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El lado femenino de la música electrónica

La testosterona aún domina esta escena. Sin embargo, desde finales de la década de los setenta, las mujeres han dejado una impronta poco reconocida, llegando a ejercer incluso en el extranjero.

El lado femenino de la música electrónica

El lado femenino de la música electrónica

MIRIAM CANALES

A finales de los setenta, grupos masculinos pioneros como Decibel o Como México No Hay Dos (fundados por Walter Schmidt, Carlos Robledo, “Capitán Pijama” o “Dr. Fanatik”) plantaron la semilla que germinó durante toda esa década experimental y que floreció en su mayoría en ciudades como el entonces Distrito Federal, Guadalajara y Tijuana. Esta época plagada de sintetizadores análogos, liderada por agrupaciones mixtas como Syntoma, Casino Shanghai, Los Agentes Secretos, Interface o Cou Cou Bazar, terminó por pulirse hasta los noventa con la incorporación de DJs, raves y otras fiestas electrónicas, y música industrial.

Cantantes como Silvia Candanedo alias “Synthia Napalm”, Margarita Saavedra alias “Alquimia” o “Peggy”, Ulalume Zavala, Lyndell Brookhouse, Roxana Flores Larrainzar e Hilda “Merlina” Acevedo tomaron la batuta de algunas de aquellas agrupaciones primigenias.

LOS TURBULENTOS OCHENTA

Mientras que en los ochenta el rock en México se hallaba en la proscripción pero avanzaba a traspiés, la electrónica permanecía aún más marginada en una época donde el uso de sintetizadores y cajas de ritmos resultaba incipiente a nivel mundial, pero que en este país alcanzaba apenas un nivel de comprensión y adaptación que le hacía meterse en problemas con el receloso Sindicato Único de Trabajadores de la Música, liderado en ese entonces por Venus Rey, que consideraba el uso de estos aparatos como un injusto “desplazamiento de baterista”. De este modo, una comunidad de jóvenes autodidactas, a veces sin formación académica alguna pero con poder adquisitivo, iniciativa e influencias del synthpop (un subgénero del new wave) proveniente de Reino Unido, Alemania o Estados Unidos, conformaron sus primeras agrupaciones mixtas con mujeres en la voz principal, algunas cantando en inglés en su totalidad, dado que resultaba el lenguaje más comercial de la época.

Syntoma fue un grupo pionero del technopop cuyas letras estaban basadas en la ciencia ficción. Aquí destacó Silvia Candanedo —entonces esposa de Alex Eisenring, otro de los integrantes—, quien utilizaba el seudónimo de Synthia Napalm. Entre 1981 y 1983 sobresalieron con El heloderma, No me puedo controlar y Perdidos en el espacio. En 1994, ella emigró a la ciudad de Anchorage, Alaska, donde sigue radicando hasta la actualidad. En años recientes, Syntoma ha publicado reediciones de algunos de sus discos con temas inéditos, en países como Brasil y Japón.

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Casino Shanghai. Imagen: Facebook

Ulalume Zavala, por su parte, fue originalmente bailarina (go go girl) de la banda punk Size y posteriormente se afilió a Casino Shanghai como una lideresa muy joven. Lanzaron Film en 1985, un álbum cantado en inglés, y tras su separación Zavala incursionó en Dada Trot y Desire, proyectos también de technopop. Nueva York es actualmente su lugar de residencia.

En Londres, Inglaterra, se encuentra Margarita Saavedra, alias “Alquimia” como solista, alias “Peggy” en Cou Cou Bazar. Su obra Monstruos transparentes (1988) formó parte de la efervescencia del “rock en tu idioma”. Aunque se asentó en Reino Unido, su impronta quedó en México, fusionando su sonido pop-gótico con etnorock en los álbumes titulados Coatlicue: goddess of the Earth (1992) y Dead tongues (1996). En Europa se dedica actualmente a componer música de estilo medieval-céltico para su proyecto Maggie Beth Sand and Serpentyne.

Por su parte, la norteamericana Lyndell Brookhouse fue la vocalista de un dueto llamado Volti, que enarbolaba la bandera de “electrocumbia”, junto al fallecido Pepe Guadalajara “Eddie Rubello”. Esta dupla logró grabar un único LP homónimo en Nueva York, en 1986, bajo el sello belga Crammed. El álbum es muy difícil de conseguir, pero al menos está disponible vía Bandcamp.

Respecto a chicas que tuvieron la iniciativa de fusionarse, destacan las que conformaron la agrupación Las Flores del Mal, activas entre 1982 y 1985 en la Ciudad de México. Katia Schcolnik, Scarlett Coronel, Lina Lewis y Gina de la Parra fueron sus integrantes y, a pesar de que nunca grabaron material oficial, su canción “El ojo del gato” puede escucharse por YouTube.

HACÍAMOS LO QUE NOS GUSTABA”

“Nosotros escuchábamos a Kraftwerk, Karlheinz Stockhausen, música experimental, John Cage”, responde a Siglo Nuevo Roxana Flores Larrainzar, integrante de Los Agentes Secretos, quien posteriormente formó Interface en 1986, dando a luz a los álbumes Autómata (1987), Dictadura (1989) y Extinción (1991). Al separarse la banda, Roxana se instaló en Berlín, Alemania, donde reside hasta la fecha. “Además de techno, mis compañeros Antonio Russek, Vicente Rojo, Eduardo Soto y Mario Lavista hacían música más experimental y fundaron el CIIMM: Centro Independiente de Investigación de Música y Multimedia, en la colonia Condesa de la Ciudad de México. Antes tocaban en fiestas y antros, el Bar 9, La Quiñonera, Rockotitlán, El Roxy, Tuttifruti, museos, galerías. La verdad, hacíamos lo que nos gustaba y no queríamos ser mainstream sino underground”.

