El bastón de mando: herencia hispánica
Desde la noche de los tiempos, el acto de obsequiar un bastón simboliza el conferir o investir a una persona de poder o autoridad. Se sabe que esto ocurrió por primera vez en Medio Oriente, tras el surgimiento de las primeras sociedades jerarquizadas como monarquías tanto en la antigua Mesopotamia como en Egipto, donde la denominada Vara del Rey o cetro pasará también a convertirse en uso y costumbre adoptado por las primeras naciones europeas, expandiendo su uso hasta la España de la baja Edad Media. Desde entonces, las monarquías harán uso de dicha vara, bastón y hasta báculo de metal para dignificar el mando conferido a sus propios reyes y emperadores hasta la fecha.
En el caso de la Monarquía española, al igual que en otras Casas Reales, el bastón de mando será transmitido a su vez como símbolo conjunto de la representación de poder hacia aquellos en quienes se delegaba su autoridad también, de modo que los príncipes y reyes otorgaban un bastón característico a las principales autoridades—ya se tratara de un virrey, un gobernador o un alcalde—cuya portación ante la vista del pueblo demandaba obediencia en común y sujeción como autoridad máxima para todos los presentes.
Tras la Conquista del Nuevo Mundo, gracias a la instauración formal y completa de las Leyes de Indias se reconocerá a los indígenas la autonomía municipal y la facultad de constituir sus Cabildos así como de la elección de un representante popular en los denominados “Pueblos de Indios”, teniendo incluso el derecho de nombrar o disponer a su propio gobernador al igual que la figura de un protector que habría de ejercer como abogado y defensor de los derechos de los pueblos autóctonos ante otras autoridades o individuos que entraran en conflicto con los mismos, ya se tratase de peninsulares o de los miembros de alguna otra etnia o nación indígena. Así, al gobernador del pueblo de indios se le entregaba un bastón de mando al igual que a los gobernadores o alcaldes de las distintas villas y ciudades.
Tras la eclosión de las independencias en la América Española, durante las primeras dos décadas del siglo XIX, la costumbre del uso y designación del bastón será retomada incluso por las primeras naciones emancipadas en América del Sur como es el caso de las Provincias Unidas del Plata para la designación de un director supremo, como titular del Poder Ejecutivo, durante su primera década de vida en la que aún no se definía la adopción de una monarquía o una república como sistema de gobierno. En la actualidad, algunos países hispanoamericanos como Argentina, Uruguay y Bolivia entregan bastón de mando al presidente en turno.
En nuestro caso en particular, el primer gobernante mexicano en usar bastón de mando—mismo que fue a entregar a la imagen de la Virgen de Guadalupe en la antigua basílica—fue el libertador Agustín de Iturbide como primer emperador constitucional de México. De hecho tanto con la Independencia del Imperio Mexicano como tras la imposición de la República, esta tradición se preservó de manera ininterrumpida entre algunos pueblos indígenas y sólo sería retomada de manera oficial y brevemente durante el Segundo Imperio Mexicano, por parte de las alcaldías, bajo el reinado de Maximiliano I de México cuyo cetro de filigrana de oro entregado por las autoridades de San Juan del Río aún se conserva.
Por su parte, el bastón de mando ha sobrevivido hasta la fecha como símbolo importante en varias naciones indígenas de México como es el caso de los chichimecas-otomíes, representados por los danzantes concheros de Santiago de Querétaro, y otras tantas etnias del sureste que la incorporaron como propia desde el Virreinato.
La polémica suscitada por parte del presidente López por entregarle el bastón de mando, que le confirió cierta comunidad indígena, a quien impuso como candidata para sucederle en la presidencia, encuentra eco histórico puesto que la transmisión del mismo es unipersonal e intransferible, según la tradición europea heredada a nuestros indígenas desde la Conquista y expansión civilizadora.