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Fusión de culturas en Pokémon x Van Gogh Museum

La controversia que causó la exhibición en el famoso museo de Ámsterdam es una buena oportunidad para reflexionar sobre el esnobismo y la difusión del arte en la actualidad.

Imágenes: Van Gogh Museum

Imágenes: Van Gogh Museum

RICARDO OROZCO ROSALES

En el apogeo de la popularidad del videojuego para móviles Pokémon Go, ciudades de todo el mundo fueron testigos de estampidas épicas en la búsqueda de las adoradas criaturas: la mecánica del juego consiste en utilizar el teléfono celular para interactuar con ellas a través de realidad virtual.

Desde Washington y Nueva York hasta Taipéi, multitudes se movían frenéticamente hacia los puntos de aparición de estos monstruos, como se ilustra en un video recopilatorio fascinante titulado The Biggest Pokémon Go Stampedes, disponible en YouTube.

Este fenómeno destaca la obsesión y dedicación de los fanáticos, quienes persiguen incansablemente cualquier nuevo producto relacionado con la icónica franquicia japonesa. Traslademos ahora esta ferviente búsqueda a un escenario inesperado: el venerado Museo de Van Gogh en Ámsterdam.

La institución, en su afán de acercar la obra del ilustre pintor francés a las nuevas generaciones, tomó una decisión intrigante. Como parte de la conmemoración de su 50 aniversario y en conjunto con la inauguración de la muestra Pokémon x Van Gogh Museum en septiembre de 2023, decidieron regalar una exclusiva tarjeta de Pokémon.

La exhibición presenta seis cuadros que reinterpretan las obras maestras de Van Gogh incorporando cautivadores personajes Pokémon, entre ellos la icónica figura de Pikachu, la más popular de la franquicia, que fue la protagonista de un incidente inesperado.

La tarjeta especial Autorretrato con sombrero de fieltro gris, que exhibía a Pikachu en una pose única, generó un frenesí entre los revendedores, llevando al museo a tomar la difícil decisión de retirarla de inmediato, para preservar la seguridad y la experiencia de los visitantes.

Este inusual episodio evidencia una conexión extraordinaria entre la “alta cultura” representada por Van Gogh y la “baja cultura” encarnada por Pokémon, mientras que la intervención de revendedores y las consecuentes inquietudes de seguridad resaltan los desafíos que nacen de esta conjunción entre dos mundos aparentemente dispares.

ALTA Y BAJA CULTURA

Sin embargo, ¿por qué la necesidad de dividir la cultura? Al fin y al cabo, ¿no fue el propio Museo de Van Gogh en Ámsterdam quien extendió la invitación a estos monstruos de bolsillo para que ingresaran a un recinto artístico?

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Imagen: Van Gogh Museum

La jerarquía cultural de los museos es absolutamente válida; llamarlos “santuarios de las artes” suena algo cursi, pero es lo correcto. Sin embargo, guardar la “alta cultura” en un solo lugar no parece beneficiar a que esta se mantenga relevante, sobre todo entre las nuevas generaciones.

No debería haber una confrontación entre la “alta” y la “baja” cultura. Por el bien de la cultura en general, hay que admitir que todas las formas de arte son relevantes y pueden disfrutarse en cualquier contexto, sin necesidad de confinarlas a un único espacio.

Sin embargo, si se opta por adoptar una actitud esnobista hacia la supuesta “baja cultura”, es imperativo considerar lo que los genios confirmados de las artes tengan que decir sobre ella. Como ejemplo, cuando a Lou Reed, compositor neoyorquino con obras maestras como “Perfect Day” y su álbum Berlin, se le preguntó sobre la música disco, un género que inundaba las listas de popularidad a finales de los años setenta, expresó una opinión inesperada para los amantes del rock: “Me gusta la música disco sin sentido... dicen que las letras son estúpidas y repetitivas. ¿Y qué hay de malo en eso? Lo mismo ocurre cuando uno se acuesta para disfrutar del sol. No todo tiene que ser serio”. En otras palabras, nos invita a apreciar la diversidad cultural y encontrar riqueza en cada experiencia.

