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Urbe y orbe

Una guerra entrampada

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Lo que parecía una incursión rápida se ha convertido en una guerra de desgaste. El conflicto armado iniciado por Rusia el pasado 24 de febrero contra Ucrania ha cruzado el umbral de los seis meses con varias tendencias y algunas novedades. En el plano mediático, la guerra en Ucrania ha pasado a segundo término con menciones de algún hecho extraordinario o como una causa de la escalada inflacionaria global. Más allá del desplazamiento informativo, buena parte de la cobertura se está haciendo desde posiciones propagandísticas que complican el acercamiento a lo que en verdad está ocurriendo en el terreno. Un ejemplo claro es lo que ocurre en la central nuclear de Zaporiyia, la cual ha sido blanco de ataques que, según la ONU, comprometen la seguridad de la planta y aumentan el riesgo de una catástrofe. Según Rusia, las responsables de los ataques son las fuerzas armadas ucranianas. Según Ucrania, la culpa es de las tropas rusas. El duelo de versiones se repite en asuntos como las cifras de decesos militares y civiles. Mientras Moscú minimiza el número de bajas de sus fuerzas y maximiza el de las tropas ucranianas para defender que está ganando la guerra, Kiev evidencia sólo las muertes de civiles provocadas por ataques rusos para reforzar la idea de que se están cometiendo crímenes de guerra.

A pesar del choque de propagandas, es posible apuntar algunas cifras que ayudan a dimensionar la magnitud de la guerra: más de 13,000 muertos; 12 millones de desplazados, de los cuales 6.4 millones son refugiados (desplazados a otros países), y daños materiales por 104,000 millones de dólares. Los fallecimientos desde el 24 de febrero son más que los registrados en ocho años de guerra del Donbás, antecedente del conflicto. El número de desplazados equivale a poco más de un cuarto de la población de Ucrania, y el de refugiados a poco más del 10 % del total de habitantes. Un dato interesante de los refugiados es que el mayor número, dos millones, han huido a Rusia, es decir, al país agresor. Esto se explica en parte por la gran cantidad de pobladores de etnia rusa que habitan principalmente en el este de Ucrania y la apertura por parte de Moscú de corredores humanitarios que conducen a territorio ruso. En cuanto a los daños materiales, la mayoría corresponden a infraestructuras civiles como casas, carreteras y puentes, fábricas y terminales aeroportuarias, portuarias y ferrocarriles, y el monto equivale a casi 70 % del PIB ucraniano.

En el plano estratégico, la guerra se encuentra estancada desde hace meses. La invasión rusa comenzó con incursiones desde el este, norte y sur de Ucrania, y con ataques en prácticamente todas las ciudades importantes. Hoy, la lucha se concentra en el este y sur del país con el control efectivo de parte de Rusia de casi todo el Donbás, Crimea, parte de Járkov, Jersón y Zaporiyia. Los partes de guerra arrojan que no ha habido cambios en el terreno durante semanas. El desgaste de los ejércitos es evidente, aunque en el caso de las fuerzas ucranianas se aprecia una novedad: además de aumentar sus capacidades de resistencia gracias al apoyo occidental, han comenzado a responder el fuego ruso no sólo en su territorio sino también en suelo enemigo. Este hecho cobra relevancia en el marco de la reunión virtual que sostuvo el presidente Volodímir Zelenski con los integrantes de la OTAN con motivo de los seis meses de la guerra y el aniversario 31 de la independencia de Ucrania. En dicha reunión la OTAN alentó a Zelenski a seguir resistiendo y atacando las posiciones rusas para recuperar Crimea. La respuesta del mandatario implica un cambio importante: si antes la consigna era resistir hasta motivar un acuerdo de paz con Rusia, hoy el objetivo es ganar la guerra. El problema es que de la resistencia al triunfo hay una profunda brecha que, con todo y la ayuda occidental, Ucrania no está en condiciones de sortear en el corto ni en el mediano plazo. En una visión realista, lo que habría que esperar es que la guerra se prolongue y que las posibilidades de una paz concertada se alejen aún más.

Otro aspecto novedoso es que, pese al discurso del Kremlin, las cosas no marchan tan bien para Rusia, aunque tampoco tan mal como lo pinta Occidente. Las principales dificultades están en el teatro de guerra. Las pérdidas materiales y bajas provocadas por la imposibilidad voluntaria o involuntaria de establecer el dominio aéreo, se han sumado a las dificultades en el reclutamiento de nuevos soldados. El presidente Vladimir Putin decretó la semana pasada una expansión del ejército en 137,000 efectivos para alcanzar los dos millones en 2023. Varios análisis militares han hecho notar la poca efectividad de las fuerzas rusas en el terreno, en donde se han impuesto más por superioridad numérica que por eficiencia estratégica. Las tropas invasoras continúan minando las capacidades físicas de Ucrania, cuyas fuerzas se han concentrado en golpear la moral rusa a través de ataques menos frecuentes, pero más precisos. En contraste, las sanciones económicas de Occidente no han tenido el efecto esperado; la caída del PIB ruso ha sido considerablemente menor a la pronosticada, lo cual tiene que ver en parte con la resiliencia que la economía de Rusia ha forjado desde las sanciones de 2014. Además, Moscú ha sabido jugar la carta de la energía, vendiendo en rublos su gas y petróleo, lo que ha fortalecido al rublo, y amagando con suspender el suministro a países europeos que respaldan a Ucrania de cara al invierno que se acerca. La crisis energética en Europa, la inflación mundial y la crisis alimentaria operan a favor de Rusia al debilitar la posición de algunos países que al principio manifestaron su apoyo a Kiev.

Mención aparte merece el atentado en Moscú que cobró la vida de la politóloga y periodista Daria Dugina, hija del filósofo ruso Alexander Dugin, a quien algunos consideran, de forma no tan precisa, ideólogo de Putin. Dugin es el autor de la Cuarta Teoría Política, con la que propone superar las tres ideologías del siglo XX: liberalismo, fascismo y comunismo. Una teoría nacionalista que pone el acento en el pueblo como actor protagónico del Estado. Dugin también ha formulado la tesis del neo eurasianismo, que establece que Rusia está más cerca de Asia que de Europa, y a la que se le atribuye en parte la alineación de Moscú con Pekín. Si bien existen indicios claros de que el objetivo del atentado era Dugin y no su hija, no quedan claras las motivaciones. El ataque se lo ha atribuido una organización extremista desconocida, aunque la versión del Kremlin es que detrás del atentado está la mano de Kiev, en donde no se descarta que haya sido el propio gobierno ruso el autor intelectual. En cualquier caso, el asesinato ha reforzado el discurso nacionalista dentro de Rusia con el ánimo de hacer pagar a Ucrania por el asesinato de Dugina. Es decir, un elemento más para alejar las posibilidades de una paz pronta y duradera.

@Artgonzaga

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