Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El campeón local de karate se casó con una linda chica. La noche de las bodas él salió del baño vistiendo el atuendo del karateca. Su flamante esposa lo aguardaba tendida en el tálamo nupcial, dispuesta ya a la consumación del matrimonio. El marcial guerrero dejó caer su topa, lanzó el agudo y amenazante grito de los karatecas: "¡¡¡Yaaaaa!!!" y luego se precipitó con determinación sobre su mujercita. Pasaron exactamente 10 segundos, y ella le preguntó, decepcionada: "¿Ya?"... Un individuo llegó a la consulta del doctor Duerf.  Pese a estar acostumbrado a tratar a todo tipo de pacientes el célebre analista no pudo menos que asombrarse, pues el recién llegado iba vestido de Napoleón Bonaparte. Llevaba la mano al pecho, el mechón de cabello en la frente y mostraba todas las características del gran corso, inclusive lo chaparro. Tratando de disimular su asombro el doctor Duerf le indicó: "Recuéstese en el diván, si es tan amable". "No, doctor -declinó el tipo-. Yo no soy el paciente. Soy el emperador de Francia, dueño de Europa y futuro conquistador del universo, y estoy en posesión de todas mis facultades físicas y mentales. La del problema es mi esposa Josefina. Insiste en decir que es la señora de García". Susiflor le preguntó a su amiga Loretela: "¿A qué horas acostumbras irte a la cama?". Contestó Lore: "Más o menos a las 11 de la noche. Así puedo estar de regreso en mi depa a la una de la mañana". Tuve una profesora en cierta escuela cuyo nombre no diré a fin de proteger a la culpable. Nos impartía la clase de Historia de México, y su enseñanza consistía en leer el libro de Alfonso Toro a lo largo de los 45 minutos que duraba la sesión. Ningún aporte personal hacía a la lectura; no añadía ningún comentario o explicación. Leía el texto, que por lo demás todos teníamos, y además lo leía con voz monótona, carente por completo de matices. Sucedió que un compañero levantó la mano para hacerle una pregunta. Apresuradamente la mentada mentora puso el dedo en el renglón que en ese momento leía y le dijo con voz severa al estudiante: "No me interrumpa, porque se me va la idea". Así sucedió en Glasgow: la idea que de ahí salió, de forestar el mundo, se inspiró en el programa Sembrando Vida, de López Obrador. Al menos eso dice el caudillo de la 4T. Dicho programa tiene un antecedente. Recordemos la frase de Luis Echeverría: "Que sólo los caminos queden sin sembrar". La verdad es que resulta muy difícil ser original. Alguna vez James Whistler, el pintor hijo de padre desconocido y madre demasiado conocida, dijo una frase feliz. Su amigo Oscar Wilde  exclamó entusiasmado: "¡Cómo me habría gustado ser yo el que dijo esa frase!". Replicó Whistler: "Ya la dirás, Oscar. Ya la dirás". En fin, esperemos que las ideas de nuestro Presidente sigan inspirando al mundo. Don Otelio recelaba de su esposa. Una noche le preguntó, severo: "Dime, Taisia: ¿me eres fiel?". Respondió ella, vehemente: "¡Con toda el alma!". Acotó don Otelio: "Lo del alma no me importa. Lo que me interesa es saber si me has sido fiel con el cuerpo". Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le hizo el amor a Dulcibella, muchacha de buenas familias. Al terminar el erótico trance ella le preguntó, ilusionada, al lascivo galán: "¿Me harás el amor con esta misma pasión cuando nos casemos?". "Supongo que sí -contestó el lúbrico sujeto-. Siempre me han atraído las mujeres casadas". El pulpo y su novia fueron al cine. En la penumbra de la sala se oyó la indignada voz de ella: "¡Estate quieto!". "Pero mi amor -respondió el pulpo, suplicante-. ¿Por qué crees que se llaman 'tentáculos'?". FIN.

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