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¿Revocación o ratificación?

RAÚL MUÑOZ DE LEÓN

En el viejo sistema político de predominio priista, al concluir su tercer año de gobierno, iniciaba prácticamente la línea de descenso del Presidente de la República en turno. Comenzando la segunda mitad de la administración, el titular del Ejecutivo Federal, iba perdiendo poco a poco autoridad y presencia en los medios. Veleidosa como es la política, los reflectores enfocaban, a partir de ese momento, a la sucesión presidencial y, especialmente, a los miembros del gabinete que se mencionaban como posibles candidatos del tricolor al cargo más importante de la política mexicana; finalmente el “Tlatoani” se decidía por uno de sus secretarios y el elegido por el Presidente que salía, tenía el triunfo asegurado pues era el tiempo en que las elecciones se ganaban antes de celebrarse; época del “tapado” y del “dedazo”.

Andrés Manuel López Obrador ha llegado a la mitad de su sexenio y y ve con preocupación, la que muy bien disimula, cómo ha ido perdiendo paulatinamente el nivel de popularidad y de aceptación ciudadana que lo llevó a ganar rotundamente la elección a Presidente de la República del 2018; a inaugurar un gobierno de tendencia izquierdista, aunque de práctica capitalista y a poner en operación su estrategia política de la cuarta transformación; pérdida de carisma como consecuencia de los errores que ha cometido, pues su gobierno se ha caracterizado por la mentira, la ambigüedad, la frivolidad y la contradicción, elementos que comentaremos en otro Panorama.

Tan bajo considera AMLO que han caído sus bonos políticos que para tratar de recuperarlos, ha echado mano de una figura constitucional considerada como pieza de museo porque se le tenía bien guardada y no se le tocaba para nada: la revocación de mandato. ¿Quién se atrevía a pensar siquiera durante esos catorce sexenios presidenciales, a partir del General Cárdenas (1934-1940) hasta Peña Nieto (2012-2018) pasando por los dos períodos panistas, en la posibilidad de convocar a una consulta para preguntarle al pueblo si está de acuerdo en revocar el mandato que le dio al Presidente en las urnas?: revocación que equivale a una destitución del cargo, a un despido de su alto empleo, a ser corrido por un mal comportamiento o por una causa grave en la que incurrió durante el desempeño de su función.

Se revoca un poder, un nombramiento, una concesión, un mandato, etc., cuando el apoderado, el nominado, el concesionario, el mandatario no ha cumplido con los acuerdos,, compromisos, órdenes o disposiciones de quien dio el poder, emitió el nombramiento, otorgó la concesión, libró el mandato. La revocación siempre ha sido considerada como una sanción, un castigo que se le impone, en el caso de un gobernante, por no hacer bien su trabajo, porque su conducta y sus acciones son impropias de su alta responsabilidad. 

A nadie se destituye de un puesto o posición si está haciendo bien lo que debe hacer. Así que quien convoca a la consulta, que es el mismo promotor de la iniciativa, tendrá que elaborar muy bien la pregunta de por qué quiere revocar el mandato al Presidente. Es evidente y obvio que se trata del propio Presidente quien convoca a esta farsa, aunque en apariencia sea el INE quien la organiza.

“¿Estás de acuerdo en que a Andrés Manuel López Obrador, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se le revoque el mandato por pérdida de la confianza o siga en la Presidencia de la Republica hasta que termine su período?” Esta es la pregunta que aparecerá en las boletas de votación el día de la consulta. Ambigua y confusa, diseñada para hacer incurrir al ciudadano votante en duda y vacilación, para que finalmente diga: “No” o “Si”. 

Lo correcto sería preguntar: “¿Estás de acuerdo en revocar el mandato a Andrés Manuel López Obrador, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, por los múltiples y reiterados errores que ha cometido durante su gestión, o siga en la Presidencia de República hasta terminar su periodo constitucional?”

Entonces el presunto votante contestaría: “si estoy de acuerdo en revocar su mandato”; “no estoy de acuerdo en que siga en la Presidencia de la República”.

No es la pérdida de confianza la causa por la que se le revocaría el mandato al Presidente. La pérdida de la confianza es un término ambiguo y tendencioso: ¿la confianza en qué?, sino por los grandes errores que ha cometido; por ejemplo: la cancelación de la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, que tanto dinero le costó al pueblo, por lo avanzado que iba la obra. No le importó al Ejecutivo y autoritariamente impuso su voluntad; la disposición de no apoyar financieramente a las guarderías infantiles; la falta de atención médica a los niños con cáncer; privilegiar en la vacunación contra el Covid-19 a los adultos sobre los niños, que son más vulnerables, etc. Por citar sólo algunos ejemplos.

Claro que este no es el propósito de López Obrador. Lo que él busca y quiere obtener es la ratificación de su mandato, no la revocación; demostrar que aún tiene fuerza y aceptación, lo que daría elementos para una posible reelección, argumentando que así lo decidió la gente en la consulta popular que se llevó a cabo. 

Entonces cuidado con la trampa tan bien preparada y urdida. No se quiere revocar el mandato presidencial; no llega a tanto la estulticia del Primer Mandatario, sino ratificarlo, confirmarlo, para demostrar su fuerza política y la de su partido. Por eso tenía especial interés en que en las elecciones de junio pasado triunfaran todos los candidatos morenistas a diputados, para tener un Congreso a modo, con mayoría absoluta, un Congreso sumiso que lo apoye en su ingeniosa jugada política. 

Adicionalmente, es inaceptable que se derroche el dinero del pueblo en experimentos temperamentales e individualistas, en jugadas fantasiosas, nacidas del capricho y la vanidad, cuando hay tanta necesidad por satisfacer, cuando cientos de miles de personas tienen problemas derivados del exceso de lluvia, de ciclones y huracanes, víctimas de los sismos que se han sentido recientemente en varios estados de la República. Decimos que se derrochan los recursos públicos por que el evento para satisfacer la vanidad del Jefe de la Nación, le costará al pueblo la modesta cantidad de 5,743 , cinco mil setecientos cuarenta y tres millones de pesos, según datos aportados por el propio INE

Alerta: de la reelección a la dictadura, sólo hay un pequeño paso. Los mexicanos no queremos eso.

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