Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La palabra "testículos", malsonante a los oídos de algunos, sale tres veces en el absurdo e inverosímil cuento que descorre hoy el telón de esta columna. Cierto individuo acudió a la consulta de un urólogo. El facultativo se espantó al verlo: el hombre traía un hacha clavada en la cabeza. "Me duelen los testículos, doctor" -se quejó el tipo. "¿Los testículos? -se asombró el galeno-. ¿Y el hacha?". "Precisamente -dijo con lamentosa voz el otro-. Cada vez que estornudo, el mango del hacha me pega en los testículos". La pequeña Rosilita le preguntó a su papi: "Cuando eras niño ¿te contaba cuentos tu papá?". "No, hijita -replicó él-. La que todas las noches me cuenta un cuento es tu mamá". "¿De veras? -se interesó la niña-. ¿Qué cuentos te cuenta?". Contestó el señor: "Que le duele la cabeza; que está muy cansada; que mañana tiene que levantarse temprano.". Noche de bodas. En el tálamo nupcial la enamorada novia se dirigió, melosa, a su flamante maridito. "¿De quién son estos ojitos pícaros?". "Tuyos, mi cielo". "¿Y este bigotito que tanto me gusta?". "Tuyo, mi vida". "¿Y estos labios que besan con maestría, y aun con doctorado?". "Tuyos, mi ángel". "¿Y estas cositas lindas que saben dar tanto placer?". A tal pregunta respondió el galán: "También son tuyas, mi vida, pero ésas en copropiedad". Lo cierto es que cada conferencia mañanera de AMLO es un acto de propaganda en favor de Morena, su partido, y de sus candidatos. Lo mismo ha de decirse de las dádivas que el tabasqueño reparte entre su clientela electoral. Mal de su grado López Obrador ha debido ceñirse a las normas que rigen el proceso de elección, pero de una manera u otra se las arregla para hacer constante acto de presencia en el ánimo de los electores, y para ejercer sobre ellos una mañosa manipulación que de seguro influirá sobre numerosos votantes. En las manos del autoritario Presidente las leyes quedan desvirtuadas y torcidas, y acaban siendo letra muerta. Por el bien  de la democracia -y por el bien de México- espero que  sus maniobras no prosperen. Don Martiriano, el sufrido esposo de doña Jodoncia, andaba meditabundo y cabizbajo. Le preguntó la señora: "¿Qué te preocupa?". Replicó, sombrío, don Martiriano. "Leí en el periódico que asesinaron a Camelino Patané. Él fue quien me presentó contigo. Yo seré el primer sospechoso". En la zapatería pidió el cliente: "Quiero unos zapatos del número 7". "Perdóneme, señor -le dijo el encargado-. Usted calza por lo menos un número mayor, si no es que más. Le daré unos zapatos más grandes. Son los que debe usar". "Mire -replicó el sujeto, hosco-. Me paso 8 horas diarias en un trabajo que no me gusta, y con un jefe odioso. Tengo una esposa que me hace la vida imposible, y una suegra de carácter pésimo que vive con nosotros. Mi hijo de 30 años es un bueno para nada, y mi hija se mete en problemas cada día. Padezco de ciática y gastritis. ¿Y quiere usted arrebatarme el único placer que tengo en la vida, que es el de quitarme los zapatos por la noche?". Nalgarina, vedette de carpa, andaba de novia con un viejo carcamal chaparro, panzón, calvo, bizco y patizambo. Una compañera le preguntó extrañada: "¿Por qué andas con ese adefesio?". Respondió Nalgarina: "Porque tiene una cualidad que pocos hombres poseen: 100 millones". Doña Fecundina era madre ya de 14 hijos. La trabajadora social que la visitó pidió hablar con su marido a fin de imbuirle algunas ideas sobre la paternidad responsable. La prolífica señora le informó: "Mi esposo me abandonó hace 13 años". "¿Cómo? -se sorprendió la visitante-. ¿Y aun así tiene usted todos estos hijos?". Explicó algo apenada doña Fecundina: "Es que cada año viene a disculparse". FIN.

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