La maestra Evangelina fue una de las que recibieron reconocimiento por años de servicio y resultó ganadora de uno de los tres autos que sortearon.
La pandemia del COVID-19 la hizo reinventarse profesionalmente, pues acepta que tuvo que empezar prácticamente de cero en el uso de las tecnologías; otros obstáculos a los que se enfrentó fueron el contexto socioeconómico de su centro de trabajo y la edad de sus alumnos, comparte la maestra Evangelina Rodríguez Acuña.
"Soy una de las personas que sí sufrieron mucho en la pandemia. Fue muy difícil porque hay mucha tecnología y nosotros no nacimos con la tecnología. Ha sido muy complicado, pero yo he tenido mucho el apoyo de mi hermana la más chica, porque a ella se le facilita mucho, pero me las he ingeniado para hacer mi trabajo. Ahí estamos en el camino dándole, porque me encanta lo que hago".
"También los niños, ellos no conocen el uso de la tecnología y aparte donde yo estoy casi todas las familias carecen de todas esas herramientas, y pues lo hacíamos de alguna manera o de otra, pero siempre apoyando a nuestros chiquitos, porque en preescolar se necesita mucho para interactuar con ellos".
Evangelina fue una de las casi 200 maestras y maestros que recibieron un reconocimiento por años de servicio, que otorgaron el Gobierno del Estado y el Sindicato de Maestros. En su caso son 30 al frente del grupo en el nivel de preescolar y además de la presea ganó uno de los tres automóviles que las autoridades sortearon.
Comparte que es originaria de San Pedro de las Colonias, de familia humilde y siempre tuvo la firme convicción de ser educadora, por lo que pese a todas las dificultades económicas que había en su casa su papá se esforzó y la apoyó para estudiar en la Normal de Educación Preescolar, en la ciudad de Saltillo.
Incluso manifiesta son seis hermanos, de los cuales cuatro son educadores, dos en primaria y dos de preescolar. Ella es la segunda en la familia.
Recuerda que la primera aula adonde la enviaron fue en La Higuera, en el municipio de Rodeo, Durango, donde dice tiene muy bonitos recuerdos, pues ahí permaneció 10 años, incluso todavía tiene contacto con pobladores y le es muy grato enterarse de que muchos de sus exalumnos son profesionistas que como ella vencieron todas las dificultades para salir adelante. Luego logró acercarse a su tierra natal, en San Pedro, donde los últimos casi 9 años trabaja en el Jardín de Niños Manuel Cervantes Imaz, de la colonia Valparaíso.
Platica que estos 30 años han sido de mucho aprendizaje profesional, pero sobre todo personal, por la edad de los alumnos, pues le toca formar los cimientos del aprendizaje y cada familia vive en un contexto diferente; incluso llegan a ser parte de la familia, pues hay ocasiones en que los niños todavía no aprenden a hablar.
"He tenido momentos muy bonitos, pero también muy complicados, porque son niños pequeños, pero nos dan muchas satisfacciones. Han sido muchas experiencias vividas durante estos 30 años de servicio y cuando me entero de que mis alumnos ya son unos profesionistas me da mucho gusto".