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Los Agentes Secretos. Imagen: Cortesía

Los Agentes Secretos, conformados ahora por Carlos Robledo y Samir Menaceri, reeditaron en 2021 un disco físico homónimo con canciones grabadas entre 1987 y 1988. Sin embargo, los miembros que quedan de Interface no tienen planes de desarrollar algún proyecto semejante próximamente.

LOS DOS MIL, UNA ÉPOCA DIFUSA

La bomba atómica que significó el “rock en tu idioma” en los noventa desplazó a la electrónica como género más comercial. No obstante, en algunos recovecos underground se perfeccionaba la música industrial con voces como la de Merlina Acevedo y su LLT, así como con el surgimiento de colectivos masculinos como Nortec en Tijuana. Esto provocó que a partir de la siguiente década eclosionaran otros proyectos mixtos más apegados al pop y lo bailable, volviendo a recurrir al inglés en su lírica. Nopal Beat, de Guadalajara, es un ejemplo que, por cierto, acogió a Denisse Guerrero (de Belanova) en sus inicios.

Otros duetos capitalinos con voces femeninas son Sonido Lasser Drakar con Danette Newcomb y María Daniela y su Sonido Lasser con Daniela Azpiazu, ambos producidos por Emilio Acevedo, aquel último como parte de la disquera Nuevos Ricos.

Para la década de los 2010, la efervescencia iba hacia otro rumbo de mayores oscuridades y es ahí cuando la británico-alemana Anika Henderson lideraría un peculiar experimento surgido en la colonia San Rafael de Ciudad de México: Exploded View, junto a Hugo Quezada, el sueco Martin Thulin y Amon Melgarej. Dos LPs conforman su discografía: un homónimo (2016) y Obey (2018).

UNA MIRADA AL PRESENTE

Si bien la electrónica no es un género que domine las listas de popularidad y las redes sociales hoy en día, en otros circuitos menos comerciales el campo ha sido fértil para otras jóvenes mujeres con nuevas escuelas: instrumentistas más afines al dark ambient y al sonido experimental, mayormente estudiadas y profesionalizadas, que remiten a la formación primigenia de Decibel y cuyo impacto ha sido notorio incluso en otras latitudes geográficas.

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Concepción Huerta. Imagen: Cortesía

Entre los talentos actuales que sobresalen están Man in Motion, con su vocal Sarmen Almond, y Concepción Huerta. Esta última es una treintañera originaria de León, Guanajuato, quien tuvo un paso itinerante por Guadalajara para estudiar la carrera de medios audiovisuales. Sin embargo, cuando se desató la violencia en la región se mudó a la Ciudad de México, donde se interesó por el arte sonoro y comenzó a desarrollarse como solista con discos como The Earth has Memory (2024), de la disquera estadounidense Elevator Bath. También trabaja en el proyecto Amor Muere.

“Amor Muere fue una especie de performance que surgió hace siete años. Nos tocó la parte del terremoto en la Ciudad de México y hacíamos sesiones de sonido para crear más healing (sanación) con esta catástrofe increíble y devastadora. De ahí empezamos a juntarnos más, hicimos este disco y ahora viene nuestro tour”, explica Concepción a Siglo Nuevo. En vivo, ofrece una propuesta auditiva con una atmósfera sombría y abstracta, aunque también disfruta de la cumbia en su faceta de melómana.

Respecto a qué se necesita para que las mujeres obtengan mayor credibilidad en lo experimental o la electrónica, opina: “En general, seguir trabajando, aplicarse en el sonido, desarrollar los proyectos, disciplinarse, estar consciente de lo que estás haciendo. También creo que el arte tiene que irse a un lugar más de compartir, de crear y hacer memoria y poner una parte de uno mismo”.

Por otra parte están Sofía Escamilla y Albania Juárez con su proyecto Ceibas, una dupla forjada a finales de 2022 en la Ciudad de México y cuya propuesta remonta a la raíz de Decibel. Juntas aplican instrumentos tradicionales como violonchelo, percusiones, campanas y ukelele, además de objetos como serruchos y rocas, acompañados de una voz en trance. Albania cursa la licenciatura en letras y lo suyo es incorporar la poesía sonora a su música.

“La música experimental es un camino que yo exploré sola. Siempre está padrísimo juntarte con otros grandes improvisadores y que vayas soltándote y que sea menos adoctrinado, incluso rompiendo cuestiones educativas musicales con otro tipo de creación”, expresa Sofía. “La música se vuelve más cercana y más racional, es un desahogo emocional, se vuelve una catarsis y un trance”, comenta Albania. Estas chicas no han grabado formalmente un disco, aunque el propósito se mantiene presente.

Cada una de estas mujeres, desde su propia trinchera en México, iza la bandera de su causa musical. Es así como desde los lejanos ochenta hasta ahora, sus ecos femeninos impactan en una escena donde la progesterona va encontrando su propia voz en tiempos más prósperos para la electrónica, aunque todavía queda mucho por hacer.

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