Columnas la Laguna

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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

En la habitación número 210 del popular Motel Kamawa tuvo lugar el consabido encuentro erótico de la joven pareja. A él le llamó grandemente la atención el hecho de que en el curso del acto ella exclamaba con pasión una y otra vez: "¡Adverbio que sirve para afirmar! ¡Adverbio que sirve para afirmar!". Suspendió por un momento el amatorio vaivén y le preguntó, extrañado: "¿Por qué dices eso?". Explicó ella: "Es que soy maestra de Español. Lo que quiero decir es: '¡Sí! ¡Sí!'". Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, fue a comprarse un suéter. La empleada de la tienda le mostró uno. "Es de lana virgen" -le indicó. "Ahórrate los detalles -se atufó la empingorotada señora-. No me interesa la conducta sexual de las ovejas". Tres ancianos coincidieron en una banca del parque y entablaron conversación acerca de sus edades y hábitos de vida. "Yo tengo 90 años -declaró el primero-. Atribuyo mi longevidad al hecho de que siempre he comido poquito, siempre he bebido vinito y siempre he dormido solito. Además todas las mañanas hago calistenia. También soy vegetariano". Manifestó el segundo: "Yo me acerco ya a los 100 años. Lo debo a que nunca fumé, nunca consumí alcohol ni abusé del trato con mujeres. Todos los días camino 3 kilómetros, y soy vegano". Dijo el tercero: "Mi conducta ha sido diferente. Desde la adolescencia comencé a fumar y lo hago hasta la fecha, una cajetilla diaria. Siempre he bebido como cosaco: cada día me tomo por lo menos media botella de tequila, whisky o ron. Nunca me voy a dormir antes de las 3 de la mañana, y hasta hace algunos meses iba todas las noches a una casa de mala nota y follaba con dos mujeres cada vez. Jamás he hecho ejercicio de ninguna clase, y mi alimentación es a base de comida chatarra". "¡Extraordinario! -se maravillaron los otros dos ancianos- ¿Y cuántos años tienes?". "22". A doña Gelata no se le dan bien las cosas relacionadas con el sexo. En esa materia es indiferente, como algunos en el tema de la religión, la política o el futbol. Una noche su esposo llegó a la casa cuando ella dormía ya. Sucedió que el señor venía poseído por ciertos impulsos naturales, de modo que movió a su mujer para despertarla. "¿Qué quieres?" -preguntó ella abriendo los ojos, adormilada. Don Soleto -tal es el nombre del marido- replicó lisa y llanamente: "Quiero hacer el amor". Ella se molestó. "¿Y para eso me despiertas? -replicó exasperada-. ¿Qué no sabes dónde están las cosas?". El joven cliente le preguntó al agente de viajes: "¿Cuál es la mejor época para ir a París?". Contestó el de la agencia: "Entre los 25 y los 35 años, y todavía soltero". (Un señor de edad avanzada dijo evocadoramente: "Recuerdo mi primer viaje a París". Preguntó alguien: "¿Cuando París todavía era París?". "No -aclaró el veterano-. Cuando yo todavía era yo"). Pepito le propuso a su amigo Juanilito: "¿Quieres oír a mi abuelita hacer como lobo?". "Me gustaría" -se interesó el chiquillo. Fueron los dos con la ancianita y Pepito le preguntó: "Abue: ¿cuándo fue la última vez que mi abuelo te hizo el amor?". Respondió la viejecita: "¡Uuuuuuuuuuu!". El osito polar se dirigió a su madre: "Mamá: ¿qué clase de oso soy yo?". Respondió mamá osa. "Eres un oso polar". "No soy un oso grizzly?". "No". "¿No soy un oso panda?". "No". "¿No soy un oso hormiguero?". "No". El osito polar no quedó satisfecho con las respuestas de su mamá. Insistió: "¿Estás segura de que soy un oso polar?". "Sí -confirmó la osa-. Estoy absolutamente segura: eres un oso polar. ¿Por qué lo dudas?". Contestó el osito tiritando y dando diente con diente: "Porque siempre tengo un frío de la chingada". FIN.

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