EL VIGILANTE OJO PÚBLICO

En el complejo equilibrio de gustos culturales surge una perspectiva reveladora del célebre pianista Glenn Gould. Al confesar su “repudio” hacia las audiencias y tacharlas de “fuerza del mal”, Gould nos ofrece una visión única que se ve reflejada en su retirada de los escenarios a los 31 años de edad, debido a la ansiedad escénica exacerbada por un público esnob que esperaba interpretaciones perfectas de Bach o Mozart.

Para Gould, el concierto se transformaba en un enfrentamiento “gladiatorial”, donde la audiencia se convertía en una fuerza hostil, ansiosa por detectar cualquier error o debilidad en el intérprete. Esta perspectiva ilumina cómo, en ocasiones, los espectadores de la “alta cultura” se centran más en la búsqueda de fallos que en la auténtica apreciación de la música.

Además revela que, a veces, este tipo de público prioriza mantener una pose distante en lugar de sumergirse en la esencia misma del arte, paradoja donde la pretensión eclipsa la verdadera conexión con la expresión artística, dejando al descubierto la necesidad de reevaluar nuestras percepciones culturales.

En el análisis de la rica historia del arte se identifican otras figuras que optaron por distanciarse del público, como J.D. Salinger, el escritor de El guardián entre el centeno (1951), obra que sigue vendiendo millones de ejemplares en la actualidad.

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Glenn Gould se retiró de los escenarios a los 34 años al sentirse abrumado por la audiencia. Imagen: Fred Plaut

Su retirada fue una respuesta a la abrumadora presión y las expectativas intensas de los lectores. La intrusión alcanzó límites inesperados: sus fanáticos, ansiosos por una conexión más íntima con el autor, se aventuraron a buscarlo en su hogar.

Este peculiar episodio se detalla en el documental Salinger de 2013, donde se relata cómo sus seguidores buscaron capturar un vistazo más allá de la obra literaria, evidenciando la compleja relación entre el artista y su audiencia que, en este caso, era culta.

Todos estos ejemplos nos llevan a reflexionar sobre la subjetividad de la superioridad asociada al gusto por la “alta cultura”, demostrando que no siempre refleja un comportamiento digno de ser replicado.

REINVENTAR LOS RECINTOS CULTURALES

El Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México se erige como un bastión cultural en la capital del país. Obras de renombrados artistas internacionales, como Anish Kapoor y Ai Weiwei, han dejado una huella imborrable en sus muros. Según Ricardo Quiroga, en su artículo para El Economista, el MUAC ha evolucionado en sus 15 años, transformándose en un foro vital que alberga debates y reflexiones sobre temas políticos y sociales.

La reciente sede del foro Ágora Gaza-Israel subraya su compromiso con las disidencias y las manifestaciones culturales. Además, el Centro de Documentación Arkheia, custodio de valiosos archivos, resalta la importancia de preservar la memoria de la producción contemporánea, como detalla Quiroga en su artículo MUAC: cuando el arte contemporáneo dejó de ser un secreto. En este contexto, se destacan los 15 años cumplidos del recinto cultural, consolidándolo como un referente indispensable en el país.

Durante las celebraciones de su aniversario, el MUAC sorprendió al invitar a la artista pop María Daniela y su Sonido Lasser para dar un concierto en las afueras del lugar, generando diversas críticas. La elección de la cantante, conocida por letras provocativas, suscitó controversia, llevando a algunos a considerarlo como uno de los movimientos más audaces del museo.

Así como el Museo de Van Gogh se atrevió a presentar a Pikachu, el MUAC desafía los límites entre la alta y la baja cultura al incorporar a María Daniela, desdibujando los límites en esta batalla cultural. Por ahora, todo es un caos en esta intersección de expresiones artísticas y culturales.

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