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Del NAIM al AIFA

Proyectos emblemáticos para el tráfico aéreo mexicano

Del NAIM al AIFA

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ANA SOFÍA MENDOZA

Una de las decisiones más polémicas de Andrés Manuel López Obrador, al inicio de su mandato, fue cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) para desarrollar el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).

El comienzo del NAIM fue en el año 2014, durante el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Era el proyecto más ambicioso de su sexenio: sería la obra de infraestructura de mayor envergadura en toda Latinoamérica. Su objetivo principal era abastecer las necesidades del flujo aéreo de la zona Centro del país, que ya rebasaba —y podría decirse que todavía lo hace— la capacidad de los aeropuertos disponibles en la región.

NAIM, DISEÑO INNOVADOR

La planeación del NAIM estaba hecha para absorber todo el tráfico del actual Aeropuerto Internacional Benito Juárez (AICM), que quedaría en desuso. Además, su construcción en fases permitiría aumentar la capacidad aeroportuaria a lo largo de los años, para adaptarse a la creciente demanda del transporte aéreo. De acuerdo al pre plan maestro de esta obra, en su última etapa brindaría servicio a 80 millones de pasajeros al año —según datos oficiales, el AICM atendió a 48 millones 415 mil 693 usuarios en 2023—.

Pero, además del aspecto práctico, el NAIM pretendía ser un emblema nacional que destacara a nivel internacional. Por eso el proyecto quedó en manos del reconocido arquitecto mexicano Fernando Romero y del británico Norman Foster, ganador del Premio Pritzker —el galardón más importante de arquitectura en el mundo— en 1999.

Concibieron el aeropuerto en forma de una X visible desde el cielo, en referencia a la palabra “México”, con un centro que representaba al sol, un símbolo importante en las culturas prehispánicas. Además, se iban a añadir elementos alusivos a la serpiente en las vías de acceso, así como un diseño inspirado en las alas de un águila a la entrada de la estructura, para evocar al escudo nacional. Y es que el NAIM estaría asentado sobre Texcoco, donde, según la leyenda, los aztecas decidieron erigir la ciudad de Tenochtitlan al ver en el lago a un águila devorando una serpiente, la señal que esperaban por parte de los dioses para establecerse.

Incluso después de ser cancelado, el aeropuerto impulsado por Peña Nieto ganó el Premio Rethinking The Future de Arquitectura, Construcción y Diseño 2021, un reconocimiento internacional otorgado a las mentes creativas que generan estrategias para enfrentarse a los desafíos globales de la actualidad.

En su página oficial, la organización Rethinking the Future (RTF) destacó: “Ha adoptado un enfoque verdaderamente holístico y excepcionalmente basado en el contexto, diseñando un nuevo modelo que será la fuente de inspiración para los aeropuertos del futuro”.

Entre los aspectos sobresalientes del diseño se encuentran el uso del color —basado en la cultura mexicana—, la distribución adecuada de espacios para un flujo eficiente de usuarios, así como la membrana aerodinámica del techo, que no sólo da un aspecto futurista, sino que hubiera permitido el máximo aprovechamiento de iluminación natural, una ventilación eficiente, aislamiento térmico y captación de energía. En un video explicativo, el arquitecto Norman Foster menciona que su despacho es pionero en estas técnicas de construcción, que se han trabajado de la mano de ambientalistas e ingenieros especializados.

“La estructura está compuesta de materiales ligeros locales y está sistematizada para un período de construcción de cuatro años; además de ser ideal para que las condiciones del suelo minimicen el impacto ambiental”, complementó RTF.

Pero entonces, si el proyecto era tan prometedor, ¿por qué fue cancelado?

IMPACTO ECONÓMICO, AMBIENTAL Y SOCIAL

Uno de los principales argumentos de López Obrador para truncar la edificación del NAIM fue su alto costo en un país que requería austeridad. Inicialmente, la inversión para la obra era de 168 mil 880 millones de pesos, pero el presupuesto necesario se actualizó a 285 mil millones en 2018 y, después, superó los 300 mil millones. El gobierno federal morenista calculó, incluso, que con las variables que podían encarecer el proyecto, este podría rebasar los 600 mil millones de pesos. En cambio, el AIFA —incluyendo la base militar y su interconexión con el AICM— costaría 172 mil millones de pesos.

Otro motivo para oponerse al NAIM fue su impacto ecológico y social. De acuerdo con un documento publicado por el Gobierno de México, el aeropuerto de Texcoco implicaría que el lago Nabor Carrillo se convirtiera en una laguna de regulación; es decir, en un sistema de captación y desfogue de agua de lluvia, lo que llevaría a su posterior desecación y uso para aguas residuales. Esto se debe a que las lagunas que cumplían esa función fueron eliminadas durante el proceso de construcción del Nuevo Aeropuerto.

El lago Nabor Carrillo, apunta el documento, “es un cuerpo de agua permanente, con buena calidad y que brinda importantísimos servicios ambientales”, entre ellos el de recibir una gran cantidad de aves migratorias. Estas se verían obligadas a buscar otro lugar de asentamiento, lo cual podría representar un riesgo, ya que su cambio de hábitos de vuelo podría ser peligroso para la aviación en los alrededores. Asimismo, la obra aeroportuaria afectaría el ciclo hídrico de nueve ríos y, además, produjo una saturación de extracciones mineras en el Estado de México para obtener los materiales para su estructura.

En cuanto a lo social, el gobierno federal asegura que el proyecto hubiera causado una explosión demográfica —de alrededor de tres millones de habitantes— en la zona, que actualmente sufre por desabasto de agua debido a la sobreexplotación de acuíferos. Ni el presupuesto ni el plan de desarrollo consideraban la infraestructura que habría de cubrir las necesidades básicas de esa nueva población, como el diseño urbano, el alcantarillado, la electricidad y el abastecimiento de agua potable.

Se menciona también que la obra había infringido normas y trámites burocráticos durante su puesta en marcha, aunque cabe resaltar que el Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO) destacó la transparencia con que se llevó a cabo la planeación del NAIM, no sin señalar algunos riesgos de corrupción, como el hecho de que 24 procedimientos que suman un monto de 424 millones 955 mil 803 pesos tuvieron menos de 10 días para la entrega de propuestas.

AIFA

El costo de la cancelación del NAIM fue de 113 mil 327 millones de pesos, según cálculos de la Auditoría Superior de la Federación. El proyecto que lo sustituyó, como ya se había mencionado, fue el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles en la base militar de Santa Lucía, Estado de México. El prestigioso arquitecto Francisco González Pulido, quien tiene más de 30 años de trayectoria y diseñó el actual aeropuerto de Tailandia, quedó a cargo de realizar el plan maestro.

Según explicó en una entrevista para Forbes, González Pulido tenía un tiempo y un presupuesto limitados para la obra. A pesar de ello, trabajó en un diseño de aeropuerto que mostrara la cultura nacional y “que fuera la entrada a un México sofisticado que nos dijera no lo que somos nada más, sino lo que queremos ser. No dónde estamos, sino a dónde vamos”.

Sin embargo, una vez que entregó la propuesta, fue completamente relegado del proyecto. El resultado es muy lejano a su idea original, por lo que prefiere desmarcarse por completo de la obra que construyó el Ejército mexicano y que, asegura, podría poner en riesgo los principios de austeridad, eficiencia y sofisticación con los que él había plasmado el diseño inicial.

El AIFA ha sido criticado por su parecido con una bodega, por sus sanitarios temáticos de la Revolución mexicana y porque el recibimiento que da a los viajeros remite a una especie de tianguis. El gobierno justifica el diseño interior y la venta de artesanías, recuerdos y antojos, argumentando que lo que se busca es dar la impresión de que se entra a un pueblo mágico, que son uno de los muchos atractivos del país. Ante esta decisión unilateral, González Pulio señala que la forma en que se llevó a cabo fue con total desconocimiento de cómo mezclar lo tradicional y lo moderno con un buen diseño.

Pero hay que reconocer que el AIFA también tiene puntos positivos: se construyó con metodología MIC —una de las tecnologías más avanzadas y de mayor costo-beneficio en infraestructura—, incluye aisladores sísmicos, tiene las pistas de despegue y aterrizaje más largas del país, cuenta con tecnología de reconocimiento facial y posee la torre de control más moderna de Latinoamérica.

Sin embargo, no hay que olvidar que la idea de un nuevo aeropuerto surgió por la necesidad de dar abasto al tráfico aéreo, y el AIFA todavía está lejos de alcanzar ese objetivo. Su número de operaciones diarias se mantiene en alrededor de 65, mientras que el AICM realiza alrededor de 890. Según lo planeado, eventualmente la cantidad de vuelos irá aumentando hasta superar —entre los dos aeropuertos— los que se proyectaban para el NAIM, aunque hay que tomar en cuenta que el AIFA ya está interfiriendo con las operaciones del AICM por su cercanía.

Es evidente que ambos proyectos, como cualquier diseño arquitectónico, tienen sus ventajas y desventajas. Sin embargo, la polémica que han desatado los aeropuertos deja claro que hay que saber equilibrar los costos y beneficios de una obra de infraestructura de tal envergadura, para tomar las decisiones que verdaderamente satisfagan las necesidades de la población y que abonen al desarrollo de México, más allá de batallas políticas.

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