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Urbe y Orbe

Impacto global de la nueva OTAN

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

De la cumbre de Madrid ha emergido una nueva Organización del Tratado del Atlántico Norte. Al menos eso se desprende del Concepto Estratégico 2022 aprobado en la capital de España por los 30 integrantes de la OTAN, la principal alianza militar del mundo. El concepto estratégico es la doctrina bélica de la Alianza Atlántica, en donde se definen las amenazas, los riegos y desafíos que enfrenta el orbe occidental, y la ruta a seguir para hacerles frente. El documento tiene profundas implicaciones globales imposibles de minimizar, más allá de las razones y sinrazones que dan soporte a la nueva doctrina. Si en Lisboa 2010 la lectura del entorno estratégico partía del hecho de que el mundo euroatlántico estaba en paz, en Madrid 2022 la visión es que no hay paz en dicho espacio debido a la guerra de Rusia contra Ucrania, país que no pertenece a la OTAN. Desde ahí se define todo. Pero veamos cuál es el impacto que tiene la nueva hoja de ruta de la alianza.

Lo primero es el reforzamiento de la visión geoestratégica y los intereses geopolíticos de EUA dentro de la OTAN. Si bien es cierto que la potencia americana siempre ha sido la cabeza de la alianza, desde la caída del bloque comunista perdió razón de ser su liderazgo. Porque la OTAN había nacido para defender al "mundo libre" de la "amenaza roja" encabezada por la Unión Soviética. Cuando dicha amenaza se desvaneció, ¿qué razón tenía mantener la alianza? Las desastrosas y costosísimas intervenciones en Kosovo, Afganistán, Irak y Libia son síntomas de la crisis existencial de la organización, que a inicios del presente siglo colocó al difuso terrorismo islámico como la principal amenaza de las democracias de Europa y Norteamérica, sin decir cuánto los gobiernos occidentales habían contribuido con sus acciones militares en Oriente Medio y Asia Central al crecimiento de ese violento extremismo. Más recientemente, Trump golpeó desde dentro la legitimidad de la alianza al poner en duda el compromiso del resto de los integrantes. Pero para Biden, la guerra de Rusia contra Ucrania representa la gran oportunidad de cerrar filas y plantear el refuerzo de la OTAN y su realineamiento a la visión estratégica estadounidense.

El desdén de Trump hacia los aliados de EUA obligó a la Unión Europea a discutir la necesidad de construir una política exterior y de defensa autónoma, es decir, menos dependiente de Washington. Este proyecto de independencia geopolítica era impulsado por el presidente francés Macron… hasta que estalló la guerra en Ucrania que, por lo menos desde 2014, venía preparándose. Hoy prácticamente nadie se atreve a hablar de la autonomía estratégica de la UE; bajo la óptica de que Rusia es la principal amenaza de Europa y Occidente, el paraguas de la OTAN bajo el liderazgo estadounidense es visto como imprescindible en los gobiernos europeos. Y no sólo eso. Washington aumentará considerablemente su despliegue militar en Europa, sobre todo en el flanco oriental, de cara a Rusia, y ampliará el territorio de la Alianza Atlántica incorporando a Suecia y Finlandia, quienes han roto su histórica postura neutral por temor, dicen, a posibles acciones rusas. En consecuencia, el cerco de la OTAN hacia el inmenso país euroasiático aumenta, lo cual reafirma la postura nacionalista de Moscú de ver a la alianza como una amenaza existencial.

Pero sería un error ver el refuerzo militar de EUA en Europa y la ampliación de la OTAN hacia Escandinavia sólo como producto de la guerra en Ucrania. Desde hace algunos años Washington está apuntando hacia el mar Báltico y el océano Ártico como dos espacios de creciente disputa geopolítica, por lo que ve necesario crecer su presencia militar en ambos. Respecto al primero, basta mencionar la suspensión del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania debido a la guerra, y el refuerzo del despliegue militar en la isla sueca de Gotland y en el enclave estratégico ruso de Kaliningrado. Sobre el Ártico hay que decir que, debido a los efectos del calentamiento global, se ha vuelto cada vez más navegable, lo que eleva la posibilidad de explotar sus recursos energéticos y abrir nuevas rutas marítimas. Rusia lleva años trabajando en fortalecer su flota de rompehielos para hacer del Ártico un océano eminentemente ruso, realidad que EUA y su nueva OTAN no están dispuestos a aceptar.

Pero si Rusia es vista como la principal amenaza para el mundo euroatlántico, China es observada por primera vez como el más grande desafío a los intereses, valores y la seguridad de la OTAN. Esta postura también tiene implicaciones. Por un lado, significa un reto para Europa, ya que tendrá que lidiar con el hecho de que China es su principal socio comercial a la vez que un desafío estratégico y existencial. Aquí la posición americana se reviste de ideología al plantear que existe una dicotomía global entre democracias amenazadas y autocracias desafiantes, lo cual significa meter en un dilema a quienes han visto a China como la oportunidad de desarrollo y acceso a financiamiento y bienes de consumo. Pero va más allá. A Washington le preocupa que Beijing desplace su hegemonía en Asia, y de la misma manera que despliega un cerco en Europa contra Rusia, hace lo propio en la región Indo-Pacífico con China. A eso responde en parte la presencia en la cumbre de Madrid de Australia, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda, quienes, si bien no son miembros de la OTAN, se han convertido en los principales socios estratégicos para frenar el avance chino en Asia.

Otras decisiones de impacto global son el gasto militar y la incorporación de nuevas amenazas. Actualmente sólo un tercio de los países de la OTAN invierte el prometido 2 % de su PIB en defensa. No obstante, ese porcentaje representa la mitad del gasto global en seguridad, que ronda los 2.1 billones de dólares. La meta hoy es ese 2 % como mínimo, lo cual significa que, desde ya y durante toda la década actual, el gasto en armas se incrementará considerablemente, lo que llevará a los rivales de la OTAN a subir también sus presupuestos de defensa. Es decir, una espiral en la carrera armamentista. Y aunque la alianza se ha propuesto disminuir gradualmente el consumo de hidrocarburos de sus fuerzas armadas, en el mediano plazo la emisión de gases de efecto invernadero se disparará. Hoy, sólo el ejército de EUA contamina más que 140 países.

Por último, la OTAN ha puesto en la mira al ciberespacio y la migración dentro de lo que llama "amenazas híbridas". Los controles y la fragmentación en el mundo digital aumentarán por temor a ciberataques a la par de que estos por primera vez serán considerados una agresión que provoque una respuesta militar. En cuanto a la migración, la ruta trazada abre la puerta a la militarización abierta de las fronteras de una OTAN que se pertrecha, agazapa y alista para la guerra total.

@Artgonzaga

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