, sino parte de la vida diaria y la convivencia comunitaria, activado sólo en reuniones o en serenatas.

Ella fue la primera mujer en unirse formalmente al grupo, rompiendo con la percepción de que era un canto exclusivo de hombres, quienes cantaban con más libertad en público, mientras ellas lo hacían en la privacidad de sus casas.

VOCES DEL DESIERTO  EN RESISTENCIA

Don Guadalupe Salazar, el último integrante vivo del cuarteto, no del primero, pero sí el más reconocido de Los Cardencheros de Sapioriz. (DANIELA CERVANTES)
Don Guadalupe Salazar, el último integrante vivo del cuarteto, no del primero, pero sí el más reconocido de Los Cardencheros de Sapioriz. (DANIELA CERVANTES)

En la historia reciente del canto cardenche, los nombres de Ofelia Elizalde y Guadalupe Salazar resuenan como ecos persistentes en el desierto: voces que, a pesar del tiempo y la soledad, sostienen con firmeza un legado que se resiste a morir.

Ofelia, de 66 años de edad, se integró al grupo en 2020, pero, en metáfora, el canto enraizado a su tierra ha sido la banda sonora de su vida desde que estaba en la cuna.

"Cuando éramos niños no teníamos radio o tele y en lugar de despertar para ver caricaturas como ahora, lo hacíamos cuando entonaban las canciones".

Creció escuchando a sus padres y tías cantar, quienes, aunque, como ya se escribió, las mujeres no tenían la misma libertad pública que los hombres, mantenían viva la tradición en la privacidad de sus hogares.

"Lo que se vive en casa, se le acaba impregnando a uno", expresó hablando de la conexión que tuvo desde un inicio con el canto cardenche. Su ingreso al grupo, invitada por su hermano Fidel, fue un paso natural: "nunca lo había practicado, pero claro que lo conocía".

Por su parte, Don Guadalupe Salazar, el último integrante vivo del cuarteto, no del primero, pero sí el más reconocido de Los Cardencheros de Sapioriz, hoy es un hombre de casi 80 años que, por su amor por el cardenche, mantiene un compromiso inquebrantable por preservar el canto de su pueblo.

Desde los 14 años, cuando por necesidad se fue a Delicias, Chihuahua descubrió su voz. Al regresar a Sapioriz, se unió a otros jóvenes, y aunque al principio no cantaban cardenche, el padre de Fidel los animó a intentarlo al darse cuenta de su estilo "acardenchado".

"No nos iba muy bien, pero teníamos el compromiso con los Cardencheros anteriores de que íbamos a hacer lo posible... para que no se perdiera esto", relató Don Lupe, quien, junto a Fidel, Antonio y Genaro, un día se prometieron jamás desintegrarse.

Su relación era de profunda camaradería: "Nunca nos peleábamos y todo lo que hacíamos lo hacíamos con gusto".

Hoy, él no sólo sigue arrastrando la voz, también trabaja la madera, oficio que aprendió por necesidad y actualmente ejerce para mantenerse ocupado. Sus muebles y pequeños Cristos de madera son fruto de sus manos, objetos que a veces vende, y más, por su instinto generoso, regala.

En un giro de su existencia, asimismo, se convirtió en un poeta prolífico. Él mismo reveló que la escritura se convirtió en un refugio tras la muerte de su madre.

Ha escrito sobre el amor, el desprecio, y un corrido dedicado a sus difuntos compañeros cardencheros, el cual fue musicalizado y considerado para una película de Netflix. Él no sabe cómo se llama el filme, ni cuánto habrán de pagarle, pero de lo que sí está seguro, es que la escribió con el corazón en la mano, así como cuando se extraña mucho a alguien.

Aunque sus compañeros ya no están, él trata de seguir activo. En noviembre de 2023 fue reconocido con la Presea Lerdo de Tejada y nombrado Ciudadano Distinguido Lerdo por su trayectoria como cardenchero.

Del cuarteto original, como ya se escribió, sólo él sobrevive. Genaro Chavarría falleció en 2018, Fidel Elizalde se despidió de la vida terrenal en el 2022 a los 79 años, y Don Antonio Valles en 2023 a los 87.

Este último, la voz primera del grupo, había dejado de cantar unos cuatro años antes por problemas de salud.

Arrastrando, así como su voz, estas ausencias, Don Lupe confesó a la grabadora sentirse diferente. A veces "sin ganas de andar," pero sabe que aún hay pendientes, como encaminar a las nuevas generaciones, como Juan Aurelio y Jaime Escajeda, para que el eco del cardenche no se pierda.

UN CANTO DEL CAMPO QUE RESONÓ EN EL MUNDO

El canto cardenche, aunque no exista un decreto desde el estado de Durango, es considerado patrimonio vivo en términos prácticos (ARCHIVO)
El canto cardenche, aunque no exista un decreto desde el estado de Durango, es considerado patrimonio vivo en términos prácticos (ARCHIVO)

El Canto Cardenche ha trascendido fronteras, llevando la voz del desierto a escenarios internacionales. La agrupación que nació en Sapioriz, Durango conquistó ciudades cosmopolitas como Washington, Nueva York y París.

