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Yemen y Taiwán ponen a temblar (más) la economía global

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

La agenda internacional del fin de semana estuvo marcada por dos países diametralmente distintos pero que confluyen en una realidad: son embudos del comercio global. En el estrecho de Taiwán, que conecta a los disputados mares oriental y meridional de China, los taiwaneses acudieron a las urnas para elegir la continuidad del proyecto de autonomía respecto a Pekín. En el estrecho de Bab el Mandeb, que une a los estratégicos mares Arábigo y Rojo, fuerzas estadounidenses y británicas atacaron posiciones de los rebeldes hutíes en Yemen en respuesta a los atentados contra embarcaciones occidentales e israelíes. Ambos acontecimientos son relevantes no sólo para cada una de las regiones, sino también por las implicaciones que tienen en la economía mundial dada la importancia de ambos estrechos en el comercio global de dos insumos principalmente: hidrocarburos y semiconductores. Taiwán es uno de los países más industrializados y más estables de Asia. Yemen es uno de los estados más pobres e inestables del continente.

Lo que ocurre en el estrecho de Bab el Mandeb guarda relación con el conflicto armado de Yemen, pero también con la guerra de Israel contra Palestina. La milicia de los hutíes está conformada por yemeníes radicalizados de la secta zaidí de la rama chiita del Islam. El núcleo original surgió en la primera mitad de los años 90 por iniciativa de Husein al Huti con los objetivos de expandir el zaidismo y denunciar la postura pro-occidental del presidente de Yemen, Alí Abdalá Salé. La República de Yemen apenas había alcanzado la unificación en 1990, tras décadas de división. Al Huti fue asesinado en 2004 en una operación gubernamental para aplastar un conato de rebelión. Pero el grupo radical continuó con otros líderes. Durante la "Primavera Árabe" de 2011, los yemeníes tomaron las calles para protestar contra la posible reelección de Salé. La revuelta llevó a la dimisión del dictador y a las elecciones en las que resultó electo el candidato único Mansur al Hadi, respaldado por Occidente y Arabia Saudí. Pero en 2014 comenzó una guerra civil. Los rebeldes hutíes desafiaron al nuevo gobierno, tomaron el control de la capital, Saná, y del territorio que antes constituía Yemen del Norte. El escenario es complejo por la presencia de otros grupos con intereses diversos. Actualmente el país está dividido en tres: los hutíes controlan el noroeste, el gobierno controla la parte oriental y el movimiento Al Hirak controla lo que antes se conocía como Yemen del Sur. La guerra civil yemení, un conflicto olvidado de la agenda internacional, ha causado decenas de miles de muertos y ha enfrentado intereses de potencias regionales y mundiales.

Los hutíes forman parte del Eje de la Resistencia, al cual también pertenecen los regímenes de Irán y Siria, las milicias chiitas de Irak, y los grupos extremistas Hezbolá, de Líbano, y Hamás de Palestina, entre otros. Desde que inició la guerra en Palestina en octubre de 2023, los hutíes han jugado un papel relevante como respaldo a Hamás, ya sea lanzando misiles contra Israel, o atacando sus embarcaciones y las de sus aliados occidentales en el estrecho. Buena parte del tráfico comercial del mar Rojo ha sido suspendido por estos ataques, lo que ha llevado a las marinas mercantes europeas a tener que rodear África. Lo que pretende EEUU con los ataques del fin de semana, según su gobierno, es minar la capacidad de los hutíes de hostigar a los barcos en la zona y lanzar un mensaje a Irán, principal apoyo de los rebeldes. Pero Yemen no sólo es importante por su ubicación, también lo es por sus recursos: petróleo, gas natural, minerales y biodiversidad. Los ataques angloamericanos se inscriben en la escalada del conflicto en Palestina, que camina hacia su internacionalización plena en el contexto de reacomodos geopolíticos en Oriente Medio, en donde EUA no termina de replegarse, y China y Rusia buscan protagonismo de la mano de Irán.

En Taiwán, la situación no es tan crítica aún, pero tiene su dosis de tensión. Uno de los objetivos geopolíticos principales del gobierno actual de China es la reunificación de la isla, de preferencia por la buena, aunque no descarta hacerlo por la mala, lo cual desataría una guerra de consecuencias insospechadas. El triunfo de Lai Ching-te en las elecciones del fin de semana, garantiza la continuidad en el poder del Partido Progresista Democrático que se ha caracterizado por profundizar la autonomía de Taiwán con el apoyo de EEUU. El objetivo del PPD es subir lo más posible el costo a una posible intervención china de manera que el gobierno de Xi Jinping la piense dos veces antes de intentar cruzar las líneas rojas. Por su parte, el objetivo del Partido Comunista de China es controlar completamente a Taipei por varias razones. Uno, fortalecer el régimen político interno y terminar con la afrenta histórica que supone la existencia de "otra China". Dos, afianzar su presencia en Asia Pacífico y avanzar en la construcción de una hegemonía regional. Y tres, tener acceso privilegiado a la potente y estratégica industria de semiconductores de Taiwán, principal proveedor mundial de este importante insumo tecnológico. Por eso, el control de la isla de Formosa es también una línea roja para EEUU, que no está dispuesto a permitir que China consiga sus objetivos geopolíticos y geoeconómicos que significarían el repliegue estadounidense y la pérdida de presencia en el nuevo eje económico del mundo.

Washington ha dicho que no desea una escalada mayor en Oriente Medio ni una guerra con China por el impacto que pudiera tener en la población estadounidense. Pekín también ha manifestado que no quiere un conflicto directo con EEUU, porque no le conviene en estos momentos en que su economía se enfrenta a grandes desafíos. Hay que recordar que Reino Unido tampoco deseaba una guerra con Alemania en 1938, pero las circunstancias al final se impusieron sobre los deseos. Dado que Rusia e Irán han alineado sus intereses con China para desafíar el orden liberal estadounidense, y EEUU ha movilizado a la OTAN y sus aliados asiáticos para frenar a estas potencias emergentes y defender su hegemonía en declive, es de esperar que la tensión aumente en los estrechos de Bab el Mandeb y de Taiwán con el consiguiente trastorno en las redes del comercio global. La tensión podría hacer escasear insumos energéticos y tecnológicos, lo que implicaría la carestía de bienes de consumo, es decir, una nueva espiral inflacionaria. Tomemos nota, porque el gobierno de México tarde o temprano deberá asumir una posición, ya sea para sortear las dificultades que se vengan, para aprovechar mejor las oportunidades que se abran, como la necesidad de EEUU fortalecer el nearshoring con nuestro país, y para levantar la voz a favor de la paz, como ha sido tradición de la mejor diplomacia mexicana.

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