Sexta generación
No soy de fotografías, no me gustan, pero cuando alguien me envía una gráfica de un momento pasado, lleno de buenos recuerdos, lo agradezco en el alma. Creo que por ello no me van muy bien las redes sociales; si no hay foto del evento no fuiste, si no hay foto de las vacaciones, no las disfrutaste, si no hay foto de la pareja, no existe.
La fotografía que me enviaron era a propósito de la graduación de diez jóvenes que eligieron el camino de la comunicación. Y un día la vida se empeñó en hacernos coincidir, ¿qué tuvo que pasar para que, sin acordarlo nos cobijara el mismo techo, las mismas ilusiones nos reunieran, los mismos afanes nos hermanaran? ¿Por qué no fueron otros? Quien sabe, pero así es todo en la vida, pasa porque tiene que pasar. Cursamos la carrera de Ciencias de la Información en el Instituto Superior de Ciencia y Tecnología de la Laguna, cuya sede, en ese momento eran las instalaciones del Instituto Francés de la Laguna en Gómez Palacio. Fue, si no la primera, sí de las primeras instituciones particulares en ofrecer formación universitaria.
El esfuerzo de la iniciativa privada dio oportunidad de que nuevas carreras, que en ese entonces había que estudiarlas fuera, llegaran. Así la oferta incluía Diseño Gráfico, Arquitectura, Piscología, Ingeniería Civil y Ciencias de la Información. Las primeras generaciones tenían pocos alumnos, no obstante, había un interés genuino de formar profesionales capaces.
Ciencias de la Información o Ciencias de la comunicación, según como la ofrecía cada universidad, era considerada una carrera de esas que se etiquetaban como MMC (mientras me case) y que eran, según algunos, más para mujeres que para hombres.
Con qué ilusión nos levantábamos a las seis de la mañana para atravesar la ciudad y llegar a tiempo a Gómez Palacio. Y es que disfrutábamos las clases, la convivencia, la creación de proyectos que implicaban tanto. No había muchos recursos, ni equipo, ni cafetería, ni transporte, ni sillas ergonómicas, ni pantallas táctiles, ni computadoras, ni auditorios, pero lo que sí había era una necesidad muy grande de aprender, de conocer el mundo, de encontrarle sentido a la existencia.
La rebeldía que portábamos no tenía que ver con enojo ni con resentimientos, más bien era querer hacer lo que no se había hecho y querer hacerlo bien.
Con el riesgo de la burla que pudiera suscitar plasmo el recuerdo de las primeras clases de computación. Todas fueron teóricas, aprendimos a encender y a apagar las computadoras en un diagrama dibujado en un pizarrón, todo fue así, una cámara de video para todos, los propios alumnos coordinando los talleres, el enojo del rediseño de los programas de estudios para eliminar las clases que incitaran el pensamiento crítico.
Brotes de “movimientos estudiantiles” que emergieron con fuerza porque nos sentíamos limitados y sin la atención debida, reuniones nocturnas para redactar los pliegos petitorios, juntas con padres de familia que inquietos apoyaban los reclamos de sus hijos, profesores guías que alentaban la aventura.
Terminamos nuestra formación en las aulas de una escuela anexa al IFL, cuyas instalaciones eran precarias, tanto que un salón fue dividido con mamparas para albergar dos grupos, por lo que podemos decir que cohabitamos en un mismo espacio.
Sé que es un argumento muy socorrido, el esfuerzo rinde frutos, pero también la inteligencia brillante de los compañeros obliga a la superación, unidos logramos tanto, que hoy seguimos apoyándonos con la presencia, el cariño y el agradecimiento que nos tenemos unos a otros.
Fernando González Ruiz, fue nuestro maestro de publicidad y un día antes de nuestra graduación, publicó en las páginas de El Siglo de Torreón lo siguiente: Cony, Rodolfo, Triny, Martha, Marcela, Cecilia, Luis, Airam, Raymundo, María Eugenia. Lo hecho… hecho está. Felicidades.
Rodolfo en la cadena ESPN, donde es Vicepresidente Senior en Deportes y Producciones Internacionales con 9 Sports Emmys en su haber, Airam como master certificada en coaching, Cecilia como una gran académica de la UNAM, Martha siempre en el arte, hoy pinta como pocas rodeada de los paisajes parisinos, Luis siempre empeñoso, Maru como divulgadora científica y trabajando en la parte editorial de textos científicos y académicos, Triny y Cony dedicadas a la mejor parte de la vida, a ser madres y abuelas. Raymundo, ya en otro plano, platicando con Jim Morrison, y sí, lo hecho, hecho está.
Un privilegio ser parte de esta generación que no sólo nos marcó, también nos formó. Larga vida para mis queridos amigos y compañeros.