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Caminar juntos

Al Papa Francisco le han acusado de ser marxista. Él lo niega enfáticamente y aclara que se basa en la Doctrina Social de la Iglesia y en las enseñanzas de Cristo mismo.

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ANTONIO ÁLVAREZ MESTA

El jesuita Jorge Mario Bergoglio ha sido cuestionado con severidad desde el instante mismo en que asumió el papel de sumo pontífice de la Iglesia católica, pero fue su convocatoria a un sínodo sobre la sinodalidad la circunstancia la que desencadenó los ataques más virulentos. 

Sin duda parece pleonasmo la expresión “sínodo sobre la sinodalidad”. Y vaya que ese sínodo ha suscitado toda suerte de críticas entre los sectores más conservadores de la Iglesia católica. ¿Acaso las verdades eternas deben someterse al voto de la mayoría? ¿Vale entonces más la democracia —una superstición estadística según Borges— que las tradiciones milenarias de la fe? 

Resulta notorio que con el Papa Francisco los sínodos ya no son únicamente asambleas integradas por obispos para deliberar y asesorar al pontífice sobre asuntos muy delimitados. Si la Iglesia es ante todo el pueblo de Dios, ese pueblo debe ser cabalmente representado en toda su diversidad y no de manera ocasional sino permanente. La dignidad humana no admite exclusiones ni tratos discriminatorios. El significado de la palabra sínodo de acuerdo a sus raíces griegas es ilustrativo: caminar juntos. Y para Francisco caminar siempre es ir hacia adelante. La Iglesia sin duda tiene tradiciones que hay que preservar pero “la tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas”. Claro está que ese fuego es luz y es calor. La luz de la conciencia y el fuego del amor. 

Al Papa Francisco le han acusado de ser marxista. Él lo niega enfáticamente y aclara que se basa en la Doctrina Social de la Iglesia y en las enseñanzas de Cristo mismo. Otros aseguran que la teología en la que se basa es la teología de la liberación, tan combatida por los pontífices anteriores. Él aclara que estudió muy tarde esa teología y que su formación en seminarios y universidades fue la clásica escolástica. Confiesa que cuando fue provincial de la Compañía de Jesús en Argentina —en tiempos de la dictadura militar— para proteger la vida de sacerdotes y seminaristas dio la orden de que no hubiera libros de teólogos de la liberación en las bibliotecas de centros jesuitas. Simplemente tenerlos era motivo de detención, tortura e incluso muerte. 

Reconoce que después abrevó en la teología del pueblo con autores como Juan Carlos Scannone, Alberto Methol Ferré y Lucio Gera. Esta perspectiva se diferencia de la teología de la liberación en que no sólo habla de una opción preferencial por los pobres económicamente hablando, insiste además en promover condiciones más dignas para todos los que han sido excluidos o marginados por motivos de grupo étnico, creencias, género, orientación sexual, discapacidad, forma de vida, edad. 

Francisco ha dicho en múltiples foros que los derechos humanos no son solamente violados por los terroristas, los gobiernos represores o los grupos criminales, también son violados día tras día por injustas estructuras socioeconómicas que crean enormes desigualdades, vulneran poblaciones y devastan la naturaleza. El deterioro ambiental y la degradación humana van de la mano. 

Advierte que los partidarios del capitalismo sin controles han mentido al decir que una vez alcanzado cierto nivel de desarrollo y prosperidad los beneficios escurrirían del vaso de la riqueza y mejorarían de manera notable la vida del pueblo. “El vaso de los capitalistas sólo se hace más grande y no escurre”. “El mandamiento de no matarás debemos aplicarlo a la economía de la exclusión y la desigualdad porque esa economía mata”. 

Por supuesto, declaraciones de esa naturaleza no han sido bien recibidas por quienes pretenden una economía que sólo tome en cuenta a las leyes del mercado. A pesar de las críticas Francisco denuncia injusticias y llama a acciones transformadoras. No pretende ganar concursos de popularidad. Hay que decir la verdad porque es la verdad lo que nos hace libres y el cuidado de la casa común no puede esperar más. 

Pero los llamados a la acción de Francisco no son una invitación al mero activismo. Toma como modelo a Francisco de Asís. Ese santo dejaba todo por unos instantes de comunión con Dios. Esa comunión, buscada en el silencio, en la contemplación de la naturaleza, en la escucha atenta a la voz del Espíritu, en el discernimiento, le permitía amar y trabajar por el bien de todos los seres. Caminar juntos y avanzar como pueblo de Dios sólo es posible así.

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Escrito en: Antonio Álvarez Papa Francisco cristianismo

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