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ALEJANDRO TOVAR

Los hombres comunes suelen ser como soldados de la vida, que buscan abrirse camino en el asfixiante presente, en un mundo donde se confunden a menudo el amor y la indiferencia. Cuando logran abrirle un lugar al afecto, es que cambian un poco y mejoran su estado de ánimo, que muchas veces viene pegado a sus visiones personales de felicidad, ese anhelo siempre fallido.

Y quisieran trasladarse a una existencia alterna, esa que se fabrica con el solo pensamiento de una mejor forma de vida. Es cuando aparecen las ilusiones, duendes que nos vigilan y que tratan de burlarse de la realidad, aunque eso no siempre es posible, Se adueñan de la mente y le van dando oxígeno y alas a sus esperanzas. Hay gente que va por la vida como si ejecutara un penalty.

Los comunes van creyendo con firmeza que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque veía los sábados a la noche los partidos del Atlas por TV, en el tiempo de Vargas, Gamaliel, Herrera, Berna García, Pepe Delgado, Padilla, Amaury, Chavarín, Abel Verónico. También se decide por los domingos para ver al Cruz Azul de Cárdenas con Marín, Kalimán, Peña, Pulido, Bustos, Alejándrez, Muciño Munguía, Victorino y se despierta con una verdad inalterable, ¡todos están muertos!

Cuando quiere abrir espacios de realidad para darle sitio al amor, recuerda la gran vigencia de Jared Borgetti en Santos, el goleador implacable, el cabeceador maravilla, el explorador de la cancha que crecía cuando se aproximaba al área y ya dentro de ella, lo sentía como el patio de su casa, esperando un servicio que vendría por el aire, mientras todos contenían la respiración.

Y con él también aparecen un río de jugadores que han brillado con esta casaca verdiblanca a rayas, como lo ideó Salvador Necochea y se hizo tradicional, querida y sometida, como hoy, a violentos cambios del viento, con la velocidad del vértigo, cuando ya nada parece coherente, con la dinámica loca de un presente que solo aporta jaquecas y se ve un triste circo de tres pistas.

Buscar culpables tal vez sea tan simple como un reparto de yerros tan visibles. Lo absolutamente real es que "el futbol solamente pasa por los jugadores" y por nadie más. El resto del reparto en esta película es todo secundario, ellos son las estrellas. Nosotros somos todos como el agua del mar, porque el público, los medios, los árbitros y los directivos solo acompañamos y debemos considerar que los demonios andan dispersos y muestran la veracidad del infierno.

Le perdimos la pista a los éxitos en la cancha y solo nos queda aguardar mejores tiempos. Debemos aprender a tolerar y entender la ansiedad, a erradicar esta especie de secuestro emocional, donde debemos sortear un mundo de especulaciones e interrogantes, obligándonos a tener la capacidad de aceptación, para velar y enterrar entre todos las ilusiones que son como gaviotas que se van volando y nos conducen a construir un mundo propio.

La realidad es que todos, pueblo y equipo, solo somos como agua de río que pasa bajo el puente y se renueva otra vez. No poseemos el don de la ubicuidad. Hoy todo parece que ya nada es normal, somos solo creyentes firmes de que en la vida, si no se ama la verdad, no se reconoce.

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