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Sólo con nosotras

Pero sin duda hicimos cosas como sobrevivir y salvaguardar a nuestras hijas e hijos; curamos heridos, alimentamos tropas, trabajamos en las fábricas, fuimos mecánicas para reparar trenes o aviones.

Sólo con nosotras

Sólo con nosotras

CECILIA LAVALLE

El mundo se las ha arreglado muy mal sin nosotras, sin mujeres en la toma de decisiones. Eso está más que demostrado en la historia que, como suele decirse, escriben los vencedores.

La sola frase “la historia la cuentan los vencedores”, evidencia que lo que se ha considerado historia son acontecimientos relacionados con guerras, conflictos, conquistas, en fin, con luchas de poder bajo el esquema de algunos ganan todo y otros pierden todo.

Esa historia excluyó a las mujeres, como si en cada episodio narrado nos hubiéramos ido a Marte. Rara vez se menciona a una o dos consideradas excepcionales, por lo general en algún papel secundario, en actos a veces heroicos, pero por casualidad o por amor (a algún héroe, por supuesto).

De vez en cuando adquieren una pequeña parte de protagonismo, casi siempre como las malas o las causantes (así fuesen víctimas) de todo mal.

Nunca se habla de lo que sucedió con nosotras. Para empezar es sabido que en todas las guerras nos va mal y peor, sin importar el bando en el que te encuentres (bando que, por lo general, no escogimos).

Pero sin duda hicimos cosas como sobrevivir y salvaguardar a nuestras hijas e hijos; curamos heridos, alimentamos tropas, trabajamos en las fábricas, fuimos mecánicas para reparar trenes o aviones. También fuimos espías, decodificamos códigos, inventamos uno que otro artefacto e incluso, disfrazadas de hombres, estuvimos en el campo de batalla.

De todo eso nos hemos ido enterando gracias al trabajo de historiadoras, periodistas y académicas de distintas disciplinas que con paciencia de artesanas han atado cada cabo suelto, desenterrando nuestras huellas, los pasos, las aportaciones, los heroísmos, los sacrificios, las acciones.

Menos se sabe del trabajo y las acciones de las mujeres para construir igualdad, paz, mejores condiciones para otras, para la sociedad, para el mundo.

Hace 95 años un grupo de luchadoras creó la Comisión Interamericana de Mujeres, que fue el primer organismo intergubernamental para construir igualdad y velar por los derechos humanos de las mujeres.

No fue cosa de levantar la mano y decir “aquí estamos señores, y venimos a decirles que debemos quedar incluidas en sus bonitas conferencias porque, como bien saben, somos la mitad de la población y las leyes nos oprimen. Así que debemos tener voz y voto, porque sin nosotras no van a poder construir un mundo mejor”.

Nunca sucede así. De manera que pueden imaginarse a muchas sufragistas de nuestra América reuniéndose, protestando por la exclusión en las Conferencias internacionales, comunicándose por carta o telegrama, viajando en barco durante un mes en Plenas Guerras Mundiales para hacerles a los señores un plantón y, después, para cumplir con el encargo que les hicieron de documentar todo eso que decían respecto a los derechos, y la cara que deben haber puesto esos mismos señores cuando poco tiempo después regresaron esas mujeres con legajos completos en idioma de cada país que documentaban con precisión las leyes que debían cambiarse, cómo debían cambiarse y por qué debían cambiar.

La historia de la creación de la CIM-OEA es tan fascinante como otras relacionadas con los derechos de las mujeres, con la construcción de igualdad y paz.

Eso y más fue recordado en un inspirador conversatorio llevado a cabo en Panamá y en el cual las voces de Alejandra Mora (Secretaria Ejecutiva de CIM-OEA), Carmen Montón (Embajadora Observadora Permanente de España ante la OEA), de la embajadora Carmen Roquebert (representante permanente de Panamá), entre otras, quienes, además, ratificaron el compromiso adquirido al tener en sus manos la estafeta que miles de mujeres les legaron.

Pero lo más importante para mí fue el reconocimiento de esa historia que es otra y que está empeñada en construir igualdad, paz, mejores condiciones para las mujeres contra viento y marea, sin matar a nadie, construyendo alianzas, no exentas de conflictos, pero en la que se superpone el ideal de igualdad, la generosidad, la empatía, el feminismo pues.

Y no es que no lo supiera. Es que confirmé la idea de que el lema ya no es “no sin nosotras”, sino “sólo con nosotras”. Porque sólo si la voz, la experiencia, los saberes y habilidades de las mujeres, a la par con los hombres tomando decisiones, sólo con nosotras, repito, un mundo mejor es posible.

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Escrito en: opionión mujeres Cecy

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