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Vicente Rojo

La despedida de Vicente Rojo

El artista catalán nacionalizado mexicano murió el miércoles

Hasta siempre. El maestro Vicente Rojo dejó el plano terrenal, pero el legado de su extensa obra perdura en el imaginario.

Hasta siempre. El maestro Vicente Rojo dejó el plano terrenal, pero el legado de su extensa obra perdura en el imaginario.

SAÚL RODRÍGUEZ

Su obra fue descrita por Carlos Monsiváis como "indispensable". Los críticos de arte lo instalan dentro de la generación de la Ruptura. Su propuesta liberaba la imagen en búsqueda de nuevos lenguajes, mientras el eco de la Guerra Civil española resonaba en todo su trabajo.            

Vicente Rojo (1932) vivió los primeros 17 años de su vida los en Barcelona y siempre recordó los años de posguerra antes de viajar a nuestro país.

Su padre, el ingeniero Fernando Rojo Lluch, fue un refugiado republicano que llegó a México años antes. En entrevistas sobre su última muestra (Cuaderno de Viaje de Francisco Rojo Lluch en el Vapor Ipanema, Burdeos-Veracruz, junio-julio de 1939), mencionaba que al llegar a México, su padre fue enviado a La Laguna para trabajar en una central eléctrica de Gómez Palacio, localidad en la que permaneció durante casi siete años, para después regresar a Ciudad de México.

Por su parte, Vicente Rojo arribó al país en 1949, escapando de la opresión de la España franquista. En suelo azteca se hizo amigo de Miguel Prieto y con él comenzó sus estudios de diseño.

De perfil zurdo, se rehusó a trabajar con su extremidad derecha. En 1958 realizó su primera exposición independiente en la Galería Proteo. Desde entonces, su producción ligada al abstraccionismo no cesó. Para él, trabajar por la cultura era trabajar por la vida.

Como integrante de la generación de La Ruptura (cabe recalcar que no le gustaba esta palabra, él prefería llamarla 'apertura'), tuvo amistad con artistas como Alberto Gironella o Manuel Felguérez.

Es conocido también por los diseños que trabajó con la editorial ERA, sobre todo en los libros de José Emilio Pacheco, quien llegó a escribir que Vicente Rojo ayudaba al espectador a mirar.

El maestro falleció la tarde del miércoles 17 de marzo, sólo dos días después de haber cumplido 89 años.

MUESTRAS EN LA LAGUNA

Al igual que su padre, las obras del maestro Vicente Rojo también visitaron la Región Lagunera.

En 1992, la obra de Rojo arribó al Museo de Arte Moderno en la Casa de la Cultura de Gómez Palacio. La muestra se tituló Papeles, cuyas piezas pertenecían a la colección Recuerdos y formaban parte del arte abstracto. La muestra fue organizada en coordinación con la Universidad Autónoma de La Laguna (UAL) y el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Años más tarde, en 1996, el Museo de Arte Moderno de Gómez Palacio volvió a albergar una muestra del artista, titulada: Obras sobre papel. En ella se incluía 50 piezas del artista, entre grabados, acuarelas y tintas.

En 2006, una obra suya también participó en la muestra Papalotes, Hojas de papel volando, que se instaló en la Galería de Arte Contemporáneo del Teatro Isauro Martínez. Y en 2015 otra pieza de su autoría arribó a ese lugar con la muestra Piedra, papel o tijera.

Además, Rojo también llego a impartir clases en la región. El artista lagunero Lorenzo Lorenzzo recuerda un curso que el maestro ofreció en 2006 gracias al entonces Instituto de Cultura Coahuilense y el cual tuvo la fortuna de tomar.

Lorenzo Lorenzzo menciona que lo conoció cuando el lagunero apenas comenzaba su andar artístico. Durante una semana, el maestro lo instruyó en conocimientos de gráfica.

"Me sorprendió mucho que era una persona muy sencilla, muy tranquilo. Era un maestro muy reconocido (...) De cierta manera su obra era muy arquitectónica y yo estaba estudiando arquitectura, y pues había mucha referencia en mi primera obra (no ahorita) en cuanto al trazo geométrico".

DESPEDIDA

Ayer jueves, amigos de Vicente Rojo se dieron cita en una funeraria de la calle Sullivan, en Ciudad de México, para despedir al reconocido artista plástico.

Entre los personajes que asistieron al funeral destacan Elena Poniatowska y su hijo Felipe Haro, el fotógrafo Rogelio Cuéllar, así como Lucina Jiménez, directora del INBAL.

Poniatowska comentó a los medios de comunicación que la abordaron, que había perdido a un amigo entrañable, a un árbol lleno de pintura y escritura.

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