Una Navidad sorjuanina
Para la Navidad de 1689, Sor Juana escribió ocho villancicos que celebran la llegada de Jesús a la tierra. Se cantaron en la catedral de Puebla en los maitines solemnes con música de un compositor cuyo nombre apareció impreso, pero no el de nuestra Décima Musa, autora de las letras.
El villancico es una obrita popular muy gustada en las fiestas religiosas en tiempos de Sor Juana. Como canción de los habitantes de las villas (pequeños poblados), surgió en España en el siglo XV. Después su cultivo se generalizó aunque sólo gracias a los religiosos católicos. Así llegó a Nueva España, donde los escritos por nuestra poeta conservan el tono popular con el habla y los personajes que elige, entre ellos negros e indios.
Aunque los villancicos de 1689 no portan título, queda claro el tema del primero en la estrofa inicial, articulada con versos octosílabos de rima alterna asonante. Escuchémosla: A celebrar del Infante / el terrenal Nacimiento / los cuatro elementos vienen: / Agua, Tierra, y Aire y Fuego.
Conviene destacar las mayúsculas de Infante, pues es el Niño Dios, y de Nacimiento, por tratarse del suyo. Como sustantivos protagonistas también llevan la distinción de la mayúscula inicial los cuatro elementos. Ya no es frecuente que se escriban así.
La segunda y la tercera estrofas cantan la correspondencia de los cuatro elementos con el cuerpo “humanado” del recién nacido: el agua es su llanto, el fuego el amor que alberga en el pecho, la tierra corresponde a su carne y el aire a su respiración y sus suspiros.
En la relación entre el dios humanado y los cuatro elementos de la filosofía clásica, estos últimos salen beneficiados en la tercera cuarteta. Los rasgos constituyentes de Jesús los favorecen: En el Infante mejoran / sus calidades y centros / pues les dan mejor esfera / Ojos, Pecho, Carne, Aliento.
Después de la cuarta estrofa se escuchaba una de diez versos hexasílabos en los que Sor Juana dice cómo los elementos obsequian al niño del nacimiento: el Agua a sus ojos / el Aire a su Aliento / la Tierra a sus Plantas / el Fuego a su Pecho.
Siguiendo a esos versos vienen unas coplas en las que han de intervenir las voces de los cuatro elementos para auxiliar, socorrer, acudir al Niño. Puede pensarse que Sor Juana quiso aligerar el villancico con un ingenuo juego escénico. Obviamente, las voces distintas están indicadas con números. Conviene transcribirlas para contribuir con la palabra de Sor Juana al espíritu navideño. Escuchemos:
Pues está tiritando / Amor en el hielo / y la escarcha y la nieve / me lo tienen preso / ¿quién le acude? / ¡El Agua! / ¡La Tierra! / ¡El Aire! / ¡No, sino el Fuego!
Pues al Niño fatigan / sus penas y males / y a sus ansias no dudo / que alientos le falten / ¿quién lo acude? / ¡El Fuego! / ¡La Tierra! / ¡El Agua! / ¡No, sino el Aire!
Pues al Niño amoroso / tan tierno se abrasa / que respira en Volcanes / diluvios de llamas / ¿quién le acude? / ¡El Aire! / ¡El Fuego! / ¡La Tierra! / ¡No, sino el Agua!
Si por la tierra el Niño / los Cielos hoy deja / y no halla en qué descanse / su cabeza en ella / ¿quién le acude? / ¡El Agua! / ¡El Fuego! / ¡El Aire! / ¡No, mas la Tierra!
Tal vez ya no se acostumbren los villancicos en las festividades religiosas de los católicos. Quizá, como sucede en las preprimarias, las primarias y las secundarias, ahora se use música comercial, “de la peor ralea”, diría un clásico. Pero las letras de Sor Juana todavía son mucho más que una curiosidad.
El libro con sus Obras completas es un buen regalo navideño y, valga la promoción, es baratísimo en la edición de Porrúa; para ser espléndido regalo, existe una edición en cuatro tomos publicada por el Fondo de Cultura Económica. Ambas fueron preparadas, casi en su totalidad, por el eminente sorjuanista mexicano Alfonso Méndez Plancarte.
