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Urbe y Orbe

El quinto jinete

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Lo sabemos, pero hay que recordarlo. Pandemia, calentamiento global, armamento nuclear y tecnologías disruptivas. Estas son las cuatro amenazas que ponen en jaque a la humanidad. El Boletín de Científicos Atómicos (BCA) publicó la semana pasada su declaración anual sobre el Reloj del Juicio Final (RJF). Tras estos nombres catastrofistas y rimbombantes está el trabajo de decenas de científicos de varios países del mundo. El BCA fue creado en 1945 por Albert Einstein y los científicos de la Universidad de Chicago que participaron en el Proyecto Manhattan, dentro de la cual se desarrollaron las primeras armas atómicas. La Junta de Ciencia y Seguridad (JCS) del BCA, tras consulta a sus patrocinadores -entre ellos once premios Nobel-, revisa año con año el RJF para ajustarlo de acuerdo a los peligros analizados. De forma simbólica, y a manera de advertencia, la Junta declara a cuántos minutos o segundos estamos del "apocalipsis". A algunos parecerá exagerada esta simbología, pero pensemos que este mecanismo de alerta surgió luego de ver cómo el gobierno de EEUU decretaba el exterminio de cientos de miles de civiles japoneses con el lanzamiento de dos bombas atómicas al final de la Segunda Guerra Mundial. Tampoco se puede obviar lo que vino después: una absurda carrera armamentista entre potencias nucleares con varios episodios en los que la civilización pendió de un hilo. A lo largo de las décadas, los peligros se han ido acumulando. Y hoy, la JCS del BCA declara que, nuevamente, estamos "a 100 segundos de la medianoche". Es el momento más cercano al colapso en la historia del BCA.

La pandemia de Covid-19 ha exhibido los errores y fragilidades del sistema global. La movilidad acelerada, la urbanización desordenada, la disminución de los presupuestos de salud, la falta de coordinación internacional y la insuficiencia de protocolos mundiales para prevención y tratamiento de enfermedades, formaron un cóctel explosivo. Un virus surgido probablemente por el contacto del ser humano con animales silvestres en zonas de nueva urbanización se diseminó en cuestión de días por todo el mundo gracias a los aviones y un turismo masivo e irresponsable. Dos años después, el orbe entero sigue en jaque. Pero la principal amenaza no está en el curso de la actual pandemia, sino en las que siguen. La desconfianza que existe entre países y dentro de los mismos, la superposición de la visión de rivalidad sobre la de colaboración, la concentración de vacunas e insumos médicos en las sociedades más ricas y el desprestigio de los organismos de cooperación, nos llevan a pensar que hoy no estamos mejor preparados que antes para pandemias futuras.

Pocas cosas generan más frustración entre quienes se preocupan por la situación del mundo que los lentos avances en la lucha contra el calentamiento global. El BCA observa que en este renglón se habla mucho más de lo que se actúa. Y aunque las cumbres internacionales arrojan compromisos de los países firmantes, la ausencia de criterios vinculantes ha ocasionado que las metas no se cumplan. El regreso de EUA al Pacto de París es, sin duda, una buena noticia. No obstante, la polarización e inestabilidad política que vive la potencia americana mantienen viva la opción de que el populismo nacionalista recupere el poder y vuelva a sabotear los acuerdos. Un tema que no es abordado con frecuencia es la disolución de la responsabilidad sobre el cambio climático. Se dice que "todos somos responsables" de los estragos causados al medio ambiente, pero no se dice con la misma constancia que son las grandes potencias económicas del mundo las principales culpables del desastre ecológico. Y los estados que menos contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero, es decir, los más pobres, son los que más padecen sus efectos.

En los últimos años hemos asistido a un fenómeno doble que pone en riesgo la paz mundial. La estructura internacional de control de armas nucleares se ha desmantelado y/o estancado mientras Rusia, China y Corea del Norte han sofisticado sus capacidades hasta alcanzar velocidades hipersónicas en el lanzamiento de misiles intercontinentales. EUA no quiere quedarse atrás y sigue ejerciendo, por mucho, el gasto militar más oneroso para modernizar su armamento. Irán está muy cerca de fabricar sus propias armas nucleares. El posible despliegue de misiles en Europa o Latinoamérica vuelve a ser un foco de tensión como lo fue en la Guerra Fría, y la amenaza de un conflicto nuclear está latente. En general, en las últimas dos décadas el gasto militar global casi se ha duplicado (a valores corrientes) y, aunque no nos guste verlo, vivimos una nueva carrera de armamentos con un creciente papel de las fuerzas armadas dentro y fuera de los estados nacionales.

Y en un contexto propenso al belicismo, las tecnologías de la información juegan un papel cada vez más importante. La propagación del uso de estas tecnologías ocurre mientras un puñado de corporativos y gobiernos tienen acceso a los datos personales de miles de millones de personas con una capacidad de intromisión y control que hasta hace no mucho sólo podían imaginar los autores de ciencia ficción. A la par de que las telecomunicaciones se usan hoy para conectar sociedades y personas, se utilizan para confundir, engañar, difundir mentiras, desestabilizar, socavar la confianza institucional y científica y sabotear sistemas con fines políticos o criminales. Además, las nuevas tecnologías están contribuyendo a incrementar la concentración de riqueza y el poder de una élite global que ejerce una influencia extraordinaria en las estructuras políticas, sociales y económicas para defender sus intereses y ponerlos por encima de las mayorías.

Si observamos bien, los cuatro jinetes apocalípticos (pandemia, cambio climático, armas nucleares y tecnologías disruptivas) están acompañados de un quinto: la desigualdad socioeconómica. Los defensores del actual sistema global tratan de desviar la atención de este problema minimizando su impacto o haciendo ver que "no está mal" que unos cuantos tengan mucho dinero y poder y la gran mayoría tenga muy poco. Pero sus argumentos se caen por sí mismos. Un mundo en el que los países ricos y poderosos se reservan sus recursos para salvar sólo a su población de una pandemia (como ha ocurrido con las vacunas); en el que esos mismos países desequilibran el medio ambiente prometiendo a los demás que algún día alcanzarán su nivel mientras padecen los efectos del cambio climático; en el que una cúpula política tiene en sus manos el poder de desaparecer un país (o el mundo) con armas nucleares, y en el que un puñado de hombres tiene acceso a la mayor base de datos personales de la historia, no es, ni puede ser, un mundo viable ni sostenible. Los recursos son finitos, no alcanzan para todos. Mientras unos pocos los acaparen, habrá muchos a los que les falte. La desigualdad sí es un problema.

@Artgonzaga

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