
'Los parecidos', sci-fi mexicano de refrescante originalidad
Si bien el cine de ciencia ficción no es un género que se atrevan a abordar muchos cineastas mexicanos, Isaac Ezban lo hace echando toda la carne al asador con Los Parecidos (2015), película marinada con el miedo ancestral a lo grotesco y salvaje de los hombres lobo.
En este caso no es el cornezuelo del centeno del pan lo que provoca que simples mortales se conviertan en bestias. En esta cinta, las causantes son las gotas de una tormenta (¿intervenida por extraterrestres?) que azota a Ciudad de México y sus alrededores, lo que hace que los personajes sufran una peculiar transformación.
Vaya suerte para Martín (Fernando Becerril). ¡Pasarle tremendo susto en su sacrosanto lugar de trabajo y a pocos días de jubilarse! Fuera de la tromba, su tranquilidad tras el mostrador de una modesta estación de autobuses se ve trastocada por la extraña metamorfosis que van sufriendo uno a uno los que ahí se encuentran, precedida de una convulsión y la correspondiente espuma emanando de sus bocas.
Primero es la empleada de mantenimiento, Rosa (Catalina Salas), quien se desploma en el suelo de uno de los baños ante la sorpresa de Irene (Cassandra Ciangherotti), una joven embarazada que enseguida corre en busca de ayuda.
Al inicio asumen que es un ataque epiléptico, pero Roberta (María Elena Olivares) parece adivinar lo que se avecina. Luego de estar durmiendo profundamente en uno de los asientos de la sala de espera, comienza a proferir una especie de rezos o conjuros desde un rincón y a rociar una sustancia extraña en la cabeza de Ulises (Gustavo Sánchez Parra), otro de los clientes de la estación, quien está desesperado por abordar cuanto antes un autobús que lo lleve a la capital porque su esposa dará a luz.
Sin embargo, la tormenta ha provocado un retraso de horas en el servicio de transporte y nada se puede hacer sino especular si el cambio en sus fisonomías es por causa de un experimento o un virus contagioso. Todos, hombres y mujeres por igual, terminan pareciéndose a Ulises, quien insiste que él no tiene nada que ver.
Por si fuera poco, las puertas de la estación ya no abren y por más que Álvaro (Humberto Busto), estudiante de 25 años, las empuja, estas no ceden. De todos modos, tendrían que enfrentarse afuera a un enorme can enardecido que brincotea sin parar con intenciones de atacar.
El director incluye en la trama otro fenómeno enigmático: el vudú, puesto en práctica por el más joven de todos, Ignacio (Santiago Torres), un niño que ha llegado acompañado de su madre Gertrudis (Carmen Beato). Curiosamente, el infante tiene la respuesta a todo lo que está sucediendo en esa madrugada del 2 de octubre de 1968, esa fecha que “no se olvida”.
UN RESPIRO DE ORIGINALIDAD
Lejos de hacer guiños referenciales, la película, cuyo guion también está escrito por Ezban, invita al espectador a dejarse llevar por una trama original, nada predecible y con elementos novedosos.
Con Los Parecidos parece comprobarse que hacer lo que a uno le hace feliz, con honestidad, sin pretensiones ni temor a los resultados, es la fórmula para cautivar al público. En este caso una audiencia que gusta de la ciencia ficción y el suspenso, y que agradece una historia genuina, bien contada, con esa expectativa de lo que sucederá en el minuto siguiente. Se percibe que el director dejó que sus ideas fluyeran sin autocriticarse, desconfiar o limitarse.
El trabajo de caracterización es sobresaliente, logrando una atmósfera que remite a aquellas películas de antaño de espantos, de monstruos y catacumbas, de sitios lúgubres y brumosos de los que cualquiera saldría corriendo.
Es ese miedo a un hecho totalmente extraño, jamás imaginado, una de las piezas clave de Los Parecidos. Además, la forma en que transcurre la historia es lo que la hace tan auténtica. No se sabe ni remotamente cómo terminará.
El reparto se compone de grandes actores que son capaces de encarnar personajes muy distintos a los que han interpretado en otros proyectos. Cassandra Ciangherotti y Humberto Busto nada tienen que ver con sus papeles en Las horas contigo (2014), de la directora Catalina Aguilar Mastretta. También destaca Gustavo Sánchez Parra, quien representa a Arturo en Año bisiesto (2010), de Michael Rowe.
Los Parecidos seguramente se perfila como un filme de culto. Se antoja que, en su momento, hubieran salido al mercado figuras de acción de los personajes para colocarlas en una repisa junto a una edición especial en formato físico de la película.
En la colección estarían Martín, con la cabeza envuelta con vendas, como si fuera momia, en un intento por esconder su transformación; Roberta, la depositaria de conocimientos ancestrales, cargando en sus manos algunas piezas de las que se vale para sus artes sanadoras; incluso los investigadores Alberto Estrella y Luis Alberti, sin poder dar crédito a lo que ven.
No hay punto de comparación de Los Parecidos con otros filmes mexicanos. Acaso puede citarse Reflejos, uno de los cinco segmentos de Historias violentas (1984), dirigido por Daniel González Dueñas y escrito por Pedro F. Miret. En él, los personajes interpretados por Alma Muriel y Pedro Armendáriz Jr., son sorprendidos en la terraza de su departamento por extrañas luces que vienen del cielo, las cuales anteceden la llegada de un extraterrestre. De ahí en más, el cine de ciencia ficción en México está prácticamente desierto.
PRODUCCIÓN “CHICA”, GRANDES RESULTADOS
Si de comparación con otros directores se trata, Isaac Ezban no le teme a innovar. No se queda en la orilla, se mete al agua con todo y zapatos. Con él no hay lugares comunes ni fórmulas trilladas. Está lejos de presentarnos lo que está en boga en la pantalla grande: chistes fáciles, juventud destrampada y ahogada en alcohol, tramas sacadas de un molde o desarrollos de personajes sin pizca de imaginación.
La fotografía de Los Parecidos es de Isi Sarfati, quien con su lente no sólo logra transmitir la angustia de los personajes, sino hacer sentir al espectador como si estuviera en los años sesenta en esa sala de espera de la estación de autobuses, deseando partir aunque sea en medio de la tormenta.
Tan sólo un escenario basta para contar una historia de suspenso única. Un año antes, con su película El incidente, Ezban ya había sorprendido con temas sobre otras dimensiones o temporalidades, haciendo uso de pocas locaciones. La primera parte de este filme se desarrolla en las escaleras de un edificio de departamentos, donde el número de cada piso se duplica y, a manera de loop, deja atrapados a tres personajes sin poder salir. Si alguien baja y desaparece de la vista de los otros, aparece descendiendo del piso de arriba. El segundo segmento también presenta un loop infinito, pero en una carretera donde, en lugar de avanzar, los pasajeros de un auto pasan por el mismo lugar una y otra vez.
En la filmografía de Isaac Ezban se encuentra también su más reciente película, Mal de ojo (2022), que da más para sorprender al público.
Con el cine de este director se recupera la emoción de encontrarse con algo nuevo, despertando esa peculiar expectativa que nacía cuando uno hacía fila para entrar a una sala de cine de las de antaño. Hace volver esos tiempos en los que un buen filme dejaba a los espectadores asimilando, por días, lo que acababa de ver.