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No a la violencia como modo de vida

RAÚL MUÑOZ DE LEÓN

NO A LA VIOLENCIA COMO MODO DE VIDA

Estamos acostumbrándonos a la violencia; a tenerla como si fuera un fenómeno normal; a considerarla como un modo de vida. Provocación del caos y alteración de la paz social, son los dos resultados inmediatos de la violencia. Al parecer, duele decirlo, en México la violencia ha adquirido carta de naturalización y los diferentes estratos de la sociedad aceptan e incorporan registrándola como formando parte de la existencia.

Las autoridades policiacas y administrativas informan que se refuerza la seguridad y que han bajado los índices de violencia; que tenemos una sociedad que vive en un medio que garantiza su seguridad. La verdad es que no pasa un día en que los medios de comunicación no informen sobre la comisión de hechos violentos: "Asesinan a una mujer que caminaba por la calle"; "Comando entra en bar y mata a cuatro"; "Mueren cinco en balacera", son algunas de las noticias que publican los diarios y al enterarnos quedamos impávidos, asumimos una actitud de indiferencia. Hemos perdido la capacidad de asombro y leemos las noticias sobre violencia con la misma actitud de si leyéramos el resultado de un encuentro deportivo; o de enterarnos en la prensa que dos personas conocidas por nosotros se unieron en matrimonio.

Hemos caído en el "me importa madre" o en "el valemadrismo"; esta actitud es preocupante por ser grave. No caigamos en zonas de confort y cómodamente veamos con indiferencia y desinterés la situación de violencia que se presenta en la sociedad. Regiones y ciudades que hasta hace algunos años eran considerados como tranquilas y seguras, hoy son víctimas y campo donde los conflictos se resuelven a tiros. Zacatecas, San Miguel de Allende, Taxco, Pátzcuaro, Cuernavaca, Guanajuato, son entre otras muchas, ciudades donde prevalecía la tranquilidad, y el visitante disfrutaba de un ambiente de seguridad y confianza. Ahora duele leer en los diarios o escuchar en los medios televisivos y radiofónicos noticias como "se enfrentan a tiros en Morelia", "secuestran a joven mujer en Jerez", y otras por el estilo.

Hay violencia física y violencia psicológica. La primera puede considerarse como el uso de la fuerza para causar daño a alguien; la interferencia física que ejerce un individuo o un grupo de persona en el cuerpo de un tercero sin su consentimiento, acción que puede producir desde un rasguño, una herida leve, hasta la fractura, pérdida o lesión de un órgano o miembro, un ataque al corazón, y a la misma muerte. Más dañina y dolorosa es la violencia psicológica o moral que ejerce una persona sobre otra, torturándola, intimidándola con amenazas para que haga o deje de hacer algo, entregue una cosa o proporcione cierta información o revele datos secretos o confidenciales, amenazándola con hacerle daño o a alguno de su familia o del círculo de amigos, exigiéndole la entrega de dinero a cambio de no hacer efectivas sus amenazas.

En este contexto, resulta difícil entender y, desde luego aceptar la conducta en la que incurrió un grupo de mujeres de la Ciudad de México que, encapuchadas para ocultar su identidad, se manifestaron en protesta por la violencia contra las mujeres, cometiendo actos detestables, destruyendo bienes públicos como casetas, aparadores, pintando muros y causando daños a bienes monumentales, propiedad de la Nación. Es un contrasentido; no se apaga el fuego con fuego, ni la ropa mojada se seca con agua.

Las imágenes que proyectaron los diarios impresos y los medios radiofónicos y televisivos exhibiendo a este grupo de señoras realizando las acciones que comentamos, obliga a que se haga una reflexión seria, sincera y profunda que permita conocer las causas de esta conducta, porque ahí está el origen del problema. Atacando las causas, se pueden evitar las consecuencias que generalmente terminan en la desintegración de la sociedad, en el enfrentamiento de sus sectores que polarizan sus condiciones hasta generar un cuadro de inestabilidad, de temor ciudadano, de angustia y desesperación.

Quien es hoy presidente de la República, en su campaña como candidato afirmó reiteradamente que él tenía la solución al problema de la violencia y su efecto inmediato, que es la inseguridad. Este ofrecimiento, tal vez fue determinante para su triunfo electoral. Han transcurrido tres años de su gobierno, y la inseguridad no sólo no ha desaparecido, sino que ha ido en aumento. Así que está obligado moral, política y constitucionalmente a encontrarle solución al problema de la violencia y la inseguridad.

Tiene la obligación de garantizar la tranquilidad de los ciudadanos, a establecer las condiciones de estabilidad social para que la gente pueda desarrollar con entusiasmo, optimismo y tranquilidad las tareas que le corresponden. Más allá de las causas inmediatas que la generan debe prevalecer la voluntad política y la decisión del Estado de poner fin a la violencia en todas las manifestaciones, tipos y características, pero por encima de todas, la violencia de género. Respetemos y cuidemos a la mujer porque en torno de ella se forma, se desarrolla y educa el núcleo central de la sociedad que es la familia, si ésta se descompone viene el caos social y en seguida la anarquía política. Hay que evitarlo.

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