Una vieja casona desafía al tiempo en la esquina de la calle Tercera y la avenida San Carlos en San Joaquín. La leyenda de "Club La Tapatía" se imprime en recuerdos indelebles sobre su fachada de ladrillo. Marcada con el número 910, la belleza de su arquitectura exhala serenidad y se puede escuchar el eco de miles de anécdotas que dialogan en su interior. Allí, la nostalgia y la actualidad chocan sus copas, pues este lugar alberga a una de las cantinas más antiguas de Torreón.
Es sábado por la mañana y los cerros del poniente custodian al barrio. Las puertas de La Tapatía se abren en vaivén para develar un local de reciente remodelación. Don Cipriano Rodríguez, acompañado por su hermano don Antonio, aparece detrás de la barra para revelar que la cantina fue inaugurada en los años treinta por don Mauro Rodríguez, su padre.
Don Cipriano comenta que su padre y su abuelo solían trabajar en unas pedreras, pero un accidente incapacitó a su abuelo y don Mauro decidió invertir en una mesa de billar, para después obtener una patente de una cantina que se encontraba cerca del mercado Villa e inaugurar un nuevo centro de reunión en San Joaquín.
En un principio, la cantina fue bautizada con el nombre de La Patria, pero por cuestiones legales cambió su título a La Tapatía. Don Cipriano ignora el porqué de esa decisión, pues su padre no era de Jalisco, sino de Tetillas, Zacatecas.
Pronto La Tapatía se convirtió en un club de tradición junto a otros giros similares como La Copa de Oro, El Caribe, El Cafetal o el Club Libertad. De aquellas tabernas, donde los amigos del barrio solían reunirse para calmar la sed y contarse el día a día, sólo La Tapatía se mantiene abierta.
AMOR POR EL BÉISBOL
Don Cipriano comenta que su padre (en su juventud) jugó al béisbol en un equipo llamado Tigres de San Joaquín. La afición de don Mauro marcó camino a través del diamante y después decidió formar un equipo con jugadores oriundos del barrio.
El equipo adoptó el nombre de la cantina y más tarde recibió el patrocinio de los autobuses de la ruta San Joaquín. Don Mauro y su cuadro jugaban cada domingo en los campos de Torreón Jardín, donde actualmente se encuentra la clínica número 16 del IMMS. Al terminar los encuentros, el equipo solía trasladarse a La Tapatía para continuar la convivencia.
"Mi padre siempre tuvo esa afición. Y de recuerdos había infinidad de cuadros, pero perdimos algunos. Incluso llegó a tener un cuadro que ese sí se lo robaron y no sé cómo le harían. Era del Unión Laguna, de Martín Dihigo, de 1950, cuando fueron campeones. Estaba toda la foto muy bonita, una foto de estudio con firmas y alguien se la robó por el valor histórico que representa, yo no creo que le hubieran dado otro fin".
La memoria de don Cipriano vuela sobre la barda del pasado y recuerda que Enrique Romo, beisbolista de ligas mayores y ganador de la Serie Mundial con los Piratas de Pittsburgh en 1979, fue una de las figuras importantes que se sentó frente a la barra de La Tapatía.
"Enrique Romo se casó con una vecina de aquí, de la colonia y aquí vino a la cantina. Incluso en una ocasión, que creo ha sido de las más famosas, vinieron todos los del equipo Diablos Rojos del México (porque Romo jugó con Unión Laguna y luego se cambió a los Diablos Rojos), y se vinieron en el autobús a una fiesta que tuvieron ahí en su casa, pero aquí estuvieron varios, Cananea Reyes y otros.
Tras retirarse, Romo no sólo visitaba La Tapatía, sino que incluso llegó a jugar en un equipo de la cantina gracias a la invitación de don Mauro Rodríguez, lo que narra una amistad unida por el deporte.
SOBRE EL INMUEBLE
El edificio donde se encuentra la cantina es una construcción que data de finales de los años veinte y fue propiedad de don Eusebio Gaucín, quien le rentaba a don Mauro. Después, la familia Rodríguez adquirió el inmueble y hasta ahora ha tratado de mantenerlo en buenas condiciones.
Firme, en un terreno de 22 por 18 metros, la vivienda observa al barrio de San Joaquín a través de sus ventanales y provoca que se añore una época esfumada. Don Cipriano recalca los años de la finca y las características de la construcción, lo que se ha añadido a ese misticismo que la define como un ícono del poniente.
"San Joaquín es de las primeras colonias de Torreón. Incluso en las escrituras de la casa de esta propiedad, se menciona como Fraccionamiento del Puerto del Huarache. No la menciona de inicio como San Joaquín".
En la actualidad, la cantina se mantiene tradicional (aún no acepta mujeres). Y como muchos otros negocios, afronta la crisis de la COVID-19 con señalética, empleo de la sana distancia y gel sanitizante. Incluso tienen clausuradas sus mesas de billar por precaución, pero presume su nueva cara.
La idea de remodelar la cantina fue una iniciativa de la tercera generación de la familia. Hoy en día, don Antonio Rodríguez es el encargado del negocio y afirma que pocas cosas han cambiado, pues sus clientes siguen siendo los mismos desde hace décadas, entre vecinos, choferes de la Ruta San Joaquín y exbeisbolistas.
La remodelación de La Tapatía ofrece una visión más modernista en su interior, pero respeta la estética de su fachada antigua. Un ejemplo claro de que las nuevas generaciones aún tienen interés por preservar los inmuebles históricos de su comunidad.
Y es que Torreón parece ser una ciudad aficionada a derrumbar su pasado. La lista de monumentos y edificios desaparecidos crece con el paso del tiempo, pero en San Joaquín aún se pueden apreciar algunas edificaciones antiguas de particular belleza; el escondite que les brinda el barrio les ha permitido convertirse en sobrevivientes de un genocidio arquitectónico.
La cantina tradicional de San Joaquín
