Concepto cobró relevancia en Francia. (CORTESÍA)
“Cuando se aproximan los oídos a la música de Bach, se escucha la conversación de las estrellas”, escribió el desaparecido escritor mexicano Eusebio Ruvalcaba en un aforismo incluido en su libro Tiempo de Otoño (Amalqui Editores, 2015). Algo similar debió pensar el pianista francés Jacques Loussier en 1959, cuando se le ocurrió mezclar sonoramente el jazz con la gran pasión que le profesaba a la música del compositor alemán.
El concepto cobró relevancia en Francia y pronto Loussier y su banda The Play Bach Trio, salieron al mundo para realizar giras en todos los continentes. Su éxito se avaló en los números: más seis millones de discos vendidos en 15 años, el reconocimiento de miles de jazzistas y un concierto inolvidable realizado el 28 de julio de 2004 en la Iglesia de Santo Tomás en Leipzig, recinto donde Bach compuso gran parte de su obra.
Y es que es imposible hablar de la música moderna sin mencionar a Bach. Su genio dictó muchas de las pautas que sigue el arte musical hoy en día. Él es el parteaguas y Eusebio Ruvalcaba resume su importancia en otro aforismo: “Bach hizo de la música una alfombra para que caminen los hombres descalzos, y el manto que protege del frío a los desvalidos...”.
Nacido un 26 de octubre de 1934, Loussier llegó a mencionar que una de las principales relaciones de Bach con el jazz es el bajo continuo, el cual ofrece al músico un campo fértil donde realizar la improvisación. Esta característica también es mencionada en entrevista y explicada por el maestro y jazzista lagunero Omar Padilla.
“El bajo continuo es una línea de un instrumento melódico que va haciendo el acompañamiento de una melodía. Digamos que en el piano ahora tenemos dos pentagramas: uno para la mano derecha y otro para la mano izquierda. Y la mano izquierda generalmente se usa para las notas del bajo, las notas graves. Entonces, el bajo continuo es la idea de que el bajo va acompañando a la melodía, pero te digo, es una sola nota y encima de esa nota se ponen los números de algunos intervalos, de los acordes, de la escala incluso. El intérprete tiene este bajo como un bajo dado, un bajo escrito que le permite estar acomodando estos acordes y organizándolos. Es como una especie de guía para el acompañante, para el intérprete, como en el jazz. En el jazz también tenemos una línea, pero sobre esa línea podemos hacer modificaciones, podemos hacer cambios y eso también lo permite la música barroca a través de Bach”.
Jacques Loussier llegó a interpretar a Bach en sinfín de ocasiones, sus partituras estaban labradas en su cabeza, se las sabía de memoria. Por eso era consciente de que improvisar en un tema de Bach el aterrizaje se tornaría complicado. Después de emprender vuelo no se podía tocar tierra en cualquier momento. Veía más allá de la obra escrita, de ahí su visión de que un buen improvisador puede improvisar, pero no se puede improvisar.
El maestro Omar Padilla considera interesante la obra de Loussier por esta vínculo que hace del jazz con la música académica. Una de las razones es porque, si bien el jazz tiene raíces afroamericanas, también las tiene en la música europea, con la que estuvo en contacto a través de la esclavitud.
“Los negros aprendían de algún modo la música europea, la música académica, pero aquí lo interesante es que no se queda sólo ahí en el estudio de algún manual o en las reflexiones que les da otro maestro, sino que ellos la adoptan de otras maneras, de otras formas y empiezan a hacer improvisaciones. La música en esta fusión del jazz con Bach resulta ser muy a doc, con una idea primaria que es el factor de la libertad”.
Así, Loussier creó un espacio en el que pudo interactuar con ambas técnicas. Bach fue la puerta para, años después, adentrarse con el jazz en otros compositores como Debussy, Ravel, Erick Satie, Vivaldi, Chopin, Handel, Beethoven e incluso Mozart.
El 5 de marzo de 2019, Jacques Loussier murió en Blois, Francia. Tenía 84 años.
