Me cuentan quienes regresaron de vacaciones para participar en vivo en las fiestas del Día de Muertos, que San Pedro, el portero celestial, se modernizó y en estos tiempos las ánimas en pena ya no se amontonan a sus puertas como damnificados que piden despensas. Ahora una maquinita al fondo del corredor con alfombra roja bordeado de nubes con tonalidades del arco iris, expide contraseñas con el número que les asigna turno y forman una fila bulliciosa y medio ordenada que se alarga hasta las inmediaciones de las tierras hirvientes del Chamuco, ubicadas más abajo para más señas.
Los tumultos, por lo tanto, son cosa del pasado, pero la espera dura horas y horas y a veces se prolonga dos meses, algo parecido a las hileras del IMSS, ya sea que se trate del médico familiar o del especialista requerido. Muchos de los espíritus comienzan a blasfemar y automáticamente son expulsados de la formación y fichados en los archivos de la oficina de la patrulla fronteriza -hay una frontera entre el cielo y la tierra- que les cierra las puertas cual muro trumpense y los corre de los alrededores del paraíso.
Otros de plano se fastidian y optan por el regreso cada dos de noviembre para disfrutar con la presencia de los familiares en sus tumbas y aspirar el olor de los crisantemos y las manos de león, buscar el reacomodo en los ataúdes de paso mientras les llega la hora de incursionar en el cielo porque esa idea -el sueño americano- no les ha quitado la ilusión de explorar las tierras del Edén y mejorar sus condición de almas vagabundas sentando cabeza, en este caso calaveras.
Precisamente esa es la intención: llegar con san Pedro para que les abra las puertas, pero el trámite es tardado porque requiere de visas, fotografías y cartas de no antecedentes penales para comprobar que no son violadores ni criminales, además de formar fila en las estancias de espera donde tienen que soportar el bombardeo televisivo de los anuncios repetitivos y cansados de los bancos que explotan la usura porque les reditúa talegas de oro a montones y lleva al suicido a los deudores ahogados por los intereses. -Esos sí, los banqueros, no tienen alma, dijeron mis huéspedes de temporada, los que me están platicando de sus andanzas fallidas en el infinito.
Las ánimas que retornan porque todavía no les llega el turno, se regocijan y despiden rayos y centellas celebrando su vuelta a casa aunque sólo sea por unos días; saben muy bien que también hay aquí un paraíso, no con los lujos de allá arriba, pero impregnado de calor familiar que apacigua los vientos helados que soplan y enfrían los corazones. Pero son nómadas de nacimiento, se rebullen de impaciencia y sus huesos crepitan noche a noche en los cementerios donde fuegos parecidos a los de San Telmo coronan sus cenotafios.
Noviembre es el mes dedicado a los parientes idos y en consecuencia los homenajeados no rechazan las invocaciones de sus familiares reunidos al pie de sus tumbas con flores y banquetes que ellos mismos -los vivos- disfrutan en su memoria y que por cierto no recogen los gabazos de caña, botes y botellas de plástico que tiran alrededor. Pero esa misma noche en que también fenece el Día de los Difuntos, comienza el maraqueo en las tumbas que se abren una y otra vez como ensayo para facilitar la fuga, un contrasentido porque los fantasmas se escurren entre las tapas sean de granito, de argamasa o de ladrillo.
Pero no todos emigran ni de noche ni de día. Los espíritus más tolerantes mantienen una comunicación constante con las edecanes de San Pedro preguntando por la hora y el día en que les toca la comparecencia, a fin de no formar cola, fila o hilera. Sus papeles ya los tienen en regla y como en el Paraíso no hay cementerios ya no tendrán que aguantar estrecheces, filtraciones, pasos en la azotea y visitas turísticas como las que hoy también padezco.
A los que regresaron temporalmente, les ofrecí alojamiento en una de las habitaciones desocupadas con la condición de que no hagan ruido moviendo puertas y candelabros, apagando luces, deslizándose por debajo de las cobijas para calentarse con mis pies, emitiendo gritos y susurros, arrastrar cadenas los pecadores -los violentos que acusa Trump-, y mucho menos imitar a "Los otros", la película de Nicol Kidman que dispara los pelos del susto.
¿Por qué los hospedé sin cobrarles renta ni exigirles credenciales del INE? Porque me regalaron un morral con epitafios amenos, sarcásticos, ingeniosos y reveladores de un profundo conocimiento filosófico de los autores, tanto los poetas improvisados como los literatos de altos vuelos. Son punzantes sobre todo los de origen mexicano que provocan risas, buen humor y señalamientos picarescos sobre los hábitos del desaparecido, referencias post mortem nada serias y mucho menos solemnes porque creen que los suyos hoy hechos pavesas, gozarán del mismo modo con la broma porque supieron reír en vida.
Enseguida les comparto a ustedes, los lectores, un pequeño muestrario de la picaresca mexicana que distingue el pensamiento grabado en rima en las lápidas. Son en su mayoría anónimos:
++!Firmes Avelino! ordenó el teniente y aquí estoy con aliño.
++.No siempre fui un inútil. Ahora sirvo como abono orgánico útil.
++Murió siendo virgen la pobrecita Dolores; 0 hit, 0 carreras, 0 errores.
++Chava fue un chofer de los buenos. Pisó el acelerador en lugar de los frenos
++A mi querida suegra Dolores de su yerno Vidal. Por fin descanso en paz
++Cambié de trabajo, ahora crío gusanos.
++Aquí yace una mujer, fría como siempre
++Aquí yace mi marido, al fin rígido
++Aquí descansa mi querida esposa, Señor, recíbela con la misma alegría con que yo te la mando.
++Tomás Chinchilla. Ahora está con el Señor, Señor cuidado con la cartera.
++¿No que no cabrones? (El hipocondriaco al que nunca le creyeron).
++Aquí no se me ocurre ninguna fuga: El Chapo.
A continuación amenizan la lectura los siguientes:
++Parece que se ha ido, pero no se ha ido: Cantinflas
++!Rip Rip! ¡Hurra hurra! Groucho Max a su suegra recién finada.
++Aquí yace Moliere, el rey de los actores. La hace de muerto y de verdad que lo hace bien.
Y de los escritores consagrados:
++Aquí nada nos espanta ni nos turba. Miguel de Cervantes.
++De Amado Nervo:
-¡Qué bien estamos los muertos, blandamente dormidos
La Muerte nada quiere con los tristes, por eso sonrío.
¡Hasta muriéndote me hiciste bien.
++Los cementerios son lugares de paseo, invito a visitarlos para adornar con flores las tumbas de los desconocidos. Olga de Juambelz y Horcasitas
++De Miguel de Cervantes:
Aquí yace el caballero
Bien molido y mal andante
A quien llevó Rocinante por uno y otro sendero.
Sancho Panza el majadero
Yace también junto a él,
Escudero el más fiel
Que vio el trato de escudero.
Cierro el texto con un pensamiento de Virgilio Marón, el poeta latino que nos legó las Bucólicas y La Eneida. Lo hago mío arbitrariamente porque se ajusta a mis aspiraciones en vida:
-En un lugar placentero, cuando muera, me sea dado descansar.