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Urbe y orbe

Raíces de la geopolítica rusa

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Rusia es un estado sui géneris en el concierto internacional. Su inmenso territorio lo hace un continente en sí mismo, más grande que Oceanía y Europa (sin Rusia) juntos. Con sus 17 millones de km2 es casi dos veces más grande que China o Estados Unidos. Es un país transcontinental continuo, europeo y asiático a la vez, que abarca once husos horarios. Es el tercero con mayor longitud de costa del mundo, tras Canadá e Indonesia, y el segundo con mayor longitud de frontera terrestre, superado sólo por China. Limita con 14 países y tiene acceso directo a tres océanos: Ártico, Atlántico y Pacífico. Con 145 millones de habitantes es el noveno estado más poblado del orbe. No obstante, se encuentra entre los 15 países independientes con menor densidad de población.

Su administración política territorial también es peculiar. Es una república federal plurinacional con 160 etnias reconocidas y 100 idiomas diferentes. La Federación Rusa está conformada por 85 sujetos federales: 22 repúblicas, 9 territorios, 46 regiones, 4 distritos autónomos, una región autónoma y tres ciudades federales. Es decir, no se trata de una república federal como EUA, México o Alemania, en donde todos los estados guardan el mismo estatus. Aunque su forma de gobierno y sistema político la hacen en el papel una república semipresidencialista de democracia representativa, la realidad es que el actual jefe de Estado, Vladimir Putin, concentra grandes poderes legales y extralegales que inclinan la balanza hacia un régimen autocrático de fachada democrática.

También sus capacidades materiales y económicas tienen características particulares. Su Producto Interno Bruto a valores de Paridad de Poder Adquisitivo la coloca como la sexta economía del mundo, apenas por debajo de Alemania, pero muy lejos de China y EUA. Su riqueza depende demasiado del sector primario, sobre todo del extractivo: gas, petróleo, aceites, fertilizantes, minerales, granos y otros alimentos son sus principales exportaciones. Aunque su PIB supera al de países como Australia, España o Países Bajos, el nivel de vida y el Índice de Desarrollo Humano de su población es inferior. Pero, a pesar de sus limitadas capacidades económicas, Rusia ha logrado mantener un poderío militar apenas superado por el de EUA, con fortalezas únicas en los renglones de ojivas nucleares, propulsión de cohetes, artillería, tanques y corbetas. Todas estas realidades geográficas, políticas y materiales hacen de Rusia un estado atípico y definen buena parte de su lógica geopolítica. No obstante, detrás de ésta hay también una historia que hunde sus raíces en los orígenes de la nación eslava, unos mil años atrás.

El nacimiento de las primeras ciudades en la extensa región que va de Kiev a Nóvgorod está vinculado con el Imperio romano de Oriente, gobernado desde Constantinopla. Con la expansión musulmana de los siglos VII al X, el Califato se apoderó de los territorios de Oriente Medio y África del Norte, lo que permitió controlar buena parte del tráfico marítimo del Mediterráneo, otrora dominado por la potencia romana. Al ver cerrada la vía marítima que le permitía ser la conexión entre China y los nacientes estados europeos, Constantinopla volteó su mirada hacia el norte. Primero encontró una ruta alterna para comerciar con Asia a través de Crimea, el Cáucaso y el Caspio. Luego, construyó una ruta hacia el Báltico a través de los actuales territorios de Ucrania, Rusia y Bielorrusia para comerciar con los países nórdicos y las islas británicas. Por influencia e iniciativa de Constantinopla, en esta época se inicia la urbanización, cristianización y alfabetización de los pueblos eslavos, es decir, su civilización.

Las ciudades, tribus y estados surgidos por el influjo romano oriental se unieron en una federación eslava, la Rus de Kiev, que hasta el siglo XIII fue uno de los estados más poderosos de Europa, y su apogeo estuvo directamente vinculado a la última etapa de prosperidad de Constantinopla. Era el punto intermedio de una extensa red comercial que iba del Imperio chino Song y los estados de la India, hasta Flandes e Inglaterra, pasando por el Califato de Bagdad y los estados escandinavos. Rusia, Ucrania y Bielorrusia comparten el mismo origen en esta federación que floreció hasta que las conquistas del Imperio mongol lo hicieron sucumbir en 1240, cuando se formaron estados independientes entre sí, pero vasallos de los kanes mongoles. Uno de esos estados vasallos fue el Principado de Moscú, que en el siglo XVI se convertiría en el Zarato ruso, germen de la Rusia imperial. Mientras Europa Occidental se lanzaban a los océanos en búsqueda de nuevas rutas, recursos y mercados, y los turcos otomanos se expandían por Medio Oriente y el Mediterráneo ocupando el antiguo sitio del Imperio romano, Rusia se incorporaba al escenario de las potencias cristianas europeas en un hecho que iba a transformar para siempre el equilibrio político de Europa.

Con el objetivo de hacer de Rusia una aliada cristiana frente al poderío turcomusulmán del Imperio otomano, que había tomado Constantinopla en 1453, el papa Paulo II concertó el matrimonio del gran príncipe de Moscú, Iván III el Grande, con Sofía Paleóloga, hija de Constantino XI, último emperador romano de Oriente. Así, Iván III tomaba la estafeta de relevo del Imperio romano oriental, se ponía a la cabeza de la cristiandad frente a los otomanos e iniciaba una política expansionista que llevaría a Rusia a convertirse en el estado más extenso del orbe. Iván III es la figura histórica clave para entender la geopolítica rusa: puso fin al vasallaje que Moscú tenía con la Horda de Oro mongola; construyó la fortaleza del Kremlin, centro de poder de Rusia; cuadruplicó el territorio del Principado de Moscú; con la intención de incorporar todos los antiguos territorios de la Rus de Kiev se nombró "soberano de todas las Rusias"; puso los cimientos de la concepción autocrática de gobierno que prevalece hasta hoy, y proclamó a Rusia como la "Tercera Roma", heredera de la primera, la del Tíber, y la segunda, Constantinopla.

Pero lo más importante es que Iván III, que tuvo un dilatado reinado de 43 años, el más largo en la historia de Rusia, sentó las bases de las tres tendencias geopolíticas que marcarán no sólo al estado ruso, sino a toda Europa, hasta hoy: unir los territorios de Ucrania y Bielorrusia bajo el dominio de Moscú; tener acceso amplio y libre a las rutas del mar Negro para conectarse con el Mediterráneo, y mantener el acceso directo al Báltico. Si revisamos la historia de Rusia desde el siglo XVI hasta el XXI, la URSS incluida, veremos que, de cara a Europa y Occidente, está definida por estas tendencias que debemos tener presentes si queremos entender el actual conflicto entre Rusia y Ucrania. A estos tres intereses geopolíticos rusos, que tienen sus raíces en Iván III, se han sumado otros más recientes, pero de ellos hablaremos en otra ocasión.

@Artgonzaga

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