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Aldo Chaparro, pensamiento y destrucción

El próximo 18 de noviembre expondrá sus obras en La Laguna

Su padre siempre quiso ser arquitecto, pero tuvo que trabajar desde muy joven. Su madre realizaba dibujos para una diseñadora de modas reconocida en Lima, Perú. Ambos entendían sensiblemente el arte y eso influenció a su hijo, el artista Aldo Chaparro, quien el próximo 18 de noviembre expondrá sus obras en La Laguna, en la galería Casa de Cantera.

Su padre siempre quiso ser arquitecto, pero tuvo que trabajar desde muy joven. Su madre realizaba dibujos para una diseñadora de modas reconocida en Lima, Perú. Ambos entendían sensiblemente el arte y eso influenció a su hijo, el artista Aldo Chaparro, quien el próximo 18 de noviembre expondrá sus obras en La Laguna, en la galería Casa de Cantera.

SAÚL RODRÍGUEZ

Su padre siempre quiso ser arquitecto, pero tuvo que trabajar desde muy joven. Su madre realizaba dibujos para una diseñadora de modas reconocida en Lima, Perú. Ambos entendían sensiblemente el arte y eso influenció a su hijo, el artista Aldo Chaparro, quien el próximo 18 de noviembre expondrá sus obras en La Laguna, en la galería Casa de Cantera.

“Yo he sido el primero en toda mi familia que se dedica profesionalmente al arte. Ellos me apoyaron. Incluso, mi papá lo tomó como un proyecto personal. Yo recuerdo (y esta es una historia muy bonita) que él era un tipo muy culto y leía muchísimo, pero cuando vio que iba a entrar a la universidad a estudiar artes, asumiendo su rol de padre, decidió informarse, decidió leer para poder tener un intercambio de conocimiento conmigo. En esos años, en Lima, me acuerdo que vendían una enciclopedia de esas que cada semana vas comprando un fascículo. Él decidió hacerlo, me avisó, compró la enciclopedia todos los fines semana, leía el fascículo y cuando lo iba a ver entonces lo discutimos”.

Reflejos del artista

Graduado de la Facultad de Artes en la Universidad Católica de Lima, donde se especializó en escultura, Chaparro rememora que al comienzo de la carrera su decisión también coqueteaba con la pintura, pero el tiempo le ha mostrado que esa elección no era definitoria y que su talento le permitiría participar en distintas disciplinas.

“En esos momentos pensaba que era una decisión muy definitiva, que si me comprometía a estudiar escultura quería decir que toda la vida iba a ser escultor, pero en estos momentos de mi carrera me doy cuenta de que no era una decisión tan definitiva. Ahora me dedico a pintar, a hacer escultura, video, a hacer cine. He hecho diseño industrial, diseño gráfico, he diseñado muebles, he hecho un poco de arquitectura también, entonces en ese momento sentía que era una decisión muy compleja y definitiva, pero en estos momentos me doy cuenta de que no era así”.

Dentro de las aulas, una filosofía que lo abordó fue que el material es quien elige realmente al artista, no a viceversa. Chaparro se identificó en primer lugar con la madera, pues era un material con el que podía conversar de gran manera. Así mismo, tuvo interés en la principal herramienta que se emplea para trabajar madera: la motosierra.

“Cuando descubrí que se podía usar una motosierra para trabajar madera, la compré y nunca más la solté. Es una herramienta muy versátil que me ha permitido trabajar a la velocidad que a mí me gusta trabajar. Una vez que la dominas puedes lograr detalles tremendos”.

Otra máxima que le trataban de instruir sus profesores era que el color natural del material no debe cambiarse. Aldo Chaparro no estaba tan de acuerdo con tal idea, pues en la escena de Lima en los años ochenta, algunos profesores tenían nociones “un poco antiguas”.

“Ellos no entendían que la escultura se pintara, les parecía una aberración. Entonces, en uno de esos juegos en los que uno se engaña a uno mismo, decidí que me interesaban los materiales que reflejen, porque de esa manera podría incluir el color que necesitaba en mi obra y al mismo tiempo quedar bien con mis maestros”.

Así trabajó con aluminio pulido, el espejo, el acero inoxidable, el acrílico espejo, todo material que pudiera ofrecerle el reflejo de color deseado. El empleo del reflejo evolucionó al ritmo de sus investigaciones y diálogos con referencias como la que tiene que ver con el libro Las trampas de la fe (1982), un escrito de Octavio Paz sobre la obra de Sor Juana Inés de la Cruz.

“En un capítulo muy específico Octavio Paz cuenta que Sor Juana coleccionaba caracoles y en mucha de su poesía ella hace referencia al eco, a la sombra y al reflejo, porque ella decía que es la única forma humana en que nosotros podemos ver a Dios, no directamente, sino a través de sus efectos. Por eso su interés en los caracoles que te dice ‘no es real’, pero es esta idea de que a través del caracol puedes escuchar el eco del mar. No ves el objeto real, pero ves su reflejo en una superficie. No ves al objeto real, pero ves su sombra”, comenta el artista en entrevista virtual desde su estudio en Valle de Bravo.

Atacar la forma

Aldo Chaparro traerá a La Laguna una serie de piezas de metal. En ellas, menciona el artista, suceden fenómenos muy específicos. Sus inicios con este material se remontan a varios años atrás, cuando comenzó a trabajar con láminas de acrílico que calentaba gracias a un soplete, para luego arrugarlas con las manos.

A pesar del éxito de las piezas, Chaparro notó que una molestia lo acompañó hasta el último día en que trabajó en ellas. Se percató de que su necesidad artística le exigía un material para atacar directamente con sus manos y que quería deshacerse del soplete, el intermediario entre la obra y él. ¿La razón? Un pensamiento que adoptó en la universidad.

“Una maestra me dijo una cosa muy extraña: ‘Cuando ya dominas un material, lo que tienes que hacer es abandonarlo’. Imagínate qué cosa tan extraña que te diga eso tu maestra, porque en teoría entras a la universidad a perfeccionarte y pulirte hasta el infinito, a dominar una técnica, hasta ser un maestro. Entonces le pregunto: ‘Pero, ¿cómo?’. Y me dice: ‘Sí. Mira, Aldo, cuando tú dominas una técnica, una vez que ya la dominaste, lo que sigue es amaneramiento. Es decir, son tus manos que ya aprendieron un oficio y entonces lo hacen solas”.

Según la idea de su maestra, las manos del artista trabajan en automático hasta que este ya no vive en el presente, por lo que necesita romper. Y es que los primeros momentos entre el artista y el material arrojan una especie de lucha: el artista pelea por cambiar la forma del material, mientras que el material busca preservarla. La pelea carga a la obra de vitalidad particular, porque el artista improvisa y es él mismo.

“Cuando descubrí el acero, me di cuenta de que pasaba eso. Es un proceso muy rápido donde arrugo la lámina de metal con el cuerpo y como no es un proceso en sí, yo más bien lo llamaría un no-proceso, una destrucción más que una construcción. En una pintura tradicional construyes por capas. En mi trabajo, en las piezas de acero, el momento perfecto de la obra es cuando llega la lámina perfecta, plana, al estudio, porque al releer lo que hago es atacarla: le doy golpes con los brazos, con los pies, salto encima de ella”.

La creación de estas piezas arroja siempre un problema diferente. Ninguna pieza se repite porque el artista nunca es el mismo que el día anterior. Por eso se trata de un proceso de destrucción; no existen pasos que repetir para llegar a un resultado, las acciones son efímeras.

“Cuando me di cuenta de que eso pasaba, me di cuenta que mi estado de ánimo intervenía mucho en el proceso. Por ejemplo, cuando estoy enojado quedan padrísimas, porque es una especie de liberación de ese enojo en las láminas y ahí empecé a ponerte de título la hora, el día, el mes, el año y el lugar donde lo hice, porque me di cuenta que era como escribir un diario”.

Esta muestra se inaugurará el jueves 18 de noviembre a las 19:00 horas en la galería de Casa de Cantera, sitio donde permanecerá hasta el 8 de diciembre. Se trata de un primer acercamiento del artista con la Comarca Lagunera, en una propuesta enlazada a su propia relación con el norte del país.

“No considero a mis piezas como un objeto de lujo, yo considero a mis obras como el resultado de mi deseo de expresarme y comunicarme”.

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