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Ensayo sobre la cultura

Cloti y Gachupín (1)

Ensayo sobre la cultura

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Con fajín y boina colorada, el chico se veía muy majo; como dijera su madre. Listo para el festejo de la Covadonga, donde habrían de tocar la gaita y el tamboril; recuerdos de la vieja España, preparados para bailar, la tómbola y llenarse de paella. Tenía que andarse escondiendo por ahí no queriendo que le descubrieran sus incipientes brincos mientras hacía tronar sus dedos como si fuesen crótalos.

No le habrían de faltar los pollitos que la abuela buscaría a quien regalar por miedo de que apareciesen muertos por falta de cuidados. Eso sería después; por lo pronto, el color de la fiesta lo envolvía y se dejaba llevar por el sentimiento de la madre patria; el juego del jai alai, y los bolos; los toros, a los que seguramente lo llevaría el abuelo.

España. Nunca había estado ahí y no estaba muy seguro de si era vasco, catalán, andaluz, asturiano, valenciano; o de alguna otra región. Se imaginaba que eso era como ser lagunero o coahuilense, que de eso si estaba seguro que lo fuera. Poco a poco iba entrando en su conciencia de que pertenecía a la raza conquistadora, que había subyugado a los indios, aniquilándolos casi por completo, y que estaba en un suelo que no les pertenecía. Eso decían de los gachupines y su madre, le contaba que cuando estaban chicas, no podían ir a la escuela porque las otras niñas las perseguían tildándolas con aquel apodo: Gachupinas. Tuvieron que emigrar para tener escasos estudios y defenderse en la vida.

Su madre también había nacido en México como su padre. Quien vino de España había sido el abuelo; sin otra cosa que su juventud para encontrarse un lugar donde pudiera sobrevivir. Lo encontró en el campo, en el cultivo de algodón. Después de algunos años donde ahorraba la mayor parte del sueldo se vino a la ciudad y puso un cajón de ropa en donde se jugó su futuro. Le funcionó.

Eso es lo que todo mundo festejada, haber salido de un país para venir a otro y poder construirse un futuro. Algunos hicieron fortuna y otros no, mas todos se encontraban en el parque España festejando la sangre ancestral.

En la escuela, la banca de un lado la ocupaba un chino y la otra un libanés. Sus padres tenían amigos judíos y hasta conocía a un francés. Los alemanes eran dueños de la ferretería más famosa de la ciudad y si le rascaba un poco, podía dar con un austriaco o un italiano. A esas alturas, tenían que reconocer que de donde vinieren todos eran mexicanos. Lo de gachupín se había quedado como un apodo que ya no le resultaba ofensivo como en los tiempos de escuela de su madre.

En su adolescencia tuvo la inquietud de indagar el significado de su nacionalidad y su ascendencia. A momentitos se acercaba a los libros y leía. Comenzó con historia; si, ahí decían lo mismo que siempre le habían recalcado: Los españoles habían realizado la conquista, con ejércitos tlaxcaltecas y al final había desaparecido al imperio Azteca.

De repente encontró un nuevo dato: Los españoles no lo eran tanto, en aquellos días, pues los diferentes reinos visigóticos se acababan de unificar bajo el cetro de los reyes católicos. Los últimos en ser derrotados en la península, habían sido los musulmanes a quienes corrieron del país, como a los judíos.

¿Y estos visigodos de donde salieron?: había que irse más para atrás, cuando el imperio romano fue destruido por los godos; venían del norte, emparentados con los alemanes. Se habían dividido en dos los visi y los ostro.

Antes de ellos, la península había sido dominada por los romanos, y antes de los romanos, por los cartagineses; la gran figura de Aníbal Barca aún asustaba a los niños que no querían dormirse. Antes de los cartagineses los celtiberos, pero le paramos ahí porque ya son muchos para hacer un batido de la mañana.

La cabeza de gachupín estaba por explotarle; o sea, que los españoles no eran de España, sino de la parte norte del continente europeo que se apropiaron de la península una vez que los romanos perdían su control. Se habían desquitado de haber sido considerados como bárbaros, o sea, los incultos quienes estaban fuera de la civilización romana.

Pues sí, era explicable lo de la conquista; ya que por herencia eran conquistadores, aunque no siempre con buena estrella; sufrieron once siglos para vencer a los musulmanes y estuvieron a punto de ser aniquilados por ellos. ( Remember Almanzor) En su sangre llevaban eso de la lucha diaria contra todo el mundo, primero para sobrevivir y luego para imponerse.

Tenía la certeza de ser un gachupín godo; y sin dudarlo, podría tener una pisca de sangre musulmana y hasta judía. En esta ensaladita que era él no estaba seguro de cuanto por ciento. Tenían algún primo andaluz que cantaba precioso el flamenco; y de chico, su padre lo puso a leer las aventuras del cid campeador; valenciano.

Estos godos fueron los que se asentaron en Asturias y en principio profesaban el arrianismo para después convertirse al catolicismo (Pelayo). Los otros reinos se fueron formando en el norte, mientras que el sur era invadido por los musulmanes: Omeyas y nazarí quienes también fundaron grandes reinos. A lo largo de once siglos, se pelearon los unos contra los otros y entre ellos mismos; así estaban también las alianzas y las tolerancias. En Las navas de Tolosa se impusieron los visigodos y de ahí en adelante, tomaron lo que quedaba de la región, hasta llegar a granada y hacerse de la alhambra. El último Sultán fue Boabdil; al que le dijo su mamá: No llores como mujer, lo que no pudiste defender como hombre. A eso le dicen la reconquista. Lo de la guerra estaba en la sangre. Se desconocía la paz.

Los reyes católicos iban encarrilados; Sobre todo Isabel, quien prestó oídos a Colón y le financió su viaje a través del atlántico para ver a donde llegaba. Se le ofreció el oro y el moro. Colón se topó con América; los vikingos ya lo habían hecho, pero se lo tenían muy callado. En el primer viaje dejó a un grupo de hombres, porque una de las carabelas se había roto, en el fuerte de navidad. Regresó a España con muchas novedades que despertaron la codicia de Europa.

Cristóbal hizo cuatro viajes; en el segundo, a los del fuerte de navidad los encontró muertos, en el tercero, regresó encadenado. Así fueron los reyes con aquellos que les conquistaron un continente; el quinto real les valió sombrillas; enseguida dijeron: todo para mí; necesitaban pagar las guerras en Europa y contra los musulmanes. Carlos V, entre los cuates: El chocolatito, no pudo con el paquete y se fue a la Rábida. Partió en dos su imperio y puso a su hermano Fernando como emperador, y a su hijo Felipe como rey de España. La policía secreta se llamaba inquisición; y había sido fundada por Isabel.

Es obvio, pues, que los soldados españoles que vinieron a américa venían a hacer la guerra y a labrar un futuro como estaban acostumbrado a hacerlo desde todas las generaciones atrás. Ahora bien, lo que encontraron en América, no fue otra cosa distinta.

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