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La bibliotecaria de La Flor de Jimulco

Una de las 17 bibliotecas públicas que tiene el municipio de Torreón

SAÚL RODRÍGUEZ

La Flor alberga un sosiego que solo es interrumpido por el paso del ferrocarril. Don Amador Cárdenas fue el amo y señor del Cañón de Jimulco durante el Porfiriato. Los edificios de su hacienda todavía permanecen en pie: la parroquia, la casa grande edificada en 1899 (ahora habitada por una familia del pueblo) y la casa chica. Esta última es sede de la Biblioteca Arturo Orona, una de las 17 bibliotecas públicas que tiene el municipio de Torreón.

Desde hace un año, Perla Judith Tapia Moreno es la encargada de la biblioteca, una ama de casa que desde pequeña tuvo gusto por la lectura, en particular los cuentos infantiles. Durante la entrevista, toma un ejemplar de El milagro, novela escrita en 1858 por el autor estadounidense Irving Wallace. Perla tal vez no memoriza los títulos de los textos, pero sí su contenido.

“Este edificio, desde hace años, lo tenían como Casa de la Cultura. Hace años manejaban aquí la danza folclórica y había grupos de niños, adolescentes y personas mayores. Era lo que se manejaba, venía una maestra de Torreón a dar clases”.

Cada día, a partir de las 10 de la mañana, Perla abre las puertas de la biblioteca para comenzar las actividades del día. En esta ocasión, el recinto alberga unos talleres impartidos por maestros del Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE), cuyo eje central es el rescate del canto cardenche en la comunidad. Ella misma se registró como alumna en el taller literario.

La Biblioteca Arturo Orona lleva el nombre de un activista social, quien aprendió a leer gracias a recortes de periódico que pasajeros del ferrocarril lanzaban al pasar por La Flor (se puede apreciar su busto en el jardín central). El lugar cuanta con dos salas, una general y otra infantil. Su acervo bibliográfico registra más de tres mil seiscientos libros, cuyos contenidos oscilan en todos los temas y géneros.

A Perla le enorgullece su comunidad y se emociona en cada párrafo y renglón que lee. Gusta de convivir con los niños, tomar un libro, abrir sus páginas y narrarles una historia.

“Me gusta mucho convivir con los niños, más porque me gustan los cuentos. Me gusta contarles cuentos, leerles y que cada niño se vaya imaginando el tipo de cuento que se les lee, que echen a volar su imaginación cuando se les está leyendo”.

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El ejido La Flor se ubica a casi 80 kilómetros al sur de Torreón, en la zona protegida del Cañón de Jimulco. El pueblo de 609 habitantes es custodiado por El Centinela, la montaña más alta de la región (tres mil 200 metros sobre el nivel del mar). Al sur, el río Aguanaval suele serpentear su líquido, aunque en esta temporada se encuentra seco.

La biblioteca de La Flor también cuenta con la única señal gratuita de internet que hay en la comunidad, por eso no es extraño ver a jóvenes en los alrededores revisando sus celulares. Sin embargo, Perla considera que la tecnología de los teléfonos inteligentes ha apartado a los jóvenes de la lectura, pues buscan la inmediatez y el entretenimiento.

Es más fácil aprender por medio de libros que por internet. A mí se me facilita más la lectura por medio de las hojas de un libro, que estar pasando la lectura por medio de una computadora o un teléfono. Aparte te daña menos la vista que un aparato. En el libro puedes tener una mayor reflexión de lo que tienen las letras.

Se trata de mejorar día con día. Si hoy tuve cinco niños en la biblioteca, hay que lograr mañana tener 10, o sea, el doble de lo que hoy tuve […] Vengan a visitarnos. Somos una comunidad muy bonita. Aparte muy tranquila”.

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