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Hugo Morales Zendejas, un compositor en la sonoridad de versos memoriosos

Es un joven compositor y artista mexicano, quien ha decidido empuñar la pluma para abrirse camino en la poesía

Hugo Morales Zendejas, un compositor en la sonoridad de versos memoriosos

Hugo Morales Zendejas, un compositor en la sonoridad de versos memoriosos

SAÚL RODRÍGUEZ

Ha dado lectura a los versos de León Felipe, cuya morfología lo introduce en temas como el llanto o la postergación. En un viaje a París, encontró un ejemplar en francés de Las contemplaciones (1856), de Víctor Hugo. Mientras que Walt Whitman y su Canto a mí mismo (1855) también ha acaparado su mirada.

Hugo Morales Zendejas (Ciudad de México, 1993), es un joven compositor y artista mexicano, quien ha decidido empuñar la pluma para abrirse camino en la poesía. Fue durante el confinamiento por la pandemia de covid-19 que decidió entregarse a los versos, en esas imágenes poéticas que podrían ofrecerle alguna sensación de bienestar.

“Veo en la poesía una manera muy directa de canalizar todas estas emociones, estas sensaciones de incertidumbre y ansiedad”.

Así publicó Arco Blanco (2023), su primer libro de poemas, con la editorial Tornavís. Uno de esos ejemplares llegó a manos de su abuela, la poeta Yolanda Paredes García. Tiempo después lo invitó a desayunar en Querétaro, junto al poeta Miguel Aguilar Carrillo. Ambos lo felicitaron por la calidad de sus poemas, le propusieron una nueva edición, a lo que Morales compartió la idea de ampliar la obra y formar Trilogía (2023), el cual vio la luz gracias a la editorial Mandorla.

Su acercamiento a la poesía fue espontáneo, no planeado, pero fructífero a la vez. Fiel a su instinto musical, percibe la sonoridad de la palabra desde el plano fonético y la rima, pero también considera que existe una resonancia en los conceptos y las memorias que se pueden evocar a través de un poema.

“Los seres humanos tenemos una facultad maravillosa, no solamente para recordar cosas, sino también para superponer, yuxtaponer pensamientos y recuerdos. Incluso tener la sensación de recordar cosas que realmente nunca pasaron, de construir memorias. Entonces, a través de la poesía, lo pienso, lo siento como una expresión sonora de esa capacidad de superposición de pensamiento y memoria. Pienso que lo que suena en la poesía es eso: evocaciones de recuerdos que quizá nunca ocurrieron”.

EL POEMARIO

Trilogía se encuentra dividida en tres secciones. La primera de ellas, titulada Arco Blanco, contiene poemas de amor y ansiedad derivada de esa misma incertidumbre amorosa. Su final desemboca en un cuento al que el autor define como “imaginario”: un bebé lobo le pide a su madre loba que le cuente un cuento y la narración que ella le comparte es un espacio en blanco.

“El lector puede incluso imaginar que el cuento en sí mismo es el silencio de la mamá loba o piensa en un cuento que no se puede expresar con palabras ni con sonidos; es decir, un relato gestual”.

La segunda parte, denominada Ojo Verde, supone una continuación más oscura, pues el autor comienza a explorar emociones más cercanas a la tristeza, la ansiedad, la ambigüedad, el reclamo, pero al mismo tiempo no renuncia a la pasión ni a la evocación de las pasiones humanas.

“Hago una referencia bastante más pesada al ojo en sí mismo. Ya era un concepto que aparecía en Arco blanco, con ‘beso’, pero en Ojo verde aparece como un elemento de vulnerabilidad o vulnerabilizante. Entonces, el ojo como una especie de inspector que nos juzga (el ojo de alguien más, puede ser, o el ojo interno que nos juzga a nosotros mismos) o el ojo propio o ajeno que se encuentra en un estado de mucha vulnerabilidad”.

Otra idea que explora el poeta es la de un ojo que se vuelve hermoso mientras está cerrado y cubierto por agua. Mientras que en la última sección, llamada El tiempo y el océano, Morales encontró una manera de redondear o dar fin al concepto principal de Arco Blanco: la fermata, la pausa que un intérprete puede dar en una partitura musical y cómo esa grafía se puede emplear para explicar una relación.

“En El tiempo y el océano exploro la resolución de esa pausa a través de la distancia. Una distancia lo suficientemente grande para que los sujetos estén separados por un horizonte, digamos, de un continente a otro, de un mar a otro”.

Es así como Hugo Morales Zendejas se cuestiona qué le sucede a la mirada con el transcurso del tiempo. “Aunque uno haya tomado una fermata en la música, el tiempo sigue transcurriendo, ¿qué pasa en ese tiempo que sigue transcurriendo?”.

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