Columnas la Laguna

IBERO TRANSFORMA

UN BUEN HOMBRE

LAURA ELENA PARRA

En la casa de mis padres hay una fotografía en la que aparece mi tatarabuela rodeada de sus nietos, y entre ellos se encuentra mi abuelo. Lo curioso es que esa fotografía se tomó el día del cumpleaños del tío Hilario (primo de mi abuelo), pero él no aparece en la foto, dicen que no le gustaban y que cuando podía se escapaba de ellas. No hay muchas fotos de él, pero sí existen anécdotas y reseñas de sus buenas obras. Don Hilario Esparza Barrientos fue agricultor, comerciante y dueño de despepites. Lo recuerdo como un hombre agradable, lo saludábamos cuando íbamos los domingos a comprar fruta a su huerta o cuando lo encontrábamos mientras caminaba por los terrenos que hoy forman la colonia Margaritas.

Compró 286 hectáreas del rancho Margaritas en junio de 1930; al ver el potencial de esas tierras, inició los trámites para fraccionar la parte occidental del rancho y construir la colonia Moderna. A partir de ahí desarrolló otras colonias como la Esparza, la Eugenio Aguirre Benavides, la Nazario Ortiz Garza, Los Ángeles, la Ampliación y la Nueva Los Ángeles, Margaritas, Jacarandas, Alamedas y El Tajito.

En los años treinta construyó un par de albercas que eran alimentadas directamente por los canales de riego de la ciudad y que después se convirtieron en los bulevares Constitución e Independencia. La más famosa fue la Alberca Esparza ubicada en la colonia Moderna. Medía cincuenta metros de largo por treinta de ancho, tenía tres trampolines y árboles alrededor, se cobraba una cuota simbólica sólo para ayudar al mantenimiento ya que el objetivo era que las personas disfrutaran el agua fresca y la limpieza de sus instalaciones. Fue un gran impulsor de la natación en la Comarca Lagunera y le gustaba brindar apoyo moral y material a la juventud.

Don Hilario donó el terreno para la construcción de la plaza de toros, el terreno para construir la escuela Carrillo Puerto, construyó la capilla de la colonia Los Ángeles, cedió la casa del obispado, regaló las hectáreas para construir la Casa Íñigo, Las Capuchinas y el Seminario de Torreón, entre otras muchas donaciones para construir escuelas y para apoyar a niños y jóvenes que realizaban actividades culturales y deportivas. Cuando vendía terrenos los ponía al alcance de las necesidades de las personas. Varias escuelas, festivales, maratones, plazas, edificios y calles llevan su nombre, aunque él prefería que no fuera así.

Murió el 21 de agosto de 1977. Al día siguiente El Siglo de Torreón publicó una nota escrita por Francisco Fernández Torres en la que cuenta que él junto con otros niños iban a pedir permiso para conocer la huerta y que si don Hilario estaba ahí los dejaba entrar, hacía el recorrido con ellos y bajo una higuera les contaba historias (nunca tuvo hijos), al llegar a la noria les regalaba sandía, un racimo de uvas y se despedía. Menciona que para ellos era una bendición encontrarse con él porque era un hombre bueno y muy agradable.

En síntesis, don Hilario Esparza Barrientos -el filántropo lagunero como le llamaban algunos por su labor silenciosa en beneficio de nuestra ciudad- fue un hombre bueno, sencillo, que practicaba la justicia social, le dolían los más necesitados. Siempre estuvo dispuesto a ayudar y a buscar el bien común. Ojalá y cada uno de nosotros quisiera y compartiera con los demás poco o mucho de lo que tiene, de lo que sabe, de lo que es. Que seamos solidarios, sencillos y buenos seres humanos es una necesidad apremiante en nuestro mundo.

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