
Un puro sin consumir debe conservarse a niveles de temperatura y humedad adecuados, para que conserve en óptimas condiciones todas sus propiedades.
Los fumadores de puro conforman una elite: son gente que ha extraído lo mejor de la vida y sus gustos son refinados. Los atractivos del puro no pueden limitarse sólo a sus sabores y aromas, conllevan también un estado anímico.
Entre las insólitas imágenes presenciadas por Cistóbal Colón y su tripulación, al llegar a tierras americanas, se contó la de los indígenas que fumaban tabaco, al que muy pronto también se aficionaron los europeos y, tiempo después, millones de personas alrededor del mundo.
Aquellos primigenios cigarros -en realidad, cañas rellenadas con hojas de tabaco- fueron evolucionando en diversas formas, entre las que se cuentan los puros, en los cuales, la propia hoja de la planta sirve de envoltura, a diferencia del papel de arroz empleado en los cigarrillos.
Los fumadores de puro conforman una elite: son gente que ha extraído lo mejor de la vida y sus gustos son refinados. De este exclusivo grupo formaron parte personajes como Lord Byron, Víctor Hugo, Auguste Renoir, Monet y Picasso.Y en la actualidad, Bill Clinton, Robert de Niro y Robert Duval.
"Yo comparo mucho el puro con el vino, que tiene una denominación de origen, algo que, en cierto modo, también puede aplicarse al tabaco, con características propias acordes con el lugar donde se cultiva. En este sentido, el habano viene a ser un puro con 'denominación de origen', elaborado exclusivamente en Cuba", dice Ignacio Medrano de la Vega, distribuidor en nuestro país de la marca española Don Julián.
Como el vino, el tabaco del puro es sometido a un proceso de fermentación. Se dice que, a diferencia de cualquier otro producto fabricado con tabaco, el puro es un organismo que, manejado de manera correcta, está vivo desde que es cortado de la tierra y hasta el momento en que es seleccionado en la tienda de tabacos (por ello se le conserva a cierta temperatura), y al igual que un gran vino, su conservación, desde que es enrollado hasta que llega a la boca, determina la calidad del mismo.
Degustarlo implica refinar el gusto, para apreciar a plenitud sus características, dice Ignacio Medrano.
El estatus
Esto puede explicar el perfil de los consumidores de puros, aficionados al buen comer y beber, que encuentran en ese tipo de cigarros un elemento más de disfrute. Curiosamente, muchos de ellos no son fumadores de cigarrillos.
"Normalmente, son personas con desahogada posición económica y elevado nivel cultural, a quienes les gusta disfrutar de los placeres de la vida", dice Ignacio Medrano.
Y habla de un fenómeno curioso: "Los nuevos consumidores de puro son gente joven que aspira a dicho nivel, como una forma de obtener estatus".
Al representar apenas 0.3% del total de consumidores de tabaco, los fumadores de puro (y pipa) integran una especie de cofradía con clubes y publicaciones especializadas.
Medrano recomienda disfrutarlo al final de una comida, junto con un digestivo, como coñac o tequila.
Los puros "vivos", esto es, bien elaborados y conservados en óptimas condiciones, suelen ser aterciopelados en su capa, suaves al tacto y cremosos a la hora de fumarlos; usualmente tienen un sabor a tabaco fresco y pleno, pero, destinados en particular a los jóvenes, hay puros con sabores a vainilla, brandy, tequila, ron y amaretto, entre otros.
Los atractivos del puro no pueden limitarse sólo a sus sabores y aromas, conllevan también un estado anímico, como bien lo señala el entrevistado. "Yo diría que fumar un puro implica disfrutar de un sabor espiritual, que va más allá del paladar, y abarca el sentirse bien y darse tiempo para la reflexión y el contacto consigo mismo".
Recomendaciones para novatos
Los riesgos a los que se enfrenta alguien que fuma por primera vez un puro, pueden equipararse a los de un bebedor novato que despierta con una resaca mortal, luego de tomarse una botella de champaña, por ejemplo. En otras palabras, no conviene tratar de emular a Fidel Castro o a Winston Churchill a las primeras de cambio.
- Empezar por fumar puros de pequeña talla y suave sabor, hasta que la educación del paladar permita acceder a los de mayor robustez. La intensidad del tabaco irá en aumento conforme se consuma.
- Un error típico de algunos principiantes consiste en cortar con los dientes o picar con un palillo el extremo por donde se chupará el puro. Esto aplasta el tabaco e impide que "tire" (se aspire) adecuadamente el humo.
- Hay que utilizar un cortador especial para puros -disponible en cualquier lugar donde los vendan- o, en un caso extremo, con unas tijeras afiladas.
- Para encenderlos, se precisa de cerrillos de madera (los hay de tamaños especiales para los puros), en lugar de los más comunes de cera, que contaminan con su sabor el aroma del tabaco. Lo mismo sucede con el gas de los encendedores.
- Lo que viene a ser un cliché completamente desaconsejable es remojar en una copa de coñac el extremo del puro por donde se chupa. "El puro debe disfrutarse como tal y sólo combinar su sabor con otros elementos en el paladar", enfatiza Medrano de la Vega.
- Un puro sin consumir debe conservarse a niveles de temperatura y humedad adecuados, para que conserve en óptimas condiciones todas sus propiedades. La baja humedad de la ciudad de México hace que en pocos días empiecen a resecarse.
Las tiendas especializadas ofrecen estuches especiales con un higrómetro que monitorea el nivel de humedad, y un sencillo mecanismo para regularla.
Ahora, el exceso de humedad propicia la aparición de hongos en el tabaco. (Algunas marcas ofrecen sus puros sellados en empaques especiales para evitar estos problemas.)
Por otra parte, una sencilla forma de atenuar el penetrante aroma del puro en una habitación, es encender una vela, cuya flama evitará la volatización del humo.
Un puro sin consumir debe conservarse a niveles de temperatura y humedad adecuados, para que conserve en óptimas condiciones todas sus propiedades.