En un domingo tranquilo Don Guadalupe rememoró, para este reportaje, esa hazaña viajera con orgullo: “Nos sentíamos muy orgullosos… muy anchos, como decimos por acá, porque andábamos llevando lo de aquí de nuestro país a otros lados. Además, nos recibían muy bien donde quiera que íbamos".

En París, en el Festival de Otoño de 2011, compartieron escenario con músicos de renombre. En 2016, la revista japonesa Latin-a, especializada en música contemporánea del mundo, posicionó su canción "Un amor pendiente" en el primer lugar de la música latinoamericana del año, compartiendo tabla con figuras como el artista argentino Fito Páez.

Ofelia Elizalde, en cambio, aunque no formó parte de las primeras giras internacionales, fue testigo de los relatos de su hermano Fidel, quien le llegó a contar cómo la gente "lloraba" al escucharlos cantar.

Bueno, de esa emotividad, ella sí fue testigo. En un evento en la Ciudad de México, donde el público desbordado se amontonó afuera del recinto, los Cardencheros tuvieron que subirse a una parte elevada para cantar al aire libre.

Ese día, los ojos de Ofelia registraron la imagen de una joven que no paraba de llorar porque, según le alcanzó a escuchar, la canción le recordaba a su abuelito, también originario de Durango.

Por lo anterior y más, el reconocimiento a nivel global llegó con galardones significativos. En 2008, recibieron el "Premio Nacional de Ciencias y Artes" en la categoría de Artes y Tradiciones Populares, un premio entregado por el ex presidente Felipe Calderón.

La película documental "A morir a los desiertos" (2017), dirigida por Marta Ferrer, también fue fundamental para mostrar la riqueza y fragilidad de este canto al mundo, ganando premios internacionales como el “Art Kingdom” en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos y el de “Mejor Documental” en el Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse.

La imagen de Higinio Chavarría, actual integrante, junto a Guadalupe Salazar y Ofelia Elizalde con Lenny Kravitz en el San Luis Film Festival de Arizona en el año 2021, es un testimonio de la inesperada resonancia cultural del cardenche.

Pero…. a pesar de la aclamación internacional, aún persiste una dolorosa paradoja: la falta de valoración en su propia tierra.

"Miren nomás, cómo en otros lugares valoran este canto... ¿por qué aquí en la comunidad no pasa lo mismo? No se dan cuenta del valor que tiene", así, compartió Ofelia, se lamentaba frecuentemente Fidel Elizalde, su hermano.

EL REPERTORIO Y SU LAMENTO 

Higinio Chavarría, actual integrante, junto a Guadalupe Salazar y Ofelia Elizalde con Lenny Kravitz en el San Luis Film Festival de Arizona en el año 2021. (CORTESÍA)
Higinio Chavarría, actual integrante, junto a Guadalupe Salazar y Ofelia Elizalde con Lenny Kravitz en el San Luis Film Festival de Arizona en el año 2021. (CORTESÍA)

El repertorio "acardenchado" es un vasto universo de emociones y narrativas que refleja la complejidad de la vida en la Comarca Lagunera a través de tres dimensiones principales.

En su vertiente religiosa, el canto cardenche abarca los alabados, dedicados a los muertos con temática sacra; las alabanzas y coloquios, que relatan la vida de vírgenes y santos católicos; y las pastorelas, cantos sobre el nacimiento de Jesús que acompañan su escenificación.

La dimensión política se manifiesta en los corridos acardenchados, narrativas de eventos trascendentes o hazañas de héroes locales, así como en las tragedias acardenchadas que relatan sucesos trágicos, a menudo asesinatos, con motivos que pueden ser políticos o sentimentales.

Finalmente, la dimensión social es donde reside la conocida canción cardenche propiamente dicha, con temas de amor, cortejo, desprecio, separación, traición y consejos.

Este es el repertorio que tradicionalmente se conocía como "canciones de borrachos", "de basurero", "de cerca" o "laboreñas". Además, esta categoría incluye canciones comerciales, como rancheras o mexicanas, que han sido acardenchadas al ser interpretadas bajo el estilo vocal único del cardenche.

Entre las canciones más emblemáticas se encuentran "A morir a los desiertos" y "Al pie de un verde maguey". La primera ilustra la situación de los campesinos que emigraban en busca de trabajo, reflejando la soledad y los peligros del desierto.

"El hombre tiende a emigrar a buscar otros horizontes a ver si le cambia la vida", explicó Don Guadalupe, quien también intentó ir a Estados Unidos de "mojado” a trabajar como bracero, siendo, según contó, detenido dos veces.

La segunda melodía, en cambio, es más chusca, habla de las penurias de la cruda y la dificultad de conseguir fiado. Uno de sus versos reza: "crudo vengo, la cantinera no quiere fiar".

UN LEGADO EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

Los Cardencheros de Sapioriz en la edición 49 del Festival Internacional Cervantino. (ARCHIVO)
Los Cardencheros de Sapioriz en la edición 49 del Festival Internacional Cervantino. (ARCHIVO)

El canto cardenche, aunque no exista un decreto desde el estado de Durango, es considerado patrimonio vivo en términos prácticos, sin embargo, pese a los esfuerzos por preservarlo desde la comunidad, instituciones educativas y festivales, hoy está en peligro de desaparecer.

Su decadencia inició con el reparto agrario en los años treinta del siglo XX, cuando los campesinos se convirtieron en dueños de sus tierras y sus condiciones de vida mejoraron.

Este cambio socioeconómico, sumado a la irrupción de la modernidad y las influencias musicales externas (la vitrola, el radio, el tocadiscos, los conjuntos norteños, las bandas y los mariachis), comenzó a desplazar este canto ancestral.

"Se fue perdiendo esta tradición tan importante", lamentó Don Guadalupe Salazar.

El deterioro es alarmante. De la generación pasada, que manejaba más de 100 canciones, el repertorio actual se ha reducido drásticamente a unas cuarenta. Muchas canciones, transmitidas oralmente, se han perdido, y de otras sólo se conserva la letra, pero la tonada, el alma del canto, se ha desvanecido.

La falta de un registro escrito de la música y la imposibilidad de reproducir su esencia con instrumentos son barreras infranqueables para su continuidad en forma pura.

"Nunca se oye igual, aunque le pongan música de lo que quieran ponerle, nunca la van a cantar como nosotros la cantamos porque esa canción no tiene música, no tiene instrumento y la tonada de esa canción con un instrumento va a perder el origen", advirtió Don Guadalupe.

El relevo generacional es el desafío más apremiante. Ofelia Elizalde señaló que, si bien hay jóvenes en la comunidad que conocen el canto, no todos les dedican el tiempo necesario debido a sus ocupaciones laborales.

Higinio Chavarría, actual integrante, por ejemplo, es ingeniero agrónomo y tiene otras responsabilidades que le impiden (aunque quiera) dedicarle el mismo tiempo que lo hicieron los miembros anteriores, quienes ya estaban pensionados.

"El canto cardenche necesita encargados que estén al pendiente, que atiendan a quien viene a preguntar, a conocer", enfatizó la cardenchera.

Actualmente Don Guadalupe se siente con menos fuerzas, pero con la esperanza de que el canto perdure sigue enseñando a Juan Aurelio y a Jaime Escajeda, con quienes, cabe mencionar, obtuvo el primer lugar en un concurso de cantos en Puebla.

Él invita a toda la gente que quiera conocer más sobre cardenche a que visite su tierra. Incluso, dijo, ya ha atendido a personas de Mérida y Saltillo que han llegado a la comunidad con la curiosidad de aprenderlo.

Sin embargo, lamentó la falta de interés en los jóvenes de la propia comunidad, algunos de los cuales, como un nieto de Genaro Chavarría, inicialmente mostraron entusiasmo, pero luego desistieron.

“No les gusta ya. Son cosas que tienen que pasar. Nosotros decimos que queremos que no se acabe, pero (irremediablemente) se va a acabar", expresó el hombre que, al menos ese domingo que lo visitamos, cambió el sombrero por una gorra, y las botas por unos tenis.

Al poco interés de la juventud por salvaguardarlo, se suma el hecho de que el Recinto al Canto Cardenche, que, aunque fue concebido como un espacio dedicado a honrar y preservar esta tradición, en la práctica (y Abril es testigo) también se encuentra olvidado.

RESISTIR EN EL DESIERTO

(DANIELA CERVANTES)
(DANIELA CERVANTES)

Hasta aquí podemos escribir que el Canto Cardenche es más que una simple manifestación musical: es el eco de una historia, un sentimiento y una forma de vida en el desierto.

A través de las voces de Ofelia Elizalde y Guadalupe Salazar, y la perspectiva de quienes, como Abril Olvera, han vivido entorno a esta tradición, se revela la profunda conexión personal y familiar de este canto, que, si bien enfrenta desafíos significativos, la pasión de sus últimos guardianes ofrecen una esperanza para Sapioriz, y para La Laguna.

Este reportaje se suma a los esfuerzos por generar conciencia sobre su importancia como parte de nuestra memoria cultural, y hace, por qué no: un llamado a su preservación.

"Mientras haya voz, habrá canto. Y mientras haya canto, nuestra historia seguirá viva" expresó Don Guadalupe Salazar, quien, junto a Ofelia Elizalde, Higinio Chavarría, Juan Aurelio y Jaime Escajeda, representan las voces del alma que desde el desierto resisten para que un canto ancestral como el cardenche, no termine por extinguirse.

“Yo ya me voy a morir a los desiertos / me voy dirigido / esa estrella marinera / sólo en pensar / que ando lejos de mi tierra / nomás que me acuerdo / me dan ganas de llorar” … Son los versos de un canto que, aunque hoy atraviesa el silencio del desierto, persiste en la memoria de quienes se niegan a olvidar.

(Edición: Daniela Cervantes)

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