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Tu mejor oportunidad

Mucho podemos diferir o postergar, o bien considerar que eso que creímos importante cambiar ya no lo es.

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MARCELA PÁMANES

Y aquí vamos otra vez, más de 350 días por delante, un nuevo ciclo que arrancamos, ¿qué nos depara 2024? Tal vez en el arranque lo que prevalece es el deseo de cambiar lo que nos daña, nos limita o nos obstaculiza el logro de los propósitos que hemos definido de manera consciente o inconsciente; conforme pasan las semanas y los meses, nos envuelve la rutina y el olvido de eso que consideramos importante modificar llega y finalmente, si tenemos la suerte, al caer el año que alguna vez fue nuevo, las prisas, las fiestas y su oropel de plano, terminan por matar ese recuerdo difuso de lo que fueron las metas, y el ciclo se repetirá puntualmente.

Esa costumbre de empezar algo que hemos postergado para mañana, para el inicio de semana, del mes, para el día del amor y la amistad, para el cumpleaños, para la Semana Santa, para las vacaciones, para el año que viene, no es otra cosa que procrastinación, el diferir, el dejar para luego lo que es necesario hacer hoy, y lo hacemos porque creemos que tenemos el tiempo a nuestro favor. Y así es, hasta que deja de serlo, todos somos susceptibles a que se modifique drásticamente la existencia de un momento a otro, que una crisis de cualquier naturaleza llegue y nos limite o simplemente que la muerte que nos acechó todos los días de toda la vida haga de las suyas.

Mucho podemos diferir o postergar, o bien considerar que eso que creímos importante cambiar ya no lo es. Cada etapa de la vida tiene sus afanes, lo que es natural, pero hay otros aspectos que prevalecen a lo largo del tiempo, por ejemplo, trabajar con un rasgo de personalidad que nos viene metiendo en problemas desde la infancia, o esos malos hábitos vinculados con la pereza o el egoísmo.

Lo que es propio de la juventud ya no es en la adultez o en la senectud, me encontré por ahí un papelito guardado entre las páginas de un viejo libro que nunca me provocó releerlo; sin embargo, hace días buscando otro libro, lo moví con descuido y se cayó. Al recogerlo me dio por hojearlo y fue ahí donde hice el hallazgo.

Ya amarillenta, la hoja era de una libreta que antes llamaban de taquigrafía, eran muy manejables por su tamaño. La espiral estaba arriba y cortar las hojas era muy fácil. Tomé entre mis manos el apunte y lo leí. Te comparto lo que decía: “En el nuevo año (no te digo cuál) mis propósitos serán: 1.- No pelearme con mi mamá. 2.- No ser envidiosa 3.- Aprender una nueva palabra todos los días 4.- Hacer gimnasia 5.- No faltar a misa”.

Salía de la niñez, esas eran mis preocupaciones, eso quería cambiar, entrecerré los ojos y casi que me pude ver escribiendo aquello, ¡cuánta inocencia gastada!, ¡cuánto por trabajar en mí!. Esto me hizo mucho sentido cuando, a través de la voz de la terapeuta Rita Jáquez, pude distinguir las diferencias entre propósitos, metas y objetivos.

Descubrí en mi lista que en ese momento el propósito fundamental podía titularse así: ser mejor persona, pero como ello implica tanto y nada a la vez, nos es obligado empezar a desglosar la intención, ¿en qué se va a notar que quiero ser mejor persona? En la modificación de mi conducta, en el trato que tengo con los demás, empezando por la figura primordial de la vida, la madre, depurando las emociones negativas, la envidia, el resentimiento, la desconfianza. En mi caso, de siempre he pensado que no existe lo que no puedo nombrar, de ahí que el enamoramiento con las palabras continúe, además el buen hábito del ejercicio y el cultivo del espíritu. Todo ello implicaba ser buena persona, el corazón del planteamiento para el nuevo año que escribí hace mucho.

Todo esto viene a colación porque tenemos que ser capaces de distinguir entre propósito, objetivo y meta.

Propósito: sentido o intención con la que emprendemos una acción. Objetivo es el fin al que se desea llegar, suele ser preciso, mensurable y perfectamente identificable. Meta, es el resultado de la amalgama del propósito y el objetivo. Ejemplifiquemos: quiero que mi vida sea más plena en lo físico, porque si me siento bien pienso mejor, mis emociones son más equilibradas y quiero paz, el objetivo que me planteo es modificar mi alimentación, comer el 70 por ciento más de frutas y verduras y hacer media hora de caminata diaria, mi meta es que pueda enseñar con el ejemplo a mis hijos que sí se puede estar bien.

No importa cuándo empieces, no es relevante que la lista sea grande, no es que seas inflexible, no es que no puedas virar en el trayecto, lo que importa es que dediques tiempo a construirte, a ser el artista de tu vida, quien la esculpe, quien la embellece, quien le da sentido. ¡Que 2024 sea tu mejor oportunidad!

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Escrito en: Marcela Pámanes Año nuevo 2023

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