
(CORTESÍA)
La ficción suele humanizar los datos duros de la historia. Reconstruir los momentos íntimos, subjetivos, donde las emociones protagonizan una escena y son el timón para surcar las aguas de un texto en construcción, es el reto que se plantean muchos autores de novela histórica. Pero la regiomontana Gabriela Riveros pretende ir un paso más allá, a partir de su encuentro con la figura del poeta Luis de Carvajal, luego conocido como Joseph Lumbroso “El Mozo”, un personaje judío de la Nueva España, quemado en la hoguera por la Santa Inquisición, en 1596.
“Yo no quería que fuera sólo una novela histórica. Me parece que podía quedarse en algo muy plano y ordenado. Yo quería hacer literatura, que es a lo que siempre me he enfocado, donde la forma y el lenguaje a veces tienen igual o más peso que lo que se está contando. No es una novela que pretenda dar respuestas ni ofrecer una sola versión de la historia. No, creo que el lector debe tener un papel activo, que las novelas deben plantear muchas preguntas”.
La autora se encuentra en Monterrey y alista los últimos detalles para volar a Ciudad de México, donde este jueves presentará su novela Olvidarás el fuego (Lumen, 2022). Comenta el origen de su texto y se remonta al año 2017, cuando una nota periodística advertía sobre la subasta de las “memorias” de Luis de Carvajal (extraídas ilegalmente de México), que se realizaba en una galería de Nueva York. Esto le hizo recordar que este singular personaje ya había aparecido en su libro de cuentos Ciudad mía.
“La voz narrativa en Ciudad mía, es una voz femenina donde la ciudad que narra es como un cuerpo de mujer. Entonces, tuve que investigar qué memorias tendría este cuerpo femenino, qué ha pasado en estos territorios. E investigando que había pasado a través de los siglos, me di cuenta de esas otras nadie historias que nadie cuenta, que estaban olvidadas. Y una de ellas es que, detrás de la fundación oficial de la ciudad de Monterrey, que la realizó don Diego de Montemayor, dos meses antes de que quemaran en la hoguera a Joseph Lombroso (Luis de Carvajal ‘El Mozo’) y a su familia. Me di cuenta de que, antes de esa fundación definitiva, hubo otra fundación que fue arrasada y esa fundación fue hecha por Luis de Carbajal y de la Cueva. Me di cuenta de que esto sucedió porque la Inquisición procesó a casi 120 miembros de una familia, que este era el caso más grande registrado en la historia de la Inquisición Española y dije: ‘Nadie sabemos esto’. Te dicen que Monterrey fue fundado por españoles cristianos y ni una cosa ni la otra, eran judíos portugueses”.
Así comenzó una investigación exhaustiva sobre el poeta Luis de Carvajal ‘El Mozo’, sobrino de Luis de Carvajal y de la Cueva (como ya se mencionó, una importante figura dentro de la fundación y posterior poblamiento del Nuevo Reino de León, territorio donde ahora se afinca el estado de Nuevo León). El inicio de la novela es el preámbulo de su muerte: El Mozo, quien ha profesado en secreto el judaísmo, aparece en su celda, donde aguarda turno para ser trasladado a la Alameda Central de Ciudad de México. Allí arderá en llamas y sus verdugos tratarán que, al igual que su cuerpo, su memoria se convierta en ceniza.
“Por un lado, te quiero decir que es totalmente absurdo e irónico que ellos tenían tal obsesión de registrar la herejía, porque ellos sabían que era culpable y pudieron haberlo matado, pero no. Las torturas seguía, seguían y seguían”.
En la entrevista, Riveros narra cómo se sumergió en las memorias de El Mozo. En primera instancia, revisó los cuestionarios que la Inquisición solía hacerles a sus prisioneros, pero esos textos podrían estar poblados de lagunas y frases tergiversadas. A eso se añadió la indagación en documentos académicos y testimonios de cronistas como Alonso de León. También menciona la inmersión en lugares como el Archivo General de la Nación, específicamente en las bóvedas de antropología.
Además de incursionar en esa aventura documental, viajó a Ciudad de México para pasar una temporada. Allí recorrió los sitios donde El Mozo tuvo presencia: el Palacio de Inquisición (construido encima de las cárceles del siglo XVI), los restos del Convento de Santo Domingo (donde vivía el hermano de El Mozo), la Catedral, la Plaza Mayor (ahora llamada el Zócalo), el recorrido sobre la avenida San Francisco (ahora avenida Madero), para llegar hasta la Alameda Central.
“Al término de la Alameda está un pequeño letrero, donde se indica que ahí estuvo el quemadero de la Inquisición durante casi dos siglos, precisamente, a partir de 1596. La Inquisición llega con la Conquista de México y comienzan a hacer actos de fe. Este que hacen de los Carvajal, donde muere Luis, es el número 12, el más espectacular que ha habido hasta el momento”.
La escritora coincida que recorrer la vida de Luis de Carvajal, es también viajar hacia el origen del noreste mexicano, zona cuyo pasado no se encuentra tan documentado como en los territorios de Mesoamérica.
“Falta mucho por investigar y por escribir. También me interesa ahora que la voz y la mirada femenina se está incluyendo